La suerte de picar a los toros
Por su gran interés didáctico e informativo, y con el fin de facilitar y potenciar el conocimiento de la fiesta de los toros, reproducimos con admiración y respeto parte de la obra de la Diputación Provincial de Valencia, publicada en Cuadernos Taurinos 4: Aquí se habla de la suerte de picar y de las maneras de ejecutarla con pureza. Textos de don JOSE LUIS BENLLOCH RAUSELL. Valencia 1989.
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UN DIA DE TOROS - LA SUERTE DE PICAR A LOS TOROS -
Una vez el toro está fijado, es decir el matador de turno o su cuadrilla se han enfrentado a él y lo han lanceado con el capote -"parado" en el argot- aparecen en la plaza los picadores, en otro tiempo estrellas base del espectáculo, también conocidos por "varilargueros" en función de la vara utilizada, y en la actualidad protagonistas de una de las suertes más polémica y cuestionada, sin que por ello haya dejado de ser bella y emotiva apenas se realice con un mínimo de pureza.
La polémica surge como consecuencia de la falta de fuerza de algunos toros, que llega a hacer innecesaria la suerte de picar, ideada y concebida en un principio para descongestionar a los toros, restarles el temperamento excesivo y permitir los trasteos artísticos y la suerte de matar.
Lo que debería ser una suerte ágil, equilibrada y sincera, se convierte con gran frecuencia en un enfrentamiento ferozmente desigual, en el que el toro se estrella contra una muralla inamovible, frente a la cual entiende rápidamente que su lucha será estéril. Este efecto, poco comentado, tiene una importancia grande para el posterior juego de los toros.
En la imagen, el picador Ignacio Meléndez González - "Nacho Meléndez"
Cuando sale un toro bravo y picador y matador se ponen de acuerdo en hacer la suerte correctamente, los públicos, entendidos y no, suelen vibrar con la espectacularidad del momento.
El reglamento actual establece que los toros deben recibir dos puyazos como mínimo en plazas de primera categoría, en los demás casos, deja abierta la puerta a la excepción, tanto para disminuirlos como para incrementarlos, siempre en función de la condición del toro. El primer puyazo lo toman con mayor o menor estilo todos los toros, el segundo ya se lo piensan y en muchas ocasiones, toros que hasta ese momento estaban pasando por bravos, desisten de la pelea, se "rajan" en el argot, y escarban o reculan.
El reglamento taurino vigente determina con exactitud la responsabilidad sobre los caballos de picar en los siguientes términos:
Artículo 60.
1. La empresa organizadora será responsable de que los caballos de picar sean presentados en el lugar del festejo antes de las diez horas del día anunciado para el espectáculo, a excepción de las plazas portátiles, en que será suficiente su presentación tres horas antes del inicio del espectáculo.
2. Los caballos deberán estar convenientemente domados y tener la movilidad suficiente, sin que puedan ser objeto de manipulaciones tendentes a alterar su comportamiento. Quedan, en todo caso, prohibidos los caballos de razas traccionadoras.
3. Los caballos de picar, limpios o sin equipar, no podrán tener un peso inferior a 500 ni superior a 650 kilogramos.
4. El número de caballos será de seis en las plazas de primera categoría y de cuatro en las restantes.
5. Los caballos serán pesados y, una vez ensillados y equipados reglamentariamente, serán probados por los picadores de la corrida en presencia del Presidente y del Delegado gubernativo, de los veterinarios designados al efecto y de la empresa, a fin de comprobar si ejercen la necesaria resistencia, están embocados, dan el costado y el paso atrás y son dóciles al mando.
6. Serán rechazados los caballos que no cumplan las exigencias reglamentarias de peso y, asimismo, los que, a juicio de los veterinarios, carezcan de las demás condiciones requeridas, presenten síntomas de enfermedad infecciosa o lesiones o acusen falta de movilidad que puedan impedirles la correcta ejecución de la suerte de varas. Asimismo, serán rechazados aquellos que presenten síntomas de haber sido objeto de manipulaciones con el fin de alterar artificialmente su comportamiento. En tales supuestos, los veterinarios propondrán al Presidente la práctica de los correspondientes análisis para la comprobación de este extremo. De igual modo se procederá si su comportamiento ulterior en el ruedo así lo aconseja.
7. Del reconocimiento y prueba de los caballos se levantará acta firmada por el Presidente, el Delegado gubernativo, los veterinarios y los representantes de la empresa.
8. Cada picador, por orden de antigüedad, elegirá el caballo que utiliza en la lidia, no pudiendo rechazar ninguno de los aprobados por los veterinarios.
9. Si durante la lidia algún caballo resultase herido o resabiado, el picador podrá cambiar de montura.
Cada matador lleva en su cuadrilla a un picador por cada toro que tiene que matar, habitualmente dos, que aparecen en la plaza cuando el presidente lo ordena.
Uno, el de turno, se coloca en los terrenos adecuados para hacer la suerte, aproximadamente en frente de chiqueros, y el otro en el lugar opuesto.
