×

Mensaje

Este sitio web utiliza 'cookies' para ofrecerle una mejor experiencia de navegación.

Ver documentos de la Directiva e-Privacy

Ha rechazado el uso de cookies. ¿Desea reconsiderar su decisión?

SALTO SOBRE EL TESTUZ - 2 -

Atrás

 

SALTO SOBRE EL TESTUZ

Hay dudas respecto de si fue Lorenzo Fernández (Lorencillo) o José Cándido quien practicó primero el salto sobre el testuz, pero de todos modos se sabe que ambos lo ejecutaron con general aplauso e igual maestría.

Hay dos modos de darle: uno consiste en esperar la acometida del bicho a pie firme y en el momento de la humillación poner un pie en el nacimiento de las astas, y dejándose impulsar por el derrote, caer de pie por la cola. 

En la otra forma se practica corriendo el diestro al encuentro del toro, y en el centro de la suerte y cuando llega al embroque, aprovechar el momento en que humilla para saltar como queda dicho.

Este salto debe ejecutarse únicamente con los toros boyantes que conservan facultades, y nunca con los revoltosos, porque el mismo celo que tienen por todos los objetos y la facilidad de sostenerse sobre las manos, parando de pronto la carrera, puede hacer que se detengan y viendo el bulto por encima rebrinquen y lo enganchen.

Detrás del lidiador que vaya a ejecutar este salto, como en todos los demás, deben situarse convenientemente uno o dos toreros para llamar la atención de la res, o auxiliarle después si fuese preciso.

Las raras veces que hemos visto a los diestros españoles intentar este salto han resultado cogidos. Por eso se le llama también salto a la eternidad.

El salto de cabeza a cola, que dio por primera vez en España el célebre saltador francés Paul Daverat, es semejante al del testuz que queda descrito y consiste en saltar ¿sin apoyarse en punto alguno de la res, cayendo pasada la cola del cornúpeto.'

Como aquel, puede ejecutarse de dos modos: o bien esperando el diestro a pie firme la acometida, saltando cuando engendra la cabezada, o ya saliendo en la rectitud del toro con la velocidad necesaria, y en el instante en que humilla saltar, sin otro auxilio que el impulso del cuerpo del lidiador.

Un peón debe meter el capote con oportunidad para que el toro, atraído por él, continúe su viaje, haciendo caso omiso del bulto que ha desaparecido de su vista.

 

 

 

En recuerdo, admiración y respeto a D. Leopoldo Vázquez y Rodríguez, Luís Gandullo y D. Leopoldo López de Saá - La Tauromaquia - 1895