BANDERILLAS - AL CUARTEO - 1
BANDERILLAS AL CUARTEO
Dibujo por D. Daniel Perea
Par de banderillas al cuarteo
Este modo de banderillear, que se presta a mucho lucimiento con toros bravos y boyantes, se efectúa con los sencillos en la forma siguiente:
Se coloca el diestro en el terreno de afuera, frente al toro, que estará en el opuesto, distanciándose con arreglo a las mayores o menores facultades que haya presentado la res, procurando cuadrar tan luego como ésta se fije en el bulto, por medio de movimientos del cuerpo o los brazos.
Conseguido lo que antecede, el banderillero cita y sale describiendo una curva, cuyo remate será el centro de la suerte en el que se debe cuadrar con el toro, meter los brazos en el momento en que éste humilla y tomar su terreno saliendo con presteza.
Esta forma de practicar la suerte es muy lucida, porque como en el momento de cuadrar está el lidiador fuera del embroque, puede aguardar el derrote sin compromiso, en cuyo instante, y teniendo los palos a la distancia conveniente, el mismo empuje del toro le ayuda á clavarlos.
Puede efectuarse también de otro modo.
Consiste en clavar las banderillas antes de cuadrar y de que el toro embista, para lo cual estando el lidiador en el embroque consintiendo mucho para alcanzarlo en la humillación, y en este preciso momento coloca los palos y toma su terreno, porque en tal caso no puede esperar el derrote como hace en la forma anteriormente descrita.
Pareando en esta segunda forma, el lidiador debe inclinar el cuerpo lo menos que le sea posible, pues de fracasar lo que intenta el encuentro con el testuz es casi inevitable y tremenda la cogida que puede resultar, teniendo en cuenta que de todas las suertes la de mayor peligro es la de banderillas, por ejecutarse a cuerpo limpio, tener que aprovechar el instante en que el toro se prepara a dar impulso a su acometida y presentar más el costado y el pecho.
El diestro debe procurar que los palos guarden entre sí la menor distancia, poniéndolos en los rubios uno a cada lado, para lo cual es preciso llevar juntas las manos y levantados los codos sin violencia.
Como ordinariamente se colocan tres pares a cada toro, el banderillero que entra en primer lugar debe hacerlo por el lado que sea más sencillo, a fin de que la res pase al tercio siguiente con la cabeza todo lo más ahormada que sea posible.
Esto evidencia la necesidad que hay de que los banderilleros pareen tanto por un lado como por el otro.
Y cuando así no sucede se debe evitar que los dos que lo ejecuten sean derechos o izquierdos, es decir, que entren con más desahogo y facilidad por uno de los dos lados, sino que han de ser uno derecho y otro izquierdo, entrando por delante el que tenga predilección por el sitio que el toro esté menos avisado, sin guardar los turnos que hoy vienen observando, a fin de que el toro guarde menos resabios cuando llegue manos del matador, cuyo lucimiento deben procurar los banderilleros antes que el suyo propio, y esto solamente se consigue con la obediencia y práctica de las reglas.
Si el toro que ha de banderillearse al cuarteo es revoltoso, se efectuará la suerte en la misma forma que con los boyantes y sencillos, sin otra variación que la de salir más velozmente en cuanto se clava los palos, porque cuando la res se rehace vuelve sobre el bulto, y si el lidiador se ha detenido más de lo necesario y el toro tiene muchas facultades, es segura la exposición del banderillero.
Con esta clase de toros, siempre celosos por hacerse con los bultos, sobre los que arrancan con rapidez, debe tener el lidiador muy en cuenta el momento preciso de su arranque y la medición exacta de los terrenos, para no verse en la situación de tener que salir en falso y pasarse sin clavar, lo que, a más de resultar desagradable y decir muy poco en favor del conocimiento de quien lo ejecuta, es muy expuesto y hace aprender muchísimo a los toros.
