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Festejos Reales

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FUNCIONES REALES

 En todas las épocas, desde remotos tiempos, se han celebrado en España corridas reales de toros con lujoso aparato y gran suntuosidad, para solemnizar la coronación de reyes, desposorios reales, nacimientos de príncipes y grandes acontecimientos nacionales, o se han dado para festejar a reyes, príncipes o personajes extranjeros que han visitado nuestro país. 

Las funciones reales (propiamente dichas por observarse en ellas ciertas ceremonias no usadas en las demás) que se han celebrado en España con alguno de los motivos indicados, son las siguientes, que por orden cronológico enumeramos. 

La primera corrida de fiestas reales de que se tiene noticia es la celebrada en Madrid junto al muro de la Almudena, dispuesta por el moro Aliatar con motivo del nacimiento de Alimenon de Toledo, en que tomó parte el Cid Rodrigo Diaz de Vivar, la que reseña Moratín en sus célebres quintillas, y que, como dice muy bien el Sr. Sánchez Neira, debió tener efecto a mediados del siglo XX, puesto que el Cid murió el año de 1098. 

En 1107 se celebraron en la ciudad de Ávila, con gran pompa y ostentación, funciones reales de toros con motivo de las bodas de Velasco Muñoz con Sancha Díaz. En ellas dicen las crónicas que lidiaron juntos moros y cristianos, y danzó el moro Jazmín Hiaya con la infanta doña Urraca. 

En 1124, con motivo de las bodas del rey D. Alfonso VII con doña Berenguela, hija de los condes de Barcelona, hubo también tiestas reales, en que tomaron parte gran número de caballeros castellanos.

 El día 24 de junio de 1144 se celebraron en la ciudad de León grandes festejos, torneos y corridas de toros, cuando casó doña Urraca la Asturiana, hija de D. Alfonso VIII y de su dama doña Gontruda, con el rey de Navarra D. García VI, y según dice un cronicón, fueron tan brillantes como nunca se habían conocido. 

En los siglos XIII y XIV no tenemos noticia de que se celebrasen funciones reales de toros, y si alguna en ellos se verificó, que lo dudamos, no podemos dar noticia de ellas, porque en cuantos libros y crónicas hemos registrado, no se encuentra dato alguno que a ellas se refiera. 

El 20 de octubre de 1418 se celebraron notables fiestas de toros en Medina del Campo, con motivo del casamiento del rey D. Juan con doña María de Aragón. 

En 1436 se celebraron en Soria festejos reales en ocasión de la entrevista que tuvo el rey don Juan II con su hermana la reina de Aragón. 

En 1440 el conde de Haro dispuso en Bribiesca fiestas reales de toros para festejar a doña Blanca, esposa del príncipe D. Enrique, y a su madre la reina de Navarra. 

En 18 de abril de 1490, en la gran plaza de Sevilla, hubo notables fiestas y corridas reales para solemnizar las bodas de doña Isabel de Aragón con D. Alfonso, hijo primogénito del rey de Portugal D. Juan II, a las que acudieron muchas gentes de lejanas tierras. El rey, según el padre Florez, mantuvo por sí una justa y quebró algunas lanzas. 

En abril de 1528, en celebridad del nacimiento del príncipe D. Felipe, luego rey de España, se celebraron en el Campo del Moro fiestas reales de toros, con gran ostentación dispuestas por el rey don Carlos I de España. El rey rompió tres lanzas, picando el primer toro, matándole en la última: en la lidia le acompañaron caballeros españoles y alemanes. 

En enero de 1560, D. Iñigo de Mendoza, duque del Infantado, dispuso en Guadalajara espléndidas fiestas de toros con motivo del casamiento de D. Felipe II con doña Isabel de Valois. 

En noviembre de 1570, al casarse D. Felipe II con su cuarta mujer doña Ana de Austria, se celebraron fiestas reales de toros en Segovia, con gran fausto, costeadas por el duque de Béjar y D. Gaspar de Zúñiga, arzobispo de Sevilla. 

En mayo de 1573 se celebraron funciones reales en Madrid con motivo de la jura de D. Fernando, hijo de D. Felipe II, como príncipe de Asturias. 

En noviembre de 1585 se celebraron en el Prado de San Jerónimo corridas reales para solemnizar la jura de D. Felipe III. 

En 1619 D. Felipe III, terminada la reconstrucción de la plaza Mayor, hizo celebrar corridas reales, en que lidiaron caballeros de la corte en honra del soberano. 

En agosto de 1623, D. Felipe IV hizo celebrar fiestas reales de toros en la plaza Mayor de Madrid, con objeto de obsequiar a Carlos Stuard, príncipe de Gales, por su venida a la corte de España. Fueron brillantísimas y se desplegó gran magnificencia. En ella hubo diez cuadrillas, que eran la del rey, la de la villa, la de D. Duarte de Portugal, la del duque del Infantado, la de D. Pedro de Toledo, la del almirante de Castilla, la del conde de Monterey, que fue la que más llamó la atención, la del marqués de Castel-Rodrigo, la del duque de Sexa y la del duque de Cea. En ellas, por disposición del corregidor don Juan de Castro, se sacaron de la plaza, por primera vez arrastrados por un tiro de muías, los toros muertos en ella. 

Eu octubre de 1629 se celebraron en Madrid fiestas reales de toros y cañas con motivo del nacimiento del príncipe Baltasar Carlos, a las que asistieron el rey y las infantas. 

