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CORRIDA DE LA PRENSA - MADRID - 1900

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Plaza de Toros

Fuente del Berro o de la Carretera de Aragón

Ganadería

Marquesa Viuda de Saltillo

Toreros alternantes

Luís Mazzantini - Antonio Fuentes - Emilio Torres "Bombita" - José García "Algabeño"

Notas del festejo

Se cumplió el programa en todas sus partes: rifáronse los donativos, salieron las calesas artísticamente adornadas v guiadas por algunos conspicuos de la escena, se presentaron los garrochistas a lucir sus habilidades, y comenzó el acoso y derribo de reses, que constituía el prólogo de la tragedia. 

Aplaudió el concurso a los garrochistas, y pasamos a lo serio.

Y lo serio fue la corrida que envió Saltillo.  

Considerados -en conjunto-, pocas veces se ve una corrida más igual ni mejor presentada; hasta de pelo, cada toro parecía una continuación del anterior; porque los dos cárdenos que se jugaron eran tan fonces a que por negros los hubiera tomado quien no fuese muy ducho en eso de colores. 

Detallando, ya se apreciaban algunas diferencias, porque entre ellos los había grandes y terciaditos, bastos de patas y de cuerna y finos de "ambas" extremidades. 

Lo mismo sucedió en punto a bravura. Algunos, como el tercero, a pesar de tener dos metros de vara en el cuerpo (a metro por palo), y de sangrar por todo el pescuezo, porque ahí le pincharon generalmente los de la calzona, se arrancaban de largo, con sangre y recargando las más de las veces. 

En cambio el sexto resultó cobarde de hasta la exageración y en buena ley debió ser quemado.

Lo mismo pasó en cuanto a poder. El cuarto, por ejemplo, atizó tantos tumbos como veces metió la cabeza, y el quinto, se fue de vacío en lo del aporreo.

Pero en general, puede calificárseles de bravos y con algún empuje.  

Ya los quisiéramos así todos los días.  

Se llamaron en vida "Perrunito", "Llorón", "Areño", "Arenito", "Corredor", "Playero", "Rebaloso" y "Voluntario". 

Tomaron 47 varas, produjeron 17 terremotos y mataron 7 jacas.

Lo que el martes ocurrió en nuestra plaza, ni tiene nombre, ni admite clasificación, ni sobre ello caben juicios. 

El público, y yo con él muy en primera línea, zurraba al "Guerra" porque tenía predilección por los Saltillos y los imponía casi siempre; pero los toreaba, derrochando arte, vista, elegancia y estética; se lucía y había que tocarle las plamas. Recibiendo a ley mató los dos últimos en Madrid.

También el martes recibieron los espadas... pitas morrocotudas, y todo es recibir.

Ya sé yo lo que dirán ellos coreados por sus deudos y amigos: Los toros eran unos ladrones que buscaban el bulto, alargaban y no se dejaban pinchar.

Para los maestros todos son pregonaos, hasta las babosas del Duque. 

Basta que un toro alargue una mijita el pescuezo o se tape otra mijita para que entre la paura y sólo se tire a salir del paso, aunque la bronca tome el carácter de un ciclón, cosa que ya eso no se usa en nuestra plaza.

Los toros del Saltillo fueron todos muy manejables, mucho; y si en vez de los matadores que padecimos tenemos en el ruedo, no ya a Rafael, ni a Salvador, ni a Guerrita, sino a otros que sin pasar por lumbreras se arrimaban y querían toros, ni nos hubiéramos enterado de que algunos de los bichos alargaban la fila y desarmaban.

Y el martes, no sólo nos enteramos, sino que al ver herir de aquella manera y pinchar de tal "guisa", llegamos a creer si, por un efecto de espiritismo, el alma de Madame Severine se habría colado en el físico de los toros para acabar en una tarde con las cuatro lumbreras del toreo.

No; no es posible detallar las faenas de los espadas; sería el cuento de la buena pipa, y.. . apártese de mí ese cáliz.

