BANDERILLAS - AL SESGO - 1
BANDERILLAS AL SESGO
Dibujo D. Daniel Perea
Efecto del cansancio adquirido en la suerte de varas, o buscando una defensa natural contra tantos que le hieren y burlan, algunos toros suelen aplomarse, y toman querencia a las tablas, sin que ni el continuo capotear de los peones ni los ardides de que se valen los que ocupan el callejón, ardides siempre mal empleados, puesto que en la lidia todo ha de ser noble y no traicionero ni forzado, sin que nada logre sacarlos del sitio elegido por ellos, el encargado de poner banderillas se ve entonces en la precisión de renunciar a colocarlas cuarteando, que es lo más general, presentándosele como único recurso la forma de banderillear al sesgo.
Para ejecutarla se procurará que el toro que no ha consentido salir de las tablas se coloque más ó menos terciado con ellas y conserve esta actitud, lo que se consigue conque un peón, siempre un peón, situado detrás de la barrera le llame la atención con el capote hasta el momento en que parta el banderillero, que se colocará al hilo de las tablas, hacia el punto en que la res tiene la cabeza.
En esta posición cita, y en cuanto el cornúpeto le ve, sin dar tiempo a que cambie la postura que tiene, saldrá el lidiador hacia él, y al llegar a la cara, sin cuadrar, meterá los brazos, clavará las banderillas y seguirá su viaje con toda la ligereza posible a buscar refugio en el callejón, si fuese necesario, y el toro arrancará tras él, sin hacer caso, bien del lidiador, que procurará entretenerle de nuevo, o bien del torero dispuesto a parar o llevarse el toro en dirección contraria a la que tomó el banderillero.
El lidiador que vaya a practicar esta suerte no debe detener un momento su carrera ni pararse al clavar los palos, porque de hacerlo el embroque es seguro y la cogida inevitable.
Muchos han sido los banderilleros que la han practicado; pero pocos han conseguido el lucimiento y seguridad que tenía Pablo Herráiz, después del que, en justicia, merece mención especial Rafael Rodríguez "Mojino".
Se debe, así mismo, tener muy en cuenta que en esta, suerte lo hace todo el banderillero, y que es muy comprometida por las condiciones en que los toros se encuentran, generalmente muy avisados y de sentido.
En cuanto el diestro observe, una vez emprendido el viaje, que la res se vuelve o endereza demasiado, procurará enmendar el terreno para salirse de la suerte.
Decía Montes, ocupándose de ella, que debe ser practicada con toros Cansados y aplomados casi, cuando se les observa querencia a las tablas o a otro punto, y que el lidiador, para llevarla a cabo, debe colocarse detrás y al lado del toro, a una distancia relativa y con arreglo a las facultades del animal, y sin que éste le vea se irá derecho a la cara, y al llegar, meterá los palos, saliendo por pies, procurando no cuadrar, porque de hacerlo, al volverse el toro hay un embroque de cuadrado sobre corto, donde no existe recurso alguno para evitar un percance.
Añade que para que haya seguridad completa en ella, es necesario de todo punto que el toro no tenga facultades, que esté aplomado en sitio propio y que se salga con todos los pies.
Esta suerte, dice, es diferente en todo a las demás; si en otras es indispensable que el toro arranque, humille, entre en jurisdicción y tire el hachazo, y que el diestro pare un momento siquiera, que cuadre, que haga un quiebro, etc., en ésta sólo es de precisión que el toro permanezca inmóvil y que el torero, en lo más veloz de su carrera, clave las banderillas, sin hacer más diligencia que si fuese a ponerlas en la pared.
Si en el momento de haber emprendido la carrera hacia el toro observa que se vuelve algún tanto, cambiará el viaje para salirse de la suerte, o banderilleará a la media vuelta, que es de más seguridad.
Esta suerte, llamada a vuelapies, porque el diestro la ejecuta marchando con la mayor velocidad que pueda imprimir á sus piernas, y sin detenerse un momento, añade luego el célebre espada, puede ejecutarse con toda clase de toros, siempre que estén en las condiciones ya referidas.
Según nuestro criterio, la mejor manera de llevarla a cabo y obtener mayor seguridad y efecto es la forma en que la explicamos primeramente; ésta es quizá la única que vemos practicar hoy, ó, por lo menos, la que más generalmente se usa cuando los toros reúnen las condiciones que se han detallado.
En recuerdo, admiración y respeto a D. Leopoldo Vázquez y Rodríguez, Luís Gandullo y D. Leopoldo López de Saá - La Tauromaquia - 1895