×

Mensaje

Este sitio web utiliza 'cookies' para ofrecerle una mejor experiencia de navegación.

Ver documentos de la Directiva e-Privacy

Ha rechazado el uso de cookies. ¿Desea reconsiderar su decisión?

MADRID - 03 julio 1914 - José Gómez "Joselito" - EL TOREO -

Atrás

Plaza de Toros:       

Fuente del Berro o de la Carretera de Aragón

Fecha:     

Día 03 de julio de 1914

Ganadería:     

D. Vicente Martínez

Toreros alternantes:      

José Gómez Ortega "Joselito" - único espada -

Notas del festejo:  

PLAZA DE TOROS DE MADRID

Corrida extraordinaria verificada ayer viernes 3 de julio de 1914

No fue ayer la vez primera en que el mozo se las había visto con una corrida entera o casi entera, pues si no recordamos mal, en Zaragoza, y en las fiestas de la Pilarica del año pasado, tuvo que entendérselas con cinco buenos mozos por lesión de Gaona. Alientos tiene, edad apropósito, agilidad enorme, conocimiento tan precoz como seguro, exuberancia de facultades, y con todos estos elementos reunidos, lo que para otros es un compromiso terrible, para él había de resultar casi un juego.

Decíase que Joselito había renunciado a lidiar toros de una antigua y renombrada ganadería sevillana, por el afán de lucirse ante los bichos de la tierra, por lo cual se le sirvieron seis procedentes de la vacada de D. Vicente Martínez, que por cierto ya tienen poco, poquísimo que agradecer a la antigua sangre de la casta, toda vez que sus actuales poseedores la refrescaron no hace muchos años, verificando una liga con la raza ibarreña, a cuya descendencia habían de pertenecer seguramente los ayer lidiados.

La intención, sin embargo, se vio en Joselito, de quien se decía también que a petición suya, y como regalo del diestro al público, había de torear como propina un toro más de los anunciados.

¡Allá lo veredes! pensábamos mientras nos dirigíamos a la plaza, seguros, eso sí, de que el joven diestro había de desarrollar completamente ante nuestros ojos todos los efectos y detalles de su sabiduría y de su afición, y de que la corrida había de ser probablemente un éxito.

En cuanto a lo de que el diestro se pusiera prematuramente el árnica, como decían otros refiriéndose a la nota inserta en el cartel, de que confiándose a la indulgencia del público, etc., nosotros debemos honradamente hacer notar que estas notas, reveladoras de modestia en los diestros, no son de ahora, sino muy antiguas, habiéndose estampado mil veces en ocasiones semejantes. La tarde era canicular, y la entrada, ¡no hay para qué decirlo!, fue enorme, siendo de admirar los héroes, merecedores de un premio especial, que afrontaron durante toda la corrida, en compacta masa de carne, las iras del sol.

Corrió, la presidencia a cargo de D. José Álvarez Arránz.

Joselito fue ovacionado al salir, como matador único, al frente de sus cuadrillas.

Primer toro — “Comedido”, núm. 66, negro, bragado, fino y bien puesto.

Llevó de salida el refilonazo de rúbrica, y Camero que era el culpable, esperó otra vez junto a la valla del 6 para adelantar el palo y largar el segundo lancetazo de refilón.

Joselito dio varias verónicas, y entre Chano y Camero pusieron tres varas más, dándose el tercio por terminado.

Almendro salió en falso y clavó después un par, desigual.

Cantimplas colocó mi par pasado y caído. El toro no necesitaba más, porque Camero, que no picará bien, pero en cambio desploma a las reses, le había metido un tercio de palo.

Pero al presidente, a pesar de ver al toro arrodillarse de puro débil, no le pareció así, y entró nuevamente Almendro para poner un par desigual.

Joselito iba de lila y oro, es decir, de lo que no es y de lo que es.

Empezó arrodillándose sin dar un solo pase ni hacer otra cosa que quitar la muleta de la cara de la res y adelantar la mano para tocar el consabido pitón, hallándose el toro si caía o si no caía; añadió un molinete, sin peligro, entre la locura del público, y metiéndose rápidamente y recto, soltó un bajonazo, y ¡ a otro ! Tiempo, tres minutos.

Segundo — “Descarado”, núm. 35, negro zaino, corto y abierto de cuerna, es decir, lo contrario de los antiguos y célebres toros de don Vicente.

Quedándosele el toro un poquito delante del capote y obligándole y recogiéndole muy bien, Gallito dio unas cuantas verónicas, que fueron aplaudidas, permaneciendo sus pies a respetuosa distancia uno de otro.

Y el niño siguió toreando por lances sueltos hasta poner al toro en suerte para que entrara Chano, cuya puya resbaló, abriendo un boquete en el lado izquierdo del toro.