Exceptuando parte de la faena (no toda) de Fuentes en el segundo toro y la gran estocada que la remató y valió al chico una justa ovación; exceptuando una estocada del Algabeño en el cuarto toro (que no aplaudió el público por venir después de un muleteo infernal donde se perdió hasta el resuello); exceptuando un par de Tomás al primer toro y el quite de un mono sabio; exceptuando el parear de Fuentes al séptimo bicho, todo lo demás... vamos, que no quiero pensar en ello. Bastante bilis hace uno sin querer para que se la busque a la buena de Dios. 

Claro está que entre lo malo hubo también sus categorías, y en la última está Bombita.

El pobrecito empezó a tremar desde que agarró el trapo, y no sé si a estas horas se habrá tranquilizado ya.

Hubo aquello de no atreverse a ir al toro, de no querer arrimarse, de huir a cada muletazo... Un horror.

En fin, para que vean ustedes que no exagero ahí va un menú de heroicidades en el séptimo toro. 

Vayan ustedes contando: un pinchazo saliendo el chico perseguido; media estocada perpendicular, tirándose mal y largo; un metisaca barrenando, arrancándose encogido; un pinchazo volviendo la fila; un metisaca; media en buen sitio; un bajonazo atravesado y un descabello.

iQué desencanto! ¡Y a mí que me inspiraba simpatías este muchacho con su eterna sonrisa y aire bonachón!

Basta de escritura, que ya sobra y resobra para decir lo mismo. 

Eso sÍ; antes de dejar la pluma le diré dos palabritas a Fuentes, tampoco nuevas (nihil novum, etc.), pero sí oporturas. 

No vuelva usted a coger los palos hasta que yo le avise: porque querer cubrir con ellos las faenas de lo otro, es inadmisible. Usted viene a malar, no a banderillear un día sí... y otro también. Si cree que como espada no da gusto a los señores, y sí con los palos, contrátese como banderillero, hágase pagar 20 o 30 duros más que el mejor, y punto concluido. 

Pero como vino usted al toreo para cosa de más fuste, como es usted quizá el único que hoy sabe torear y lo hace cuando quiere, como puede llegar a dejar un bonito nombre matando toros, hágalo y no convierta en nueva suerte del perdón lo que no debió tener nunca ese carácter.

No tome los rehiletes implorando clemencia; tómelos cuando nada tenga que hacerse perdonar y lleve al público metido en una zapatilla.

D. Luis, Fuentes, Bombita, Algabeño, deslucieron ustedes la fiesta.

De nada sirve que por nuestra parte hayamos afinado lo posible, procurando que la corrida a beneficio de la Sociedad fuera un modelo en el ramo.

Han venido ustedes y nos han deshecho la combinación.

Y cuidado que se hizo por servirles.

Hubo quien pensó en Miuras, Aleas, Palhas, que tienen muchos partidarios y llenan la plaza con gente ávida de emociones; y en vez de aquellas marcas vino la del Saltillo, la predilecta de los buenos toreros, la que permite lucirse, la que tiene nota bene en el alma de todos los matadores.

Pues, como si no. 

Es lo mismo que toreen ustedes Saltillos que los toros de Guisando (más duros no caben). 

Cuando no hay gana de servir al público, cuando se piensa en el mañana, cuando se hace de la noble profesión del toreo un oficio lucrativo, cuando se rompe y se tritura lo poquito que resta de un pasado glorioso, no puede esperarse otra cosa.

Vendrán casi siempre faenas como la del martes. 

Y el público, harto de aguantar, cansado de sufrir tanto malo, puede levantarse un día de mal humor y hacer en el circo una muy gorda.

La paciencia, como todo, tiene su límite y está ya a punto de traspasarlo la del pueblo madrileño.

El día en que piense que es él quien regala en pocos años una millonada a los diestros y debe exigirles con arreglo a lo que da, puede venir lo que todos estamos en el caso de evitar.

He dicho.

PASCUAL MILLÁN  

Fuente Documental

 Biblioteca Digital de Castilla y León   https://bibliotecadigital.jcyl.es/ 

(Crítica Taurina publicada por el Semanario Taurino Ilustrado SOL y SOMBRA nº 167 de fecha 14 de junio de 1900)