2) La muleta no la inventó Francisco Romero -- La capa se usaba en el siglo XVII -- Se ignorará siempre en que fecha comenzaron a ser clavadas las banderillas a pares.
La muleta no la inventó Francisco Romero -- La capa se usaba en el siglo XVII -- Se ignorará siempre en que fecha comenzaron a ser clavadas las banderillas a pares.
Sobre la creencia bastante extendida de que Francisco Romero fue el inventor de la muleta quiero decir algo. La Cartilla en que se notan algunas reglas de torear a pie en prosa y verso, de autor anónimo, escrita a finales del XVII, aconseja el uso de «lienzo blanco para dar la suerte que se llama de la ley». Esta Cartilla viene a demostrar una vez más que el toreo de a pie era corrientísimo durante esa centuria.
Otro pormenor que conviene justipreciar: la suerte de la ley es la que se ejecuta con espada y muleta, esperando que el toro arranqué en dirección al espada. Me estoy refiriendo a la de recibir, la más primitiva suerte de matar. Andando el tiempo, el sevillano Costillares descubriría un nuevo modo, el volapié, estocada de recurso para aquellos astados que no poseían facultades para ir en busca del matador.
El primer historiador del toreo, Moratín, en su Carta histórica.., señala que «empezó a sobresalir a pie Francisco Romero, el de Ronda, que fue de los primeros que perfeccionaron este arte, usando de la muletilla, esperando al toro cara a cara y a pie firme y matándolo cuerpo a cuerpo....».
Es indudable que se refiere a la suerte de recibir. Mas nótese que dice «de los primeros que perfeccionaron este arte». Por tanto, no fue el primero.
Creo en la evolución del toreo, y de ningún modo en una radical y súbita transformación. Francisco Romero pudo ser un innovador, o más bien reformador. El de Ronda no tuvo que hacer otra cosa que variar y perfeccionar un toreo —el de a pie que de antiguo venía practicándose sin reglas fijas, anárquicamente.
Hay pocas invenciones en el arte tauromáquico. Cuando El Gordito dio a conocer sus famosos quiebros, nada nuevo introdujo. Es mucho más cierto que las invenciones que se imputan a éste o a aquél sean simples copias o imitaciones de suertes realizadas por hombres anónimos.
¿Cuándo se utilizó la espada por primera vez para envasarla en el cuerpo de los toros, como se hace actualmente? De la Edad Media es el Cantoral miniado de que hablé en el anterior artículo, en el cual figura un hombre con una espada en actitud más propia de introducirla que de utilizarla como mandoble. El mismo Moratín habla de que su abuelo tendió «muerto a un toro de una estocada; pero esto fue acaso o gentileza extraordinaria, y, por tanto, muy celebrada en su tiempo». Aconteció el hecho a que aludimos a finales del XVII.
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La capa tampoco es invención del XVIII. En tiempos remotos serviría de capa un trapo cualquiera, una manta... o alguna de las partes que componen la indumentaria masculina. En el ya citado cuadro de Rodrigo de Osona, el Joven, un hombre, junto a un árbol, tiene un trapo en una de sus manos, en actitud de defenderse de un astado que le contempla.
Cuando la capa comenzó a formar parte de la indumentaria varonil, serviría en ocasiones para burlar las embestidas de las reses bravas. Desde luego, de la capa indumentaria creo que se deriva el actual capote de brega.
Sin referime a tiempos demasiado lejanos, traeré un ejemplo, no muy anterior a 1700, demostrativo de que la capa o capotillo, como se denominaba, ya se usaba antes de que el toreo de a pie se generalizase. En la plaza Mayor de Madrid —¡cuánto debe el toreo a esa gran plaza¡— , y ante Carlos II, se verificó una fiesta de toros, en 1681. Un caballero puso varios rejones, y a uno de sus criados —los lacayos que servían a los caballeros— le quitó el toro el capote de las manos. He aquí cómo lo cuenta el autor de la relación de dicha fiesta: «Don Martin de la Serna, cavallerizo del señor duque de Medina Sydonia, obró también con mucho valor, no menor destreza, y igual fortuna, manteniendo la Fiesta toda la tarde, como los demás cavalleros, poniendo muchos y muy buenos rexones. A uno de sus criados le quitó el toro el capotillo de las manos...»