Ya estaba hecha la mitad de trabajo para el matador.

Camero metió la puya, regodeándose en el hueco que había abierto el otro, y el toro, ¡es claro!, se quedó que ni de estambre.

¡Así mato yo también seis toros sin incomodarme! Otro rejonazo de Camero, y se acabó la mal llamada suerte de varas.

Joselito cogió las banderillas, y como la hombrada iba a resultar fané completamente, el público protestó, retirándose el niño al estribo.

El toro desaparecía bajo un amplio manchón de sangre.

¡Qué conciencia!

Cuco colocó medio par, y Chiquilín un par reunido, siempre en el enorme boquete abierto por los picadores.

Debido a esto, se cayó al punto una banderilla, y la otra fue introduciéndose en la sima cada vez más.

Cuco terminó con un par caído.

Así y todo, la pobre res se prestó admirablemente a que los banderilleros cumplieran con lo suyo.

El único matador cogió, sin duda, por inadvertencia la muleta, tan censurada en Quinito, y empezó con cuatro naturales buenos, estrechándose sin riesgo y quedándose ante los pitones con la mayor valentía.

Ya una vez cerciorado de que el animal estaba igualado en sus cuatro remos, desistió de herir para dar algunos pases más, entrando al fin de dentro a fuera en los terrenos del 1, recto y bien, para soltar un pinchazo en hueso, al que siguió una entrada en amago y media estocadita tendida.

Se desprendió el estoque, y Joselito, haciéndoselo todo, pues el toro no se movía, atizó otro pinchazo bueno, mejor que todo lo anterior, intentando después e! descabello y consiguiendo acertar al segundo golpe.

Palmas.

Tiempo, seis minutos.

Todo iba por la posta.

Tercero— “Barrabás”, núm. 43, berrendo en negro, rebarbo, de libras y corto de cuerna.

Joselito recortó muy requetebién y ceñido hasta cinco veces.

Muchas palmas.

Luego añadió dos verónicas.

Chano puso una vara buena y se desplomó, rematando Joselito un quite entre aplausos.

Pinto picó, y José se hinchó a burlar artísticamente al toro, entre un constante sonar de aplausos.

Y tras otra vara de Pinto se dio por terminada la suerte de varas, cogiendo Joselito los garapullos y yéndose a los medios, y entrándole el toro franco y bien, cambió sin clavar, jugó de lo lindo, y quebrando después, inconmovible, con el mayor dominio clavó un gran par.

Ovación y a por otros rehiletes, y un par de alegría, llegando a saltos, y dejando los palitroques reunidos, un poco pasados y algo caídos. Esto nada representa. La forma de parear fue irreprochable.

Y acabó con otro par desigual, siendo ovacionado.

Apoderóse luego de muleta y estoque, y ¡a matar!

Llegóse al toro con la muleta plegada, en terrenos del 2, para cambiar; pero no lo hizo, haciéndolo después a la manera acostumbrada, gustándonos mucho en los primeros pases, y asombrándonos luego por su valor y habilidad, agarrándose a los cuernos, haciendo arrancar al toro para evitarse hábilmente la tarascada, dando un molinete y entrando frente al 2 para largar media estocada, trasteando luego con una soltura como ya no se ve, y acabando al toro verdaderamente con la muleta.

Y cayó el bicho, y el niño, que echa humo, se fue al estribo tan sosegadillo y sin sudar.

¡Muy torero, no cabe duda!

Tiempo, cinco minutos.

Cuarto — “Coralino”, núm. 47, negro, bragado, fino y abierto de armas.

Joselito dio dos verónicas buenas, y el toro se le fue, para tomar de Pinto una vara recargando, hasta despampanar al picador contra la barrera del 3.

Menos violento se contentó con aguantar un lancetazo de Carriles, sin casi hacer por él ni tirarle, sucedíéndole lo mismo al meterse por segunda vez.

Carriles volvió a picar y salió por las orejas, sin que el caballo vacilara.

Almendro se pasó dos veces y colocó un buen par, que no fue aplaudido.

Chiquilín puso otro pasado, y dobló el primero con una entrada en que desarmó el toro al llegar y medio par caído a la media vuelta.

Joselito empezó esta vez con los tironcetes y los lava caras, acercándose muchísimo, eso sí. Cerca de media hora permaneció agarrado a un cuerno, erguido, gallardo, magnetizando al toro por completo, y cuando se cansó de prodigar filigranas, entró derecho como un huso y sepultó casi todo el estoque en lo alto, cayendo al poco tempo el toro sin puntilla.

Tiempo, cinco minutos.

El público pidió la oreja.

Hubo concesión, pero nos parece que no de buena gana, sino accediendo a la viva instancia de una gran parte del público.

