1) El toreo a pie no nació en Andalucía, sino en Navarra -- Los lidiadores profesionales son muy anteriores a 1700 -- La vara larga se empleó antes de lo que comúnmente se cree.
El toreo a pie no nació en Andalucía, sino en Navarra -- Los lidiadores profesionales son muy anteriores a 1700 -- La vara larga se empleó antes de lo que comúnmente se cree.
Poco, muy poco se ha escrito sobre la tauromaquia anterior al siglo XVIII. Los historiadores, sugestionados con el toreo posterior han dedicado toda su atención a la Fiesta, que comienza en esa centuria, por considerar que fue entonces cuando nació el toreo de a pie y aparecieron los lidiadores profesionales.
Para la mayor parte de los historiadores taurómacos apenas tiene importancia lo acaecido antes de 1700. La tauromaquia, sin embargo, existe desde tiempos inmemoriales, aunque como espectáculo, como regocijo público, no se prodigará hasta el siglo IX, según unos, o hasta el XI, según otros.
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En el año 815 se corrieron toros en León con motivo de las cortes que Alfonso II el Casto celebró en la ciudad. Así consta en «Las cuatro partes enteras de la crónica de España», del Rey Sabio. Una prueba de que en la Edad Media eran comunes estas diversiones la encontramos en las polémicas que en el siglo XV se suscitan sobre si las fiestas de toros deben o no ser permitidas.
Durante el reinado de Juan II de Castilla (1404-1454) sufrieron una primera transformación. Moratín dice, en su «Carta histórica...», que hasta esa época habían sido una especie de montería de fieras salvajísimas, y que en dicho reinado «formaron nueva época, pues entonces llegó a su punto la galantería caballeresca y todos los ejercicios de bizarría».
«En el de Enrique IV —dice— aún se aumentó más el género caballeresco y el arte de la jineta —como consta en Jorge Manrique—, y no hay autor que trate de este ejercicio que no hable del torear a caballo como de una condición indispensable.»
No me mueve a escribir el deseo de hacer un repaso general de historia taurómaca, sino el de combatir ciertos tópicos.
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Uno de ellos consiste en creer que el toreo de a pie, profesional, debió su nacimiento a la circunstancia de haber ocupado el trono español la casa de Borbón. Felipe V no gustaba de estas fiestas. Los nobles, para halagarle, dejaron de quebrar rejones, diversión favorita para ellos desde tiempo atrás... En esa época se presentaron en el palenque los vaqueros del campo andaluz, con su vara de detener, sustituyendo a los caballeros en las plazas. Los lacayos que habían servido a los nobles toreadores se colocaron junto a los vaqueros (picadores), convirtiéndose en lidiadores de infantería. ¿Exacto? ¿Inexacto? Voy a responder a lo que me parece una verdad a medias solamente.
Los caballeros de la nobleza venían usando la vara larga junto con el rejón o el garrochón. Por tanto, los vaqueros no hicieron otra cosa que imitarles, no aportando nada nuevo a los cosos. Los nuevos picadores no introdujeron repentinamente la vara de detener, sino que ella se fue imponiendo con los años. Me consta que durante casi todo el siglo XVIII la vara tuvo como competidores el rejón, el rejoncillo, el garrochón, que los mismos picadores usaron indistintamente. Daza, los Merchantes, Gamero..., de igual modo usaban la vara que el rejón. La vara de detener se impuso sobre los otros instrumentos en 1770.
En el Buen Retiro, de Madrid, y en el año de 1663 —según la relación de Ventura Vergara y Salcedo—, mientras don Francisco Lasso de Castilla rejoneó, don Pedro de Azcona y el marqués de la Puebla emplearon la vara larga, denominándoseles «picadores de vara larga», lo que prueba que no fueron los vaqueros quienes introdujeron la vara.
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Mucho antes, en la Corte —y como ejemplo también—, actuaban toreadores de a pie. En el año 1655 lo hacen Pedro de la Cruz y Sebastián Díaz, cobrando cada uno 200 reales de vellón. En los Sanfermines de 1634 actuó Manuel de Berrueta, toreador de a pie y de a caballo. Asimismo, en los del año siguiente, Pedro Pérez Castro, toreador navarro de a pie, trabajó en Pamplona.
Hay múltiples casos en los que lidiadores de a pie cobran un toro o su valor en moneda, lo que prueba que los toreros profesionales existían antes de 1700.
En pinturas del medievo también se reproducen escenas del toreo de a pie. En el Cantoral miniado del monasterio de Guadalupe figura un hombre con espada en la mano derecha y un trapo en la izquierda, ante un toro humillado. En la tabla «Traslación de San Dionisio a su monasterio», de Rodrigo de Osona, «el Joven», se ve al fondo a otro hombre sujeto a un árbol con una mano y citando a un toro con un trapo, en la otra.
Cuentan en crónicas los padres jesuítas que en Montilla se celebró una fiesta de toros el 30 de julio de 1646, y que seis hombres hicieron suertes sin desembarazarse de las capas ni de las armas.
Es indudable que, aparte los asalariados auxiliares de los caballeros, siempre surgían hombres de entre la plebe que se dedicaban al toreo. Unas veces se contrataban solos y otras en cuadrilla, como en el caso de José de Urrea (navarro), que, acompañado de otros, lo hizo en la Corte en 1659. Por lo tanto, las conocidas cuadrillas de navarros, castellanos, aragoneses y andaluces de mediados del XVIII no era novedad alguna.
No creo en transformaciones radicales, sino en evoluciones. Y estimo que cuando Francisco Romero —el primer lidiador famoso de a pie— resolvió dedicarse a este arriesgado arte, a principios XVIII, ejecutó el toreo conforme a lo mucho que había visto y oído.
Es inexacto afirmar, pues, que el toreo de a pie empezó con la llegada de la casa de Borbón, ni que el lidiador remunerado o profesional halló su principio en la misma época. Lo exacto sería decir que los toreros de a pie