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Voy a decir algo sobre las banderillas, cuya transformación se efectuó después de 1700, con lo que me salgo de la etapa histórica que me propuse.
Hay muchas dudas acerca de la fecha en que comenzaron a ser colocadas a pares. Ciertos historiadores suponen que fue en tiempos de «Lorencillo» y José Cándido, hacia 1760. También he leído que Jerónimo José Cándido, entre 1818 y 1825, introdujo tal modificación. Estévanez Calderón atribuye la innovación al licenciado de Falces, que ejecutó la suerte pareando a fines del XVIII. Otros aseguran que en 1750 ya se colocaban de dos en dos.
A continuación, voy a estudiar, desmenuzándolas, opiniones tan encontradas, proponiéndome aclarar para siempre las dudas.
Disiento por completo con los que estiman que se produjo el cambio con Jerónimo José Cándido, entre 1818 y 1825. Con sólo decir que, cuando «Pepe-Illo» publicó su «Tauromaquia» (1796) ya se practicaba la suerte pareando, creo que repito suficientemente semejante opinión.
Tampoco estoy de acuerdo con los que creen que sucedió hacia 1760, en tiempos de «Lorencillo» y José Cándido. «Carta histórica...» lleva fecha de 1776, y su autor, Moratín (padre), a quien se supone asiduo a las corridas desde años atrás, ignoraba desde cuándo se pareaba.
Veamos con testimonios hasta cuándo las banderillas se clavaron de una en una. En la mencionada «Cartilla», de autor anónimo, escrita, según parece, a fines del siglo XVII, se habla de las banderillas, pero colocadas de una en una. Por otra parte, hay reproducciones de pinturas de principios del XVIII en las que se ven figuras pintadas con una sola banderilla. Ello concuerda con lo que Moratín escribe en su citadísima «Carta», refiriéndose a «Cartilla de torear», de Nicolás Rodrigo Noveli, obra publicada en 1726: «En el año 1726 se evidencia por Noveli que todavía no se ponían banderillas a pares, sino cada vez una, que llamaban arpón.»
Haré notar que Moratín nació en 1737, y por lo que se desprende de sus palabras, no alcanzó a ver banderillear con un solo rehilete, no presenciando la transformación, a pesar de ser contemporáneo del hecho.
A «Lorencillo» se le tiene por el primero que enseñó a los subalternos a clavar las banderillas a pares. La primera vez que aparece su nombre en Madrid es toreando en 1737, en la Plaza de madera que la Archicofradía de San Isidro levantó en el Soto de Luzón, en terrenos ocupados por la Plaza de Pardo Bazán. En la corte toreó también en 1760, en cuya fecha se le pierde la pista. Aun suponiendo que Lorenzo Manuel Martínez fuera el primero que las puso a pares, nada resta a la opinión que tengo acerca de este hecho, que sucedió entre 1725 y 1750.
Entresaco del reciente libro de don Baltasar Cuarteto, «Primera Plaza circular de toros construida en Madrid», un párrafo que coincide con lo que opino sobre el particular. Dice: «Al proporcionar así grato solaz a los asistentes, éstos se recreaban ante las nuevas suertes que veían ejecutar, como era la de banderillas, que hasta entonces fue practicada por los lidiadores de a pie con la capa en una mano y una banderilla en la otra, colocando ésta en el morrillo del toro, a la manera con qué los moros y cristianos de siglos anteriores clavaban los arpones, y que ya en 1737 ofreció la novedad de prenderlas a pares, como se hace ahora.»
He dejado a propio intento para el final una opinión muy estimable. Y es la de que en la primera mitad del siglo XVIII, aun cuando se ponían normalmente de una en una, algunas solían colocarse a pares, porque éste era un modo considerado como más difícil y para lo cual era necesario ser más diestro.
Ciertos historiadores se empeñan en colocar una fecha para cada hecho, sin tener en cuenta que todo está sujeto a natural evolución.
Por: Don Francisco López Izquierdo
BDCYL - Semanario Gráfico de los Toros – El Ruedo – Madrid, 26 de diciembre de 1957