Siguió la ovación.

Quinto — “Nevadito”, núm. 13, negro zaino, bizco del izquierdo.

Salió dirigiéndose a los picadores, que se salvaron de la acometida gracias a que un mono llamó la atención de la res.

Hay que anotar dos refilonazos y tres verónicas, un farol, una navarra y un recorte de Joselito.

 Pinto picó, y el matador remató el quite con una larga afarolada por bajo.

Salsoso marró, cayéndose, y Pinto largó un picotazo siendo derribado también.

Acabó Salsoso con otro garrochazo, saliéndose el toro suelto y distraído.

José, el nene incansable; el torero lleno de afición, que es lo que da gusto a los aficionados de veras, cogió banderillas otra vez, a pesar de que el púbico quiso redimirle del esfuerzo, aplaudiendo, al ver la decisión del joven.

Primero colocó con toda facilidad un buen par al cuarteo, apoyándose al salir en el cadáver de un caballo.

Palmas.

Luego, a terrenos cambiados, en los del 8, saliendo de la barrera, y en un espacio de tres metros entró y clavó otro par y repitió en el mismo sitio, espacio y forma, con otro par superiorísimo.

El público se cansaba ya de aplaudir al gran torero, que se sentó un instante en el estribo del 10 para descansar y proporcionar algún descanso al toro.

Empezó la faena con pases de verdad, de los que aplaudimos y aplaudiremos siempre, de los de torero acabado, duro y bueno, permaneciendo solo, sin un peón cerca, confiando exclusivamente en lo que él vale y puede, y a mitad de faena, y arrancándole el toro, se apartó viendo que el objeto del viaje de la res eran dos peones que había a lo lejos, junto a la valla.

José entró a matar junto a la puerta de Madrid, y soltó media estocada algo pasada, continuando la faena para atizar otra estocada en el mismo sitio que la anterior, quedándose la muleta entre los cuernos, y asiéndose en seguida a un pitón, mientras el toro doblaba y caía.

Otra petición de oreja.

Tiempo, siete minutos.

Sexto — “Presumido”, núm. 15, berrendo en negro y bien puesto. Joselito obligó a meterse a todo el mundo entre barreras, quedándose solo en el ruedo con Blanquet.

Más vale estar solo que mal acompañado.

Siete verónicas buenas de verdad, juntando los pies, jugando bien los brazos.

¡El delirio! ¡Gallistas somos!

¡Eso fue verdad!

Pinto rajó y cayó, acudiendo los dos toreros y tres monos para levantar al caído y para llevarse al toro.

Y no hubo más que tres varas.

Y continuó la prohibición; y Blanquet, el bregador infatigable y hábil, peón de confianza que iba llevando con su jefe todo el peso de la corrida, fue Justamente ovacionado.

José cogió de nuevo las banderillas y entró al sesgo, quedándose el toro para perseguirle en seguida; pero allí estaba Blanquet, que, rápido como el rayo y con vista de lince, salió en sentido contrario e hizo el quite.

Un espectador tiró a Joselito un sombrero de paja.

Este lo cogió, alegró con él al toro y colocó cuarteando un gran par.

Continuó bregando Blanquet, llevándose aplausos, y Joselito llegó cambiando el viaje y puso otro par.

Y de nuevo Blanquet terció como un sabio, y Joselito, por gratitud, le cogió el capote y le cedió el otro par, ejerciendo el diestro de peón.

Blanquet se metió apretado, con muchísimo valor, y puso un gran par.

Ovación al matador y al banderillero.

José dirigióse a los medios y desde el centro de la plaza brindó al público en general.

Y empozó una faena colosal, estupenda, solo, artista inmenso, durmiéndose en la gloria, maestro, sin fin, dejando descansar al bruto para que luego le tomara mejor la muleta, tocando el testuz hasta cansarse, para acabar con una estocada algo caída que tumbó a la res en medio del delirante entusiasmo del público.

Tiempo, cuatro minutos.

Y cogió el capote de paseo para retirarse, y al pedirle el público otro toro accedió en seguida.

 Había quien aplaudía hasta con la cabeza.

Joselito, desde el centro de la plaza, recibió la ovación, sostenida muy largo rato.

Séptimo, de gracia. “Anónimo”, también de Martínez, negro, fino, bizco del izquierdo.

Antes de salir el toro el matador se dirigió a la puerta de caballos para que salieran sus picadores en vez de los de su hermano, que eran los que se habían puesto en tanda.

Pinto, pegado a las tablas del 3, adelantó el palo y picó, repitiendo luego esta nueva y desastrosa suerte de no ponerse en suerte nunca.

Camero puso una vara sin caer, y luego entró como se debe para picar otra vez, atizando un picotazo más, previo arroje del castoreño para animar al bicho a la acometida.

