- MULETA - PASE REGULAR o NATURAL -
MULETA - PASE REGULAR o NATURAL
Pase natural
Dibujo por Macías
Se da este nombre al que se ejecuta colocado el diestro en la rectitud del toro, teniendo la muleta con cualquiera de las dos manos y haciendo el cite desde una distancia arreglada a las facultades que conserve la res, terrenos que ocupe y resabios que haya adquirido durante la lidia en los tercios anteriores. Cuando el animal llegue a jurisdicción y tome el engaño se cargará la suerte, que se remata girando y estirando el brazo hacia atrás con sosiego, describiendo con los vuelos de la muleta un cuarto de círculo, a la vez que se imprime a los pies el movimiento preciso para que una vez terminado el pase quede el diestro en disposición de repetirlo.
Si el toro es boyante puede el espada tener la muleta completamente cuadrada, considerando que esta clase de reses van siempre por su terreno, toman el engaño con sencillez y rematan bien la suerte, siendo únicamente preciso perfilarla en el momento de cargar la suerte para, marcarle la salida.
Si el cornúpeto no se para al ser rematado el pase y continúa persiguiendo la muleta, se repite el giro las veces que sea preciso, conservando el espada su terreno con la quietud necesaria.
A la continuidad del pase natural, y en el momento en que el lidiador y el toro hayan dado una vuelta completa, es decir, que ocupen las posiciones que tuvieron en un principio, se da el nombre de pase en redondo, considerado como de gran castigo, porque el toro describe un círculo marchando siempre arqueado y en posición violenta, que le quebranta, no sólo en las facultades que pueda tener, sino en la médula espinal.
Con los toros que se ciñen, la muleta debe presentarse en dirección oblicua, debiendo el lidiador adelantar el cuerpo lo necesario hacia el terreno en que haya de cargarse la suerte, para que una vez consumada ésta, pase ocupar el torero el centro que va dejando la res.
Cuando los toros son de sentido, como distinguen perfectamente el cuerpo del engaño, la muleta debe perfilarse mucho delante del cuerpo, de modo que no vea más que un objeto, sobre el que partirá, y al tomarlo, el diestro, que habrá tenido quietos los pies, se mete en su terreno, le cuadra la muleta, empapa bien y da el remate cuando esté fuera del centro, sacando la muleta por alto.
A los huidos se cuidará de empaparlos mucho para que no vean la salida y se vayan, teniendo la precaución al rematar el pase, de no marcarles demasiado viaje, sino, por el contrario, procurar no despegarles la muleta de la cara hasta el momento preciso para poder de nuevo hacer que la tomen.
Si los toros se quedan cerniendo en el engaño, el espada cuidará de no mover los pies hasta que la tome por completo o se escupa, porque de hacer cualquier movimiento, se saldrá huyendo, dejando desairado al lidiador o se meterá en terreno del diestro llevándoselo por delante.
Esto se evita toreándolos muy en corto y quedando prevenido por si toman el terreno contrario al que se les marca, volver la muleta y dar el pase de pecho.
Cuando el toro que se haya de pasar esté aplomado, se adelantará mucho la muleta, perfilándola u oblicuándola, porque estando cerca, caso de tenerla cuadrada, como el bicho parte con el deseo de coger, es lo más probable que logre alcanzar. Los toros que se aploman, no es generalmente por falta de facultades, sino porque van haciéndose de sentido o buscan una querencia donde se defienden, y es difícil entrar al diestro.
Para torearlos de muleta con alguna seguridad, será conveniente que los peones les hagan abandonar la querencia, economizando el número de capotazos y les quebranten las facultades si las conservan.
Una vez conseguido este objeto, puede toreárseles con seguridad en la forma dicha, sin olvidar el sitio de la querencia o terreno en que estaban, para darles hacia aquel lado la salida, cuando se ve que tienen hacia él marcado cariño.
Cuando los toros derrotan alto o se tapan y desarman, el diestro debe dejarlos llegar bien a la muleta, bajando ésta lo más que le sea posible al cargar la suerte, a fin de quitarles los referidos resabios, que dificultarán siempre el que el matador pueda meter bien el brazo en el momento de la estocada.
Si los toros se cuelan al tomar el engaño o se revuelven con gran prontitud sin dar tiempo al espada para prepararse de un pase a otro, el matador ordenará a un peón que se coloque en el terreno de afuera a fin de que meta el capote cuando la res, llegando a jurisdicción, tome la muleta, para que distraída con esto, no se revuelva, dando tiempo al espada para prepararse otra vez.
Un solo peón bastará para distraer al toro; pero habiendo más de uno, se producirá el efecto contrario, pues la afluencia de lidiadores presentará muchos puntos de mira a la res, que vacilará, no sabiendo a cuál dirigirse, y se hará menos manejable para la labor del espada.
Con las demás clases de toros, el peón es innecesario, porque su intervención servirá únicamente para deslucir la faena del que mate, teniendo presente que el animal al rematar un pase, arrancará tras el capote del que pretende ayudar, dejando desairado al espada.
Se prescindirá, en absoluto, de los pases naturales con los toros que tengan tendencia á humillar.
Con los encampanados o que lleven la cabeza muy alta,
se procurará bajar la muleta cuanto sea posible, inclinando el cuerpo y estirando los brazos cuanto se pueda a fin de que no pueda dar el derrote en manera alguna, sino en el pico del engaño.
El matador que no tenga mucha práctica en su ejecución, no debe intentar el pase natural en la forma indicada, sino cuando esté seguro de la nobleza de su adversario, y esto sin llegar al abuso, para evitar que el toro sufra un gran destronque y que se convierta en manso o quedado en demasía.
El pase natural se engendrará y rematará lo mismo con una o con otra mano, debiendo el espada tener en cuenta que es el más lucido y de más efecto el que se da sobre la mano izquierda, porque efectuándose con la derecha, como hay más trapo ante la cara de los toros, a causa de desarrollarla más con la punta del estoque, que necesariamente lleva en la misma mano, el público juzga que es menor el peligro del matador.
Los pases naturales dados con la mano derecha, están indicados cuando los toros se acuestan del lado izquierdo o cuando toman las tablas, para irles llevando poco a poco a terreno conveniente, y cuadrarlos e igualarlos en él entrando entonces a matar con eficacia en la forma denominada al volapié.
En recuerdo, admiración y respeto a D. Leopoldo Vázquez y Rodríguez, Luís Gandullo y D. Leopoldo López de Saá - La Tauromaquia - 1895