×

Mensaje

Este sitio web utiliza 'cookies' para ofrecerle una mejor experiencia de navegación.

Ver documentos de la Directiva e-Privacy

Ha rechazado el uso de cookies. ¿Desea reconsiderar su decisión?

LAZAR (Suerte del Toreo Mexicano)

Atrás

   

* LAZAR *   

Por: M. del Todo y Herrero

 Sin el plausible deseo del valiente diestro Ponciano Díaz de apreciar y estudiar el toreo en sus mismas fuentes, no hubiéramos tenido ocasión de conocer la parte peculiar del mexicano, compuesta de las diversas suertes que en conjunto reciben el nombre de jaripeo, y practicadas recientemente en nuestro circo taurino por el mismo con el concurso de los charros Oropeza y González. 

 

Entre estas suertes se encuentra la de lazar. Su introducción en las plazas de México es una derivación natural del uso constante que de ella hacen en el campo los gauchos de aquel país, tanto para la caza del búfalo o toro salvaje como para la aprehensión o sujeción de reses bravas, que por su corpulencia o resistencia dificultan otros medios de cobrarlas sin exposición o riesgo.

 

El lazo es ni más ni menos que una cuerda delgada a simple vista, pero de gran fortaleza y algunos metros de longitud.

Tal y como le hemos visto manejar últimamente, el jinete al presentarse en la arena lleva el lazo perfectamente arrollado en su mano derecha. Al empezar la persecución del cornúpeto, y mientras se van calculando las distancias, el diestro, formando sobre su cabeza una especie de molinete, va desarrollando paulatinamente el lazo hasta adquirir la medida deseada, y determinando con exactitud el terreno entre el toro y el caballo, le despide con dirección al primero, que sujetado por los cuernos al caer hábilmente entre ellos le imposibilita por completo, debilitándole la cabeza, principal asiento de la fuerza de estos animales.

Arrojase el lazo también a los pies y manos de la fiera, recibiendo en el primer caso el nombre de peal y en el segundo el de mangana. Sujeta unas veces ambas extremidades y otras una sola, pero para el objeto de rendirla, es lo mismo, puesto que, trabadas las manos o patas, ya sean juntas o separadas, quedan contrarrestados hasta los más pequeños movimientos.

Y si esto puede conseguirlo fácilmente un jinete, dicho se está que cuando son dos en la forma que indica nuestro dibujo, no tarda el buey o novillo en desplomarse en tierra, privado de fuerzas y falto de equilibrio.

Tan generalizado está, el lazo en los cosos de México como aquí los cabestros, a los que allí sustituyen, sacando ventaja en la brevedad. El ganado del país es tan desigual que se da el caso de que en una misma corrida tengan que retirarse tres o más toros que el público rechaza; cuando esto sucede se ordena lazo y en un instante vuelven los rechazados al corral por este procedimiento.

Aun cuando nosotros, por regla general, damos más al toro que al torero y no vemos con mucho gusto (hay que confesarlo) la pujanza y bravura de aquel reducida a la inacción por medio, del lazo, debemos convenir que la suerte es vistosa por la precisión en ejecutarla y la agilidad y desenvoltura de los jinetes mexicanos.

 

Fuente Documental: Junta de Castilla y León - Biblioteca Digital Castilla y León. Este artículo se publicó en LA LIDIA (Revista Taurina) Madrid, 19 de agosto de 1889.