Los espadas que velen por su prestigio y el rigorismo en la aplicación de las buenas prácticas del toreo, deben cuidar esto muy mucho, y recordar lo ocurrido, a propósito del caso, al célebre José Redondo "Chiclanero", cuando figuraba en la cuadrilla de Francisco Montes; aquel espada dotado de una inteligencia clarísima y de voluntad y energía tan grandes, que no toleraba en el redondel ni la más leve falta a los lidiadores, para imprimir al arte todo el clasicismo que a su parecer debía ostentar.
En una tarde en que el referido Chiclanero estaba encargado de poner banderillas, se pasó dos veces ante la cara sin meter los brazos. Cuando volvía del segundo viaje para tomar nueva posición, oyó la voz de Montes que le decía:
«Muchacho, retírese usted al estribo para que aprenda cómo banderillean los demás», obedeciendo el Chiclanero inmediatamente y sin oponer la más pequeña réplica.
Y esto que hizo Montes con su discípulo predilecto, con el niño mimado de su cuadrilla, debían hacer hoy los espadas siempre y cuando los banderilleros saliesen en falso sin motivo ni necesidad justificada más de una vez, porque al toro que no se le puede banderillear de un modo por sus condiciones de momento, se le banderillea de otro apropiado a ellas, y el golpe de vista consiste en saber antes de entrar la forma en que, según las condiciones de la res, debe ser practicada la suerte.
Las salidas en falso repetidas, demuestran claramente o que no hay valor necesario para llegar a la cara o un desconocimiento superlativo de lo que se intenta.
Los toros que se ciñen son buenos para banderilleados al cuarteo y prestan a la suerte mucho lucimiento, puesto que, cuanto más se ciñan, de tanto más efecto resulta.
Para ejecutarla con esta clase de toros debe el lidiador citar desde mayor distancia que a los toros boyantes y revoltosos, para que si el animal es muy vivo no encuentre el diestro la salida tapada.
A pesar de no ser muy a propósito para banderilleados al cuarteo, también puede con ellos ejecutarse la suerte.
Si una vez hecho el cite y al acercarse el diestro, el toro permanece parado, se le banderilleará como a los antedichos; pero si arranca, entonces el diestro sale derecho hacia la cara, observando con cuidado el terreno a que el toro se inclina, y cuando llegue cerca de él, hará rápidamente el cuarteo, buscando la salida por el lado opuesto al que la res tiene marcada propensión de inclinarse, y como cuando el diestro le señala el viaje tiene poca tierra para cortarle, podrá terminar la suerte con seguridad.
Cuando el cuarteo se inicia desde larga distancia con toros que cortan el terreno, los lidiadores se encontrarán casi siempre con la salida tapada, porque señalándoles el viaje con demasiada anticipación tienen tiempo bastante a cortarle e impedir la ejecución de la suerte.
Si el banderillero consigue en tal caso pasar y ganarle la cara, tendrá que salir en falso la mayor parte de las veces, y con exposición, si el animal conserva facultades.
Para banderillear a esta clase de toros con menos peligro cuando tienen muchos pies, será oportuno que los peones que auxilian, con el menor número posible de capotazos le quebranten la fuerza en los remos.
Esto que decimos con los toros que cortan terreno, no debe hacerse con los boyantes en modo alguno, porque no ofrecen riesgo para el lidiador, y resulta tanto más lucida la suerte cuantas más facultades conserven en las patas.
A pesar de esto, actualmente presenciamos, a ciencia y paciencia, que antes que un banderillero entre en suerte, los peones de auxilio tiran tal número de capotazos sin ton ni son, que no hay toro que los resista ni deje de aburrirse, contribuyendo al descrédito de todos y a que no pueda efectuarse suerte alguna en lo sucesivo con sujeción al arte, porque los toros se descomponen y resabian en alto grado, impidiendo, no ya meter los brazos, sino ni aun siquiera acercarse á ellos con tranquilidad.
El mayor inconveniente que presentan los toros que se ciñen cuando el diestro sale marcándoles el cuarteo con demasiada anticipación y los bichos tienen espacio para ganarles mejor el terreno, es que al unirse en el centro, el toro no ha sufrido destronque alguno por rematar sobre el mismo terreno que el lidiador, y como éste no le aventaje en facultades, se verá necesariamente alcanzado en su salida de la cara.
