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Capas y Pelos de los toros

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Con cualquiera de estos dos términos se designa en historia natural al conjunto de esas producciones tegumentarias y filiformes que se hallan cubriendo, a modo de librea propia, el cuerpo de los animales mamíferos; pero aquí, en lo que al exterior de los animales concierne, solo se emplean tales denominaciones con referencia al color o colores que ostentan dichos apéndices cutáneos. 

De manera, que cuando se dice que un animal posee tal o cual capa o pelo, vale tanto como decir que tiene o es de tal o cual color. 

El estudio de las capas o pelos comprende además esa multitud de particularidades, naturales o accidentales, que introducen en ellos diferencias de gran cuantía, considerado el asunto bajo el aspecto puramente práctico. 

Como dice M. Richard, si se quiere simplificar el estudio de los pelos, no debe otorgársele toda la importancia que se le da en teoría, sino atenerse sencillamente a lo hacedero, positivo y práctico, y la práctica enseña que esas ligeras variaciones de matices de un mismo color nunca constituyen por sí solas un carácter fijo con que poder reconocer un animal y distinguirle de cualquiera otro de su especie. 

Es extraordinaria la variedad de capas que ofrecen los animales, por cuya razón es necesario el hacer de ellos clasificaciones sistemáticas, más o menos ingeniosas, de escasa utilidad en el terreno de la práctica.

El estudio zootécnico del toro de lidia se ha realizado con gran detenimiento. Tratados completos, se ocupan detalladamente de cualquiera de sus caracteres étnicos. 

El toro, carece de la correlación étnica habitual en otras razas. No obstante, la coloración del pelo -igual que sucede con otros faneros- tiene, cuando se trata de identificar al animal, un valor distintivo. 

Los pelos son formaciones córneas, de origen epidérmico, que, distribuidas uniformemente, recubren la mayor parte de la piel, ejerciendo una función protectora. 

En los pelos hay que considerar su longitud, sección o calibre, color, crecimiento, proximidad, flexibilidad u ondulación, etc. Estos caracteres varían según la raza y el individuo. Las particularidades de estos faneros están asimismo influidas por el clima, edad, sexo, salud y régimen alimenticio. 

En estas reses, el interés mayor radica en la coloración de la capa, en cuanto que constituye el motivo de más fácil apreciación por el veterinario o el ganadero.

En el ganado vacuno las coloraciones simples del pelo son escasas. En gran número de casos, la combinación de diversas tonalidades da origen a la enorme variedad de pelajes. 

Asimismo, es preciso, al hacer la reseña, tener en cuenta la distribución del color y la intensidad en las distintas regiones del cuerpo, a la vez que cualquier otro detalle, positivo o negativo, que diferencie al animal. Así, pues, el toro bravo se caracteriza por la falta de "unidad cromática en los faneros". Esto ha dado lugar a una terminología técnico-taurina para designar las múltiples variantes de coloración de las reses.

Estas designaciones tienen su origen -de antiguo-, en el lenguaje de los pastores y gentes del campo. 

El profesor Sanz Egaña, que ha estudiado este problema, afirma que hasta 1850 no aparece una clasificaci6n formal del toro bravo. Esta nomenclatura se debió al profesor Nicolás Casas de Mendoza, quien recopiló en su libro de Exterior las principales capas del ganado bravo.

Con anterioridad, y en autores antiguos y clásicos, se hallan alusiones al pelaje del ganado vacuno, si bien de un modo circunstancial. Pero los nombres de las capas, que circulaban entre el público y los ganaderos, se recopilaron al fin por el mencionado profesor.  

Se sabe que el uro poseía pelaje negro listón, abundando también las tonalidades castaño oscuro y retinto en colorado. Capas que, por cierto, se presentan de igual modo en el ganado andaluz y salmantino.

 

 

Con admiración y respeto a Don Benito Madariaga de la Campa – El Toro de Lidia - 1966

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(1) Fanero      Producción exterior de la piel, aparente y persistente.