Matador de Toros:
PONCIANO DÍAZ
Nombre y Apellidos:
Ponciano Díaz y Salinas
Fecha de Nacimiento/Localidad/Provincia:
El día 19 de noviembre de 1858
Atenco (Texcoco - México)
País: MÉXICO
Memento:
El día 13 de abril de 1879, se presentó como jefe de cuadrilla en la Plaza de Toros de Puebla (México).
El día 28 de julio de 1889, hizo su presentación en la Plaza de Toros de Madrid, con la colaboración de los picadores Oropesa y González que le acompañaban, diversas suertes del toreo mejicano y poniendo banderillas a caballo al toro "Escribano" de Palha.
El día 17 de octubre de 1889, tomó la alternativa en la Plaza de Toros de Madrid, de manos de Salvador Sánchez "Frascuelo"
Notas:
Reseña publicada en la revista taurina La Lidia - Madrid, 05 de agosto de 1889.
Desde hace algunos años, y precisamente a medida que se fué acentuando la afición del pueblo mexicano al arte del toreo, empezó a circular por todos los confines del antiguo imperio de Guatimocín el nombre de un joven lidiador de reses bravas, popularizándose de día en día hasta el punto de considerársele en la actualidad como el más bravo y entendido representante da la tauromaquia en aquel lejano territorio. Este torero no era ni es otro que Ponciano Díaz y Salinas, nacido en Atenco (Estado de México) el 19 de noviembre de 1858 e hijo de don Guadalupe, caporal de dicha hacienda, y de doña María de Jesús.
La circunstancia de producirse en Atenco ganado de lidia de alguna nombradía y contar con redondel adecuado para ella, sirvió a Ponciano de aliciente y acicate para lanzarse por el peligroso camino que recorre, haciendo sus primeros ensayos bajo la dirección de los hermanos Hernández y formando luego como banderillero en la cuadrilla del célebre Bernardo Gaviño, en la que sólo permaneció seis meses, al cabo de los cuales se presentó como matador o jefe de cuadrilla el domingo de Pascua, 13 de Abril de 1879, en la plaza de Puebla.
Esta determinación, cuando aun no contaba veintiún años, le costó numerosos sinsabores, tanto por parte de sus compañeros de profesión, que le hicieron una ruda guerra, como por parte de los públicos ante los que trabajó, algunos de los cuales le recibieron con marcadas muestras de desagrado y hostilidad. Sin embargo, el nuevo diestro no desmayó y continuó apretando más cada vez , hasta desvanecer injustificadas prevenciones y captarse el aplauso y las simpatías en los mismos circos que antes le rechazaran y en los restantes de la República sin excepción.
Conseguido este primordial objeto, marcha desde entonces Ponciano Díaz en un continuado triunfo, siendo, por fortuna, muy escasos los percances inherentes a la profesión que ha experimentado, y de los que se señalan como más notables una cogida en Durango, pareando a caballo, en mayo de 1883; una cornada en una nalga en Santiago Tianguistengo y una luxación en la mano derecha en México; estos dos últimos en el pasado año 1988.
Es el afamado espada americano de no más que regular estatura, de negro pelo y morena tez y ligeramente cargado de hombros. No se revela en su aspecto general al hombre forzudo y de gran musculatura, aunque se adivina desde luego en aquel cuerpo exceso de fibra y de animosidad.
Hay motivos para que este torero sea simpático a los españoles, uno de los cuales, que prueba la bondad de su carácter, es el de que, despreciando rivalidades de nación, hace causa común con casi todos los diestros que van de España a México, trabajando con ellos en muchas ocasiones y especialmente en sus beneficios. En su patria ya indicamos que es el predilecto, como lo demuestra el cúmulo de regalos y obsequios que le ofrecen en sus funciones de gracia y el numeroso concurso que asiste a sus corridas.
La critica de Ponciano, como matador de toros, la hace la prensa del país, por punto general, manifestando que no está muy suelto en el manejo de la muleta, razón por la que en este concepto es poco artístico su trabajo; pero que en cambio reúne gran certeza para herir en lo alto, y suma facilidad para practicar la suerte aguantando. Es, además, excelente conocedor de las condiciones de lidia de las reses, y no tiene rival clavando banderillas a caballo.
De esto último podemos ya dar fe en Madrid. En la Revista de la corrida anterior elogiamos como se merece tan vistosa suerte; aquí añadiremos que cuanto más se presencie más atractivos ha de hallar en ella el espectador por la pericia del jinete, la obediencia del caballo y la exactitud matemática de la reunión en los factores que la componen.
Ponciano Díaz, que es todavía joven y ve delante de sí un gran horizonte, ha querido estudiar el toreo en su misma fuente, esa es la causa de hallarse entre nosotros, y como persona cortés y agradecida, en compensación de lo que pueda aprovechar y aprender para ofrecérselo a sus paisanos, nos da a conocer lo más característico de la fiesta allende los mares. Bien merece esa galantería por nuestra parte la recompensa de un aplauso, y LA LIDIA, al enviárselo cariñosamente, celebrará que la visita del diestro sea para él de provechosos resultados.
Por . M. DEL TODO Y HERRERO
GALERÍA
Publicado en la revista taurina La Lidia - Madrid 05 de agosto de 1889
Publicado en la revista semanal El Toreo cómico - Madrid 21 de abril de 1889