Creemos, por consiguiente, de necesidad, establecer esta, conclusión, como una regla para el caso:
«Hacer el cite a bastante distancia; salir en viaje directo hasta la cara, y cuando medie entre ambos poco terreno, ejecutar el cuarteo, para que el toro corte lo menos posible, llegar al centro de la suerte, clavar los palos y salir por pies.»
A los toros de sentido hay que tomarlos con bastantes precauciones por los inconvenientes que tienen de taparse o quedarse en el centro de la suerte, observando el viaje del lidiador.
A pesar de esto se banderillean con seguridad, efectuándolo como a los que ganan terreno, procurando meter los brazos desde fuera en la humillación, no parándose un momento y saliendo con mucha rapidez.
Si el lidiador viene embrocado, al salirse el toro por el lado que se le da, se efectúa un quiebro, y sin cuadrar ni parar en él viaje se le clava, si es posible, el palo del lado del embroque, con lo que el toro se escupirá un poco, y fuera ya, y sin peligro, podrá entonces ser clavado el otro, saliendo inmediatamente a la carrera, teniendo en cuenta que para el efecto del público la colocación de los palos debe parecer simultánea; pero nunca se debe intentar la colocación de la segunda banderilla sin ver que el toro se ha escupido, pues de verificarlo sin esta circunstancia, el percance es seguro.
Para hacer vistosa esta suerte y alejar de ella el peligro cuanto sea posible, tratándose de toros de sentido, es necesario quitar a éstos las facultades, con lo cual, y no olvidando lo ya indicado, desaparece el peligro.
Así y todo, se taparán alguna vez y so quedarán otras; pero como ya no tienen poder en las piernas, el diestro puede salir con tranquilidad.
Cuando en estas circunstancias el toro no humille y se tape, y en el centro de la suerte empiece a tirar derrotes sobre alto, entonces, si no se quiere desistir por amor propio de poner los palos en esta forma, podrá conseguir el lidiador su propósito llevando en la mano del lado del toro, además de la banderilla correspondiente, un capote liado, que se le tirará al hocico en el momento de entrar en jurisdicción, con lo que se conseguirá que humille, aprovechando este instante para clavar y salir.
Algunos diestros han logrado esto arrojándoles desde distancia conveniente la montera, aprovechando el momento en que el toro hacía por ella para meter los brazos y clavar las banderillas.
El célebre Pablo Herráiz, valiéndose del medio indicado, ha puesto muchísimos pares de gran lucimiento a toros de sentido y que no podía hacérseles humillar.
A los abantos sea les parea fácilmente al cuarteo, siempre que no se salgan de la suerte, dejándolos llegar mucho, sin riesgo de meter las banderillas estando embrocado, pues apenas sienten el arponcillo se echan fuera sin volverse en busca del diestro.
Además de cuanto se ha dicho respecto a lo que debe cuidar y mirar el diestro para clavar banderillas, al cuarteo, en cada clase de toros según las condiciones que presenten, debe tener en cuenta que a toros que marchen hacia alguna querencia es preciso tomarles la delantera suficiente para poder ganarles la cara y meter los brazos con desahogo.
Con los toros que ganen terreno y los de sentido, difícilmente se podrá efectuar, ejecutándose mejor la suerte esperándolos en la querencia, saliéndolos al encuentro al verlos próximos haciendo el cuarteo de forma que lo vea libre en el remate de la suerte, lo que le facilitará la salida sin temor a contratiempo alguno.
Algunos denominan pares de sobaquillo a los que pone el diestro entrando como al cuarteo, sin cuadrarse, dejando pasar la cabeza y saliendo por pies, cuando únicamente deben ser denominados así los al cuarteo o al sesgo que clava el lidiador sin ver dónde los pone por falta de serenidad en el encuentro.
Dibujo por D. Daniel Perea
Par de banderillas al sobaquillo
En recuerdo, admiración y respeto a D. Leopoldo Vázquez y Rodríguez, Luís Gandullo y D. Leopoldo López de Saá - La Tauromaquia - 1895