LAS CORRIDAS DE TOROS EN EL PERÚ - II
LAS CORRIDAS DE TOROS EN EL PERÚ – II –
Es imposible hablar de cuantas fiestas de toros se verificaron en Lima durante el virreinato. Solo nos referiremos a las más importantes o a las que desde el punto de vista taurómaco, hayan tenido alguna significación.
En 1659 y 1660 hubo diez funciones reales de toros por el nacimiento del príncipe Felipe, hijo de Felipe IV. Como en España, estas fiestas resultaban animadas y variadísimas, pues el virrey, conde de Alba de Liste, juega, cañas; intervienen caballeros rejoneadores; hay alcancía, fuegos, luminarias, pila de vino, toro con artificio de fuego por la noche, lucha de moros y cristianos, lanzada, volatín en una maroma, máscara ridícula y figuras alusivas a diversos temas. En la última fiesta (para los indios) montaron éstos en la plaza un castillo, al que rindieron tras un simulacro de lucha y «salieron dos indios a garrochar a los toros».
En años posteriores se verifican también fiestas de toros: en 15 de noviembre de 1667, con ocasión de la llagada del virrey conde de Lemos al puerto del Callao, se celebra una corrida en esta ciudad; el 24 de julio de 1668, otra en Lima, por el nacimiento de un hijo de este virrey, en la que se corrieron toros ensogados; el 8 de enero de 1670, toros y cañas; el 27 de enero siguiente, cuatro caballeros clavaron rejones: don Luis de Sandoval dio un rejonazo, sacando malherido el caballo; don Manuel de Andrade puso dos rejones, despedazando al toro; don Diego Manrique atravesó el cuello del toro con el rejón, y don Cristóbal de Llanos mató tres toros, por lo que fue vitoreado. El 13 de febrero de 1672 se corren toros ensogados; el 11 y 13 de agosto de 1674 se celebran corridas en el Callao a la llegada del virrey don Baltasar de la Cueva; el 6 de noviembre del mismo año, en celebración del cumpleaños de Carlos II, toros en la plaza Mayor de Lima. Con referencia a esta corrida entresacamos lo más sustancial: «Al primer toro que salió dio Oruña dos rejonazos y los toros le hirieron, y muy mal, dos caballos. Don Francisco León dio cuatro rejonazos y los toros le hirieron cuatro caballos y él hirió otro caballo en que iba, con su espada ancha por dar al toro; ya tarde le sacó de la silla un toro y a pie se fue para el toro, tomó su ancha en la mano y cara a cara le embistió y el toro lo arrojó en el suelo y lo maltrató, que le lastimó en la cara del golpe. Don Rodrigo de Mendoza entró solo en la plaza, de aventurero, en su caballo, con dos pajes y dos rejones y dos empleó bien y salió muy airoso, sin mudar caballo y con muchos vítores.» En la corrida de 22 Je diciembre de 1674 «salió al coso un hombre sobre un toro muy bravo puesto en sus lomillos y con espuelas y el toro dando millones de corcovos y él encima del toro sin hacer movimiento, y el toro sin freno, hasta que mataron al toro de un puntazo… La Plaza jamás ha estado de aseada y limpia y regada como esta misma tarde, sin estorbo de negros ni indios...»
En 1682 el virrey, duque de la Palata, prohíbe «llevar toros a las cercas y plazuelas de los conventos de religiosas para correrlos». El día 8 de diciembre de 1693, don Melchor Portocarrero, conde de la Monclova, vigesimotercer virrey del Perú, organiza una gran corrida en la plaza Mayor limeña para celebrar la reedificación del Cabildo, del palacio y de los portales de dicha plaza, destruidos por el terremoto de 1687.
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Con el nuevo siglo la fiesta de toros en el Perú comienza a tener un aspecto que, a lo largo de la centuria, evoluciona hacia el Predominio del toreo a pie, pues actúan con más regularidad toreros profesionales, da comienzo la edición de listas de los toros que saldrán en cada corrida, y los capeadores de a caballo (un modo de torear peculiar de este reino) trabajan en casi todas las funciones, sin olvidar los rejoneadores profesionales, que también figuran.
En octubre de 1701 se verifican en Lima fastuosas fiestas de toros para celebrar la proclamación de Felipe V. En ellas es donde aparece el primer listín o lista de los toros, antecedentes del cartel, en que se consignan los nombres de los astados, las pintas de éstos y las ganaderías de que proceden: «el Gallardete», Overo, de Huando; «el Invencible», retinto, de Bujama...»