En julio de 1631 se celebran fiestas reales en la plaza Mayor de Madrid, a las que asistió el rey. A la mitad de la corrida hubo gran alarma, que causó bastantes desgracias, a causa de ver salir humo por la casa denominada de los Pañeros. La causa fue que unos niños se sentaron sobre unas chimeneas, en que se quemaba leña, impidiendo la salida del humo por las cañerías. 

Para celebrar la exaltación al trono imperial del cuñado del rey D. Felipe, el de Austria, D. Felipe III, se dieron en 1637 funciones reales de toros en la plaza Mayor de Madrid. 

En 1638 tuvieron efecto dos suntuosas corridas en la plaza Mayor de Madrid, con motivo de la venida a España del duque de Módena y del nacimiento de la infanta doña María Teresa, más tarde reina de Francia. Fueron en ellas caballeros en plaza Bonifaz, D. Luis Trejo, Barnavas y Bernardo de Guzman. El rey, la reina y el conde-duque de Olivares presenciaron las corridas desde la Casa-panadería. En ella formaron de espaldas al rey, pero debajo de su balcón, y en ala, sobre la arena, la guardia tudesca con alabardas. En una de estas funciones, D. Juan de Tarsis, conde de Villamediana, con gran maestría, mató un toro al primer rejonazo, lo que le valió una ovación. La suerte la había brindado a la reina. 

El año de 1647 se celebran corridas reales de toros para solemnizar la publicación de los desposorios del rey con doña Mariana de Austria, las cuales se verificaron en la plaza Mayor de Madrid. 

En enero de 1648 se celebran corridas reales en la plaza Mayor de Madrid, en las que hubo caballeros rejoneadores, para solemnizar el haberse convertido al cristianismo el príncipe de Fez. 

En 1653 se construyó una gran plaza de madera en el Retiro, que costó más de un millón de reales, y en ella se celebraron corridas reales con gran fausto para celebrar el natalicio del infante D. Felipe. Hubo seis cuadrillas de otros tantos caballeros de lo principal de la corte, compuestas las cinco primeras de 100 lacayos cada una y de 50 la última. El almirante de Castilla, que era uno de los caballeros, al pasar cerca del conde de Cabra, que era el jefe de la tercera cuadrilla, le clavó un rejón en una pierna, causándole una herida grave. 

En 1670 se verificaron en Zaragoza funciones reales en honor del príncipe D. Juan de Austria. 

En enero de 1630 hubo fiestas reales en la plaza Mayor de Madrid, muy fastuosas, por el casamiento del rey con doña María Luisa de Borbón. En ellas sobresalió el duque de Medina-Sidonia, que mató dos toros de dos rejonazos. También tomó parte en ella el joven sueco Kanismark, que estuvo a punto de perecer si en una caída no acude en su auxilio un lacayo. 

En febrero del mismo año, en la plaza Mayor, se celebran fiestas de toros por el cumpleaños de la reina, toreando en ellas el duque de Medina-Sidonia, que salió acompañado de 104 lacayos; el marqués de Camarasa, que llevó 110 negros; el conde de Rivadavia, con otros 110 negros; el conde de Casa-Palina, seguido de 104 lacayos; D. Cristóbal Moscoso, llevando 100 lacayos, y el Sr. Cea, con 40 lacayos también. 

En 1689, al casarse de nuevo el rey D. Carlos II con doña María Ana de Newburg, tuvo lugar en la plaza del Buen Retiro una corrida real de toros, en que hubo algunos encohetados. Al final de la fiesta se prendió un árbol de pólvora, que causó varias desgracias. 

Cuando en 1703 D. Felipe V entró en Madrid hubo en los meses de febrero y abril algunas corridas reales de toros, que no fueron tan fastuosas como otras, ni estuvieron tan concurridas, tal vez por haberse efectuado a la conclusión de una guerra civil, o porque el pueblo de Madrid no era por aquel entonces muy adicto al nuevo rey. 

El 27 de diciembre de 1714 se efectuaron suntuosas funciones reales por el casamiento de D. Felipe V con doña Isabel de Farnesio. 

En noviembre de 1725, cuando la elevación por segunda vez al trono de España del rey D. Felipe V, por fallecimiento de su hijo D. Luis, se celebraron en la plaza Mayor de Madrid funciones reales de toros, en las que rejoneó y lidió a caballo con gran maestría el hidalgo de Pinto D. Bernardino Canal, así como otros caballeros de la corte. Durante la corrida permanecieron colocados en los medios de la plaza dos hombres embozados y tapados con sus anchos sombreros, fingiendo conversar, y cuando las reses les acometían las sorteaban y quebraban el cuerpo. Se dijo que eran dos personajes de la corte o diestros en el arte de torear. La fiesta concluyó desjarretando la plebe a los últimos toros. 

En 1730 hubo corridas reales de toros en Sevilla, y D. Felipe V nombró a los caballeros en plaza, que tomaron parte, caballerizos de campo de su real persona. 

En 1759 se celebró en la plaza de toros de Madrid, derribada en 1874, una función real de toros, en celebración de la jura y proclamación del rey Carlos III, que fue magnífica. 

En 1765 se celebra en la derruida plaza de toros de Madrid una función real de toros, por orden de Carlos III, para obsequiar al príncipe Mecklemburgo-Strezlitz, hermano del rey de Inglaterra.  

En septiembre del año últimamente indicado se verificó otra en la referida plaza, con motivo de los desposorios del príncipe de Asturias (luego Carlos IV) con doña María Luisa y otra en diciembre del mismo año por igual causa, a que asistieron los novios ya casados, saliendo a rejonear cuatro caballeros vestidos a la antigua española.