Otro puyazo del mismo, quedándose de pie junto al toro, mientras éste corneaba al caballo tendido.

El incansable Joselito cogió de nuevo las banderillas, y paso a paso se dirigió al toro y colocó un par ligeramente desigual.

Luego, en una persecución probó lo enorme de sus facultades, dejándose alcanzar y saliéndose de un salto cuándo y cómo quiso.

Dos salidas en falso por quedarse el toro, precedieron a un par a la media vuelta, terminando el tercio Almendro con otro par.

Joselito cogió los avíos por séptima vez, mientras Blanquet capoteaba, y luego, solo siempre, siempre confiado, dio seis pases con la derecha y tres cambiados, uno de ellos por bajo, para soltar un pinchazo en hueso, otro lo mismo, otro sin apretar por estar ya cansado, y media estocada ida, encogiéndose el toro al sentir la punzada.

Hubo dos intentos con. la espada y uno con la puntilla, descabellando al fin.

Tiempo, siete minutos.

Eran las siete en punto.

APRECIACIÓN:

 Como extraordinaria anunció la empresa la corrida de ayer, y efectivamente, lo fue tanto, que perdurará como un imborrable recuerdo en la generación presente. Fue la gran fecha de un torero enorme, que ayer demostró, aun a los más incrédulos, entre los cuales nos contábamos, no tener rival en la tauromaquia contemporánea. Nuestra sinceridad no es dudosa; todas las oscilaciones de nuestro sentir están consignadas en la reseña, donde sin duda alguna van reflejadas las impresiones de un juicio que procura siempre ser imparcial, sin que apasionamientos que evita, ni amistades que no tiene, ni conveniencias que por sistema rechaza, puedan doblegar nunca la rigidez con que procede; pero tales cosas se vieron ayer, que el que esto escribe se ve en la precisión de proclamar a José Gómez como el heredero legítimo del gran Guerrita.

Ellos dos son las dos figuras colosales que se dan la mano a través del espacio y del tiempo. Joselito se canonizó ayer a sí propio. No queremos entrar en detalles, pues sólo en conjunto se debe apreciar su trabajo de ayer, que fue enorme, probando en primer término su resistencia como torero fuerte y duro; en segundo, su maestría inconmensurable y dominio absoluto de su profesión; en tercero, su ingénita perspicacia para conocer y agradar al público, y en cuarto, su ojo clínico para sacar de la oscuridad a la gente que vale.

Joselito nos demostró ayer que, gracias a su juventud y excepcionales condiciones, hoy por hoy es capaz de estoquear a una ganadería entera. Sus faenas fueron en parte primorosas, y temerarios sus arrestos; pareó cuatro toros en todos los tercios, de todos modos, encontrando toro en cualquier parte; cogido a los cuernos provocó las acometidas furiosas par a esquivarlas con una soltura indecible; dio buenas estocadas y mejores pinchazos y un curso de tauromaquia práctica, demostrando que tienen razón los textos antiguos en cuanto manifiestan respecto a la sobra de gente en el redondel. Haciéndose respetar, ordenó a todos permanecer entre barreras durante la lidia de un toro, quedándose solo con Blanquet, y el toro, tratado como merecía, sin recortes, sin abusos de capotazos ni ratimagos que pudieran resabiarle, llegó a la muleta como el diestro quería.

Veroniqueando estuvo mejor que nunca, y en quites soberbio. El detalle de arrancar el capote a Blanquet y dejarle que pusiera el último par a este toro, complació muchísimo al público, que vio la justa reparación que ese gran torero hacía a un torero bueno casi postergado y que sabe bregar como pocos.

El público se cansó de aplaudir, pudiendo asegurarse que todo fueron salvas de aplausos desde el principio al fin do la corrida.

Los picadores, mal; es lástima que Camero, uno de los varilargueros que saben dónde les aprieta la mona, no procure buscar su éxito tanto como la ventaja del matador.

Y con esto va dicho todo.

Joselito, Joselito y Joselito, absorbiendo la atención en absoluto, y haciendo acopio de ovaciones. Luego, Blanquet por su activa brega; luego, nadie. Verdad es que nadie puede distinguirse donde hay un torero así, capaz de hacérselo todo, hasta de picar...  si tuviera tiempo. Y poco le faltó.

Los toros, bien presentados y estimables; bravitos, pero con poco empuje, y muy apropósito para que José pudiera hacer con ellos lo que hizo.

Paco Media Luna

Fuente:   

Biblioteca Nacional de España - Hemeroteca Digital   http://hemerotecadigital.bne.es/ 

(Crítica Taurina de la publicación EL TOREO - Madrid, 04 de julio de 1914)