Al nacer el príncipe de Asturias, Luis Felipe — después Luis I —, hubo fiestas reales de toros. Con motivo de sus bodas se verificaron seis corridas en abril de 1723, y al año siguiente corriéronse toros también por haber sido jurado don Luis, heredero de la Corona de las Españas.
Por aquellos años se festejaron con corridas dos canonizaciones: la de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, en 1729, y la de San Francisco Solano, en 1734.
El 29 de julio de 1737 se corrieron veintidós toros en el pueblo de Surco. He aquí cómo se expresa el autor de un folleto referente a esta fiesta y en el que, como se ve, los caballeros prefieren los toros chicos:
«Y porque ordena Apolo justiciero
que se prevenga coda cavallero
para torear bisarros y famosos
no toros grandes, pero sí furiosos,
porque siendo pequeños
son menos peligrosos los empeños... »
Al concluir el primer tercio del siglo XVIII eran abundantes los toreros que ejercían en el Perú esta profesión, actuando principalmente en corridas ordinarias y hasta en los pueblos más pequeños, aunque en las listas de toros, donde ya figuraban por esa época las divisas de las ganaderías, no aparecen, sin embargo, los nombres de aquellos lidiadores.
En el año 1756 se erige en Lima la primera Plaza de toros, pero de madera. Los productos de las corridas en ella verificadas estaban destinados a la reconstrucción del Hospital de San Lázaro, destruido por el terremoto de 1746.
En la plaza Mayor de Lima, y en 1760, se celebra una real fiesta de toros para festejar la elevación al trono de Carlos III. Dos años después, en la misma plaza, cuatro corridas como agasajo al nuevo virrey, don Manuel de Amat. Durante el mandato de este virrey se construiría la Plaza firme del Acho, estrenada sin concluir con una corrida el domingo 17 de febrero de 1766, No por ello dejan de correrse toros en la plaza Mayor, especialmente cuando se trata de fiestas reales, y en diversas plazuelas y hasta en el teatro. Los limeños se sentaban, en la plaza a las diez de la mañana para presenciar el encierro y no se levantaban hasta lidiados, por la tarde, los veinte toros de que solían constar las corridas por aquella época.
En la temporada de 1780 ya figuran en la Plaza del Acho los nombres de los lidiadores: «Matadores: Manuel Romero, el jeresano, y Antonio López, de Medina Sidonia. Picadores y rejoneadores: José Padilla, Faustino Estado, José Román y Prudencio Rosales. Capeadores de a caballo: José Lagos, Toribio Mújica, Alejo Pacheco y Bernardino Landaburu.»
Por la exaltación al trono de Carlos IV, celebráronse en la plaza Mayor de la capital, y durante el año 1790, varias corridas reales. En ellas intervinieron rejoneadores profesionales, capeadores, doce toreros de a pie (cuyos nombres no se consignan), dos desjarretadores...
Las últimas corridas del siglo son: cinco fiestas reales en 1791 para agasajar al virrey fray Francisco Gil de Taboada, en la plaza Mayor, con rejoneadores, capeadores y doce toreadores divididos en dos cuadrillas: la de Miguel Utrilla y la del peruano José Picí. Las temporadas de 1792, 93, 94 y 95 siguieron desarrollándose normalmente en Acho. Al siguiente año de 1796 hubo cinco corridas reales en la plaza Mayor para recibir al nuevo virrey, marqués de Osorno, en las que intervinieron capeadores de a caballo, rejoneadores y matadores, banderilleros y picadores europeos y doce toreadores del país, cuyos nombres no figuran en el cartel. Tres corridas extraordinarias más presenciaron los limeños en su plaza Mayor el año 1797, organizadas para allegar recursos con que terminar las torres de la catedral. Ese mismo año la temporada continuó normal en el Acho, donde desde algunos años atrás se acostumbraba echar un toro para ser lidiado por aficionados bisóños, algunos de los cuales se harían toreros profesionales.
Por: Don Francisco López Izquierdo
En recuerdo, admiración y respeto a Don Francisco López Izquierdo -ver -
BDCYL - Semanario Gráfico de los Toros – El Ruedo – Madrid, 01 de octubre de 1959