Para entrar y salir del ruedo, las cabalgaduras avanzan siempre dando el costado derecho a las tablas.
El picador que no está de turno, se dice que está haciendo la puerta y habitualmente no picará, por ello el tercer banderillero de la cuadrilla se situará en sus proximidades para hacerle el quite o "cortar" en caso de que el toro le llegue suelto e intente acometerle. Sólo cuando no tenga otra opción realizará la suerte para defender el caballo o cuando su matador se lo indique o porque su compañero haya sido herido.
A cada picador le acompañan dos monosabios, auxiliares así llamados porque en 1874 se dio un espectáculo en la plaza de Madrid en el que aparecían unos simios uniformados con camisa roja y pantalón azul, y poco después el empresario de dicha plaza adoptó esas prendas para los mozos de caballos. Su misión es la de auxiliar al picador y a la cabalgadura. Nunca deben llamar la atención del toro, ni irrumpir en la lidia, lo cual no siempre sucede. Claro que, una voz, una gorrilla e incluso algo más, en ocasiones han salvado a los lidiadores de situaciones comprometidas, pero insistimos, la excepción o la improvisación no deben ser norma. Un monosabio popularísimo, fue el valenciano "Pepet", que llegó a alcanzar justa fama no sólo en el coso de su tierra. Él fue uno de los primeros que recogió a Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete" la fatídica tarde de Linares.
El peto es un elemento fundamental en la suerte de picar, hasta el punto, que la historia del toreo se divide en ocasiones en dos partes: antes y después del peto. Su implantación acabó con el "fortísimo" espectáculo de ver morir los caballos en el ruedo, lo cual despertaba las iras de los antitaurinos y no poco rechazo de personas que veían el resto de la corrida con buenos ojos. No cabe duda que humanizó el espectáculo, pero últimamente por su excesivo desarrollo es fuertemente cuestionado por los que reivindican una suerte de varas más pura. Se implantó en 1927, durante la dictadura de Primo de Rivera. En un primer momento se limitaba a un delantal de lona, que se conoció por el "medio peto".
El reglamento taurino vigente determina con exactitud las características de los petos y su vigilancia en los siguientes términos:
Artículo 65.
1. El peto de los caballos en la suerte de varas deberá ser confeccionado con materiales ligeros y resistentes y cubrir las partes de la cabalgadura expuestas a las embestidas de las reses.
El peso máximo del peto, incluidas todas las partes que lo componen, no excederá de 30 kilogramos.
2. El peto tendrá dos faldones largos en la parte anterior y posterior del caballo y un faldoncillo en la parte derecha. En cualquier caso, la colocación del peto no entorpecerá la movilidad del caballo. El peto podrá tener dos aberturas verticales en el costado derecho que atenúen la rigidez del mismo. Para garantizar la seguridad de los caballos se utilizarán manguitos protectores.
3. El Ministerio de Justicia e Interior procederá a la aprobación de los petos que puedan ser utilizados en la suerte de varas.
4. Los estribos serán de los llamados de barco, sin aristas que puedan dañar a la res, pudiendo el izquierdo ser de los denominados vaqueros.
La puya es lógicamente elemento fundamental en la suerte.
El reglamento contempla todo tipo de control para que se ajuste a las medidas establecidas:
Artículo 64.
1. Las puyas tendrán la forma de pirámide triangular, con aristas o filos rectos; de acero cortante y punzante y sus dimensiones, apreciadas con el escantillón, serán: 29 milímetros de largo en cada arista por 19 de ancho en la base de cada cara o triángulo; estarán provistas en su base de un tope de madera, cubierta de cuerda encolada de tres milímetros de ancho en la parte correspondiente a cada arista, cinco a contar del centro de la base de cada triángulo, 30 de diámetro en su base inferior y 60 milímetros de largo, terminada en una cruceta fija de acero, de brazos en forma cilíndrica, de 50 milímetros desde sus extremos a la base del tope y un grosor de ocho milímetros.
2. La vara en la que se monta la puya será de madera de haya o fresno, ligeramente alabeada, debiendo quedar una de las tres caras que forman la puya hacia arriba, coincidiendo con la parte convexa de la vara y la cruceta en posición horizontal y paralela a la base de la cara indicada.
3. El largo total de la garrocha, esto es, la vara con la puya ya colocada en ella, será de 2,55 a 2,70 metros.
4. En las novilladas picadas se utilizarán puyas de las mismas características, pero se rebajará en tres milímetros de altura de la pirámide.
El reglamento determina todo lo concerniente a la actuación de los picadores en el ruedo:
Artículo 72.
1. Los picadores actuarán alternando. Al que le corresponda intervenir, se situará donde determine el matador de turno y, preferentemente, en la parte más alejada posible de los chiqueros, situándose el otro picador en la parte del ruedo opuesta al primero.
2. Cuando el picador se prepare para ejecutar la suerte la realizará obligando a la res por derecho, sin rebasar el círculo más próximo a la barrera. El picador cuidará de que el caballo lleve tapado sólo su ojo derecho y de que no se adelante ningún lidiador más allá del estribo izquierdo.
3. La res deberá ser puesta en suerte sin rebasar el círculo más alejado de la barrera y, en ningún momento, los lidiadores y mozos de caballos podrán colocarse al lado derecho del caballo.
4. Cuando la res acuda al caballo, el picador efectuará la suerte por la derecha, quedando prohibido barrenar, tapar la salida de la res, girar alrededor de la misma, insistir o mantener el castigo incorrectamente aplicado. Si el astado deshace la reunión, queda prohibido terminantemente consumar otro puyazo inmediatamente. Los lidiadores deberán de modo inmediato sacar la res al terreno para, en su caso, situarla nuevamente en suerte, mientras el picador deberá echar atrás el caballo antes de volver a situarse. De igual modo actuarán los lidiadores cuando la ejecución de la suerte sea incorrecta o se prolongue en exceso. Los picadores podrán defenderse en todo momento.
5. Si la res no acudiera al caballo después de haber sido fijada por tercera vez en el círculo para ella señalado, se le pondrá en suerte sin tener éste en cuenta.
6. Las reses recibirán el castigo, en cada caso, apropiado, de acuerdo con las circunstancias. El espada de turno podrá solicitar, si lo estima oportuno, el cambio de tercio, después, al menos, del primer puyazo, a excepción de las plazas de primera categoría en las que serán, como mínimo, dos, y el Presidente resolverá lo que proceda a la vista del castigo recibido por la res. En otro caso, el Presidente ordenará el cambio de tercio cuando considere que la res ha sido suficientemente castigada.
7. Ordenado por el Presidente el cambio de tercio, los picadores cesarán de inmediato en el castigo, sin perjuicio de que puedan defenderse hasta que les retiren la res, y los lidiadores sacarán a ésta del encuentro.
8. Los lidiadores de a pie que infrinjan las normas relativas a la ejecución de la suerte de varas serán advertidos por el Presidente, pudiendo ser sancionados a la tercera advertencia como autores de una falta leve.
Se considerará a los monosabios como auxiliares del picador y a estos efectos podrán ir provistos de una vara para el desarrollo de su labor.
9. Los picadores que contravengan las normas contenidas en este artículo serán advertidos por el Presidente y podrán ser sancionados según la gravedad de la infracción.
10. Al lado del picador que esté en el ruedo, no participante en la suerte de varas, estará un subalterno de la misma cuadrilla, para realizar los quites que fuesen necesarios con el fin de evitar que la res, en su huida, realice el encuentro con este caballo.
En la actualidad, los tratadistas coinciden en que hay dos formas diferentes de realizar la suerte de picar: de frente y de costado.
En la primera se colocan caballo y toro de forma que la columna vertebral de ambos, formen una misma línea.
En la segunda variable el caballo se presenta al toro de costado, de forma que reunidos sugieren la forma de una T. Se practica fundamentalmente en los toros muy aplomados. En ambas, una vez producido el encuentro el picador dará salida al toro por su derecha. Cada picador tiene su propia manera de coger el palo. Lo más artístico y espectacular es tomar la vara más bien corta y cuando se arranca el toro hacerla deslizar entre la mano como si se le lanzase -"tirarle el palo" en el argot-, de modo que antes de que el toro llegue a contactar con el peto sea "detenido", forma inicial de defender a los caballos. Otros estilos de coger el palo más corto, también han sido muy efectivos.
La puya debe herir en el morrillo, zona musculosa anterior a la cruz. Picar trasero o en la punta de la paletilla supone dañar órganos vitales que después se traducen en caídas y falta de fuerzas. Otras de las ventajas antirreglamentarias que se utilizan contra el toro son la famosa “carioca” y “hacer la barrena”.
La primera, inventada por Miguel Atienza, fue en principio recurso para picar toros mansos, pero con el tiempo se convirtió en práctica habitual. Consiste en, una vez efectuada la reunión, hacer avanzar el caballo sin dejar que salga el toro de la reunión -tapándole la salida -, aflojándole el castigo y apretando para incitar al toro a seguir empujando. Barrenar es hurgar y mover la puya en la herida con intención de producir mayores desgarros.
El final del tercio lo determina el presidente haciendo flamear el pañuelo blanco. En muchas plazas se acepta que el diestro solicite el cambio de tercio desmonterándose cuando considera que el toro está suficientemente castigado, aunque no haya recibido las tres varas. En plazas como la de Madrid o Valencia los presidentes no admiten este sistema y los diestros se tienen que dirigir discretamente al delegado gubernativo o al alguacilillo. Una vez cambiado el tercio, si se trata del último toro de la tarde, el picador al abandonar el ruedo saludará al presidente destocándose el castoreño.
Fuente: Diputación Provincial de Valencia, publicada en Cuadernos Taurinos 4: Aquí se habla de la suerte de picar y de las maneras de ejecutarla con pureza. Textos de don JOSE LUIS BENLLOCH RAUSELL. Valencia 1989.