Descripción |
Hasta mediados de la segunda década de este siglo era una faja auténtica, de seda que, al ser colocada en la cintura del diestro, daba lugar a una especie de rito, porque era de tradición que fuese perfectamente enrollada, lo que exigía una gran habilidad que ponía a prueba la destreza del mozo de estoques, ya que, para ceñírsela, el matador había de sujetarse la primera vuelta, y luego, cogiendo el servidor aludido el otro cabo, el diestro, por medio de vueltas sucesivas, se la iba arrollando, lo que, muchas veces, daba a conocer el estado de los nervios del artista en cuestión.
Desde la época citada, la faja vino a quedar reducida a una tira de seda del tamaño de una vuelta de cintura, unida a otra de lino blanco que es la que comenzaba a arrollarse.
Y hoy, finalmente, no es sino una cinta de seda, o más bien pañuelo, del tamaño justo de la cintura.
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