1 -"- CAPEO A LA NAVARRA -*- CONCEPTO -
Dibujo: Don Daniel Perea
CAPEO A LA NAVARRA
Fue uno de los primeros en dar a conocer este brillante capeo el célebre Martín Barcáiztegui (Martincho), y constituyó la suerte favorita de Francisco Arjona (Cúchares), quien la ejecutaba con notable maestría. Debe practicarse únicamente con los toros bravos que conservan muchos pies, y con los revoltosos.
Con los que se ciñen o ganan terreno, resulta de gran exposición.
Por eso, sin duda, la musa popular ha dicho:
Capeo a la navarra
tiene mi niña,
y con ella no hay hombre
que no se ciña; ,
de tal manera,
que siempre está encunada
cuándo torea.
Con los toros de sentido, los burriciegos y tuertos del derecho, no sólo es muy expuesta, sino que resultará siempre arrollada y sucia.
Para llevarla a efecto, se colocará el diestro como si fuese a torear a la verónica; marcada la embestida de la res, se comenzará a tender la suerte hasta que, ya entrada en jurisdicción, estando bien humillada y pasada la cabeza, el matador retira el capote por bajo y da una vuelta en redondo girando hacia el lado contrario al que haya marcado la salida, volviendo a quedar frente al toro.
Conviene ejecutar esto después que, haya pasado la cabeza, porque de este modo el bicho tarda más en revolverse y el diestro, por el contrario tiene suficiente tiempo para, consumar la suerte con limpieza y sin peligro alguno.
Con los toros revoltosos se debe tener la precaución de cargar más la suerte que con los bravos y boyantes y despedirlos hacia fuera con un marcado quiebro del cuerpo para estirar sin peligro los brazos y sacar el capote.
También se debe imprimir más rapidez a la vuelta, para, rematarla antes que el toro se reponga.
Si por retrasarse el diestro en dar dicha vuelta y haber marcado poco la salida, el toro se revolviese prontamente buscando el engaño que se le escapó, entonces, y para mejorar el terreno, dará de espaldas los pasos que juzgué necesarios, y en lugar de repetir el capeo de que nos ocupamos, lanceará á la verónica.
Aunque, como queda consignado, no debe torearse a la navarra más clase de toros que los bravos y boyantes y los revoltosos que tengan muchas facultades, sin embargo, algunos la ponen en práctica también con los que se ciñen y los tuertos o reparados de la vista izquierda.
A los que se ciñen se les tirará la capa cuando hayan tomado ya el terreno de afuera, y a los tuertos o reparados del izquierdo se les retirará el engaño, como a los bravos.
El diestro que no tenga en las piernas suficiente poder y flexibilidad, no debe intentar en modo alguno el capeo a la navarra, so pena de verse expuesto, no al deslucimiento de la suerte, sino a un serio percance.
Cuéntase que en la corrida celebrada el lunes 3 de Mayo de 1858, en que actuaban como matadores Cúchares y Cayetano Sanz y se lidiaban reses de D. Justo Hernández y D. José Rafael Cabrera, salió un quinto toro de muchísimo cuidado, al que el célebre Pablo Herráiz, que ya había actuado de sobresaliente en otras corridas, quiso, mostrando una impremeditación disculpable por su buen deseo, lancear a la navarra; pero con tan mala fortuna, que al dar la vuelta, el toro le encunó y estuvo a punto de causarle un desaguisado.
La noche de la ocurrencia, varios aficionados que rodeaban a Cúchares en la célebre taberna de la calle del Príncipe, comentaban el hecho y discutían acaloradamente acerca de la forma en que debía efectuarse el susodicho capeo a la navarra.
Cuchares guardaba silencio.
—¿Y usted, señor Paco, cómo entiende que se ha de hacer?—le preguntó uno.
—Con mucho sentío, muchas piernas y estando mu suerto de aquí.
Y con los brazos tendidos simulaba la suerte.
—Pues todo eso lo reúne Pablillo, y ya ve usted.
—El es el que tié que ver.
—Es buen peón.
—¿Sabe usted lo que le digo?—contestó reposadamente el torero. —Que al mejor peón le falta muchas veces cuerda.
Sacando su correspondiente moraleja a la sencilla contestación del matador célebre, diremos que el diestro que no tenga el conocimiento exacto de lo que es la suerte y las facultades precisas para ejecutarla, haciéndola a salga lo que saliere, es casi seguro que, como a Herráiz, le faltará la cuerda y saldrá bastante peor que encunado.
En recuerdo, admiración y respeto a D. Leopoldo Vázquez y Rodríguez, Luís Gandullo y D. Leopoldo López de Saá - La Tauromaquia - 1895