D. TANCREDO - Madrid, 30 de diciembre de 1900
D. TANCREDO, en la Plaza de Toros de Madrid el día 30 de diciembre de 1900.
Ganado de D. Juan Muriel (antes Salas). Espadas: Antonio Segura “Segurita”, y Anastasio Castilla.
Como clou del espectáculo, dispuso la empresa la presentación del «ya famoso» D. Tancredo López, que, si no es un sugestionador de «astados brutos», por lo menos, como «reza» el programa, es el Rey del valor ... y me «quedo corto»; porque «en verdad os digo», que vale un imperio la frescura de ese Comendador de nuevo cuño.
Y aunque se altere el orden de la narración, daré cuenta, en primer término, por ser la novedad «del día», del trabajo del Sr. López, «estatua viviente» que dejará gratos recuerdos a la posteridad por su sangre fría y corazón ... a prueba de cornadas.
Terminó la lidia del segundo toro,
y se presentó en el ruedo,
sobre frágil pedestal,
el valiente D. Tancredo,
para probar su denuedo
ante un cornudo rival...
que «saltó» del chiquero, y en cuanto vio el bulto, arremetió frente a él con bastante coraje, «quedóse» al llegar a dos pasos, como asustado, sin atreverse a «meterle la cabeza»; hizo un extraño, mugiendo:
¡ Comendador, que me pierdes ¡ …..
y siguió «su viaje», sin tocar a D. Tancredo, que permaneció inmóvil, desempeñando «su papel» de mármol a las mil maravillas.
Acometió nuevamente el toro por la espalda al Sr. López y también le faltó decisión para embestirle, cuando estuvo próximo a él. Dióse por terminada la experiencia, los mansos se llevaron al animalito y el público tributó una ovación al intrépido «espanta toros». Y digo yo, sin «meterme en honduras» ni «en camisa de once varas», que el trabajo de don Tancredo es «sensacional» y produce un efecto sorprendente; revela una serenidad inconcebible en criatura humana, y, sea cual sea su resultado, interesa y conmueve.
¿Lo ejecuta en condiciones excepcionales y determinadas?
¿Escoge él los toros que cree más adecuados a sus propósitos?
Hace bien y así debe ser; alguna defensa hemos de concederle al hombre que se presenta solo, «completamente solo», en el redondel, sin armas ni otros objetos que puedan servirle de amparo en una desgracia, fiando únicamente la salvación de su vida a los efectos que pueda producir en el animal el aspecto de su figura y la inmovilidad absoluta, aun en el momento de dar el toro los «hachazos».
BDCYL - Publicado en el Semanario Taurino Ilustrado Sol y Sombra - Madrid, 10 de enero de 1901.