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JINETEO - (Suerte del Toreo Mexicano)

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* JINETEO *   Dibujo por D. Daniel Perea

Por: M. del Todo y Herrero

 

Para llegar a la ejecución de la suerte representada en el dibujo, es necesario practicar previamente la de lazar.

Trabado ya el toro por el efecto de lazarlo, y sujeto de los cuernos por el lazo que maneja uno de los jinetes, y de las patas por el del otro, la tensión de las cuerdas en opuesta dirección produce la necesaria caída del bicho sobre la arena, presa de tanta más inmovilidad cuanto mayor sea el tiro ejercido sobre la parte lazada.

En esta disposición, el charro encargado del jineteo pasa al rededor del cuerpo de la res, por la parte delantera del vientre y rozando con los brazuelos, otra cuerda a modo de pretal o cincha fuertemente ceñida. Este acto de preparación es el menos del agrado de nuestro público, que no encuentra de su gusto, y con razón, ver al animal tendido en medio de la Plaza y sin movimiento alguno, durante algunos minutos que ha de durar para que reúna todas las condiciones de exactitud y seguridad que exige el buen éxito de tan arriesgada operación del toreo mexicano.

Conseguido el objeto y agarrado el diestro con ambas manos al citado pretal, aflójanse primero y se sueltan después los lazos que a la fiera han contenido, la que al sentirse libre se levanta violentamente, pero no sin llevar en la misma cruz la carga del jinete airosamente cabalgando, ni más ni menos que en la actitud en que tan exactamente la presenta Daniel Perea en la lámina que en estas líneas reseñamos.

Si el toro es revoltoso y le molesta el peso, las carreras y brincos y demás esfuerzos que realiza para sacudir la carga, dan más animación a la suerte, que, sobre todo, revela las excepcionales condiciones de los naturales de la región mexicana para la equitación, y dentro de este ejercicio su envidiable resistencia.

Si, por el contrario, el bicho no pone de su parte lo que debe, o lo que es lo mismo, se resigna a servir de bagaje sin protestar, entonces algunos peones son los encargados de excitar su coraje, llamándole con el capote y corriéndole como a cualquiera otro de los de su especie, para obtener de esta manera el resultado que por su mansedumbre no ofrece espontáneamente.

De todos modos, el espectáculo es original y vistoso, y como al fin el cornúpeto llega a rendirse a fatigarse del peso que le oprime, el momento en que se para es el que aprovecha el jinete para apearse y dar por terminada su habilidad, obteniendo en recompensa merecidos, aplausos, como los tributados en la Plaza de Madrid a Celso González, que es el que en dos corridas la ha ejecutado. 

Fuente Documental: Junta de Castilla y León - Biblioteca Digital Castilla y León. Este artículo se publicó en LA LIDIA (Revista Taurina) Madrid, 26 de agosto de 1889.