Descripción |
- TRADICIÓN TAURINA MEXICANA -
Diablos toreando y locos toreadores haciendo desfiguros frente al toro eran formas de diversión en las ingenuas y evocadoras funciones taurinas de la Colonia. Seres de este y otro mundo, razón y locura enfrentando a un animal con la misteriosa condición de atacar hasta la muerte. Veinte o treinta toros por corrida, mañana y tarde, eran las orgías de emoción y risas programadas para el esparcimiento de un pueblo que estrenaba exóticas costrumbres venidas de ultramar a las cuales sazonaba según su propio gusto y temperamento.
Meses de preparación antes de una fecha señalada, como la llegada de un Virrey o visitador de la Corona, por mucho tiempo la más imperial del mundo, significaban hechuras de trajes y disfraces, selección de toros a veces cimarrones, esto es sin hierro ni dueño alguno, diseño y construcción de un ruedo improvisado en alguna de las muchas plazas existentes, como la del Volador, a un costado del Palacio Virreinal, acondicionamiento de carruajes para el desfile inicial y de palcos para las damas y nobles, bebidas refrescantes como el pozol, agua de chía o de jamaica, tacos de gusanos de maguey o chumiles, tortillas enchiladas y dulces de alegría, eran múltiples elementos que procedían a la explosión de entusiasmo y alboroto que comenzaba cuando salía el primer toro y terminaba días después con la muerte del último, para volver a la vida cotidiana de trabajo y esfuerzo en la ya, desde entonces, enorme y sobre poblada Ciudad de México.
Autor: Manuel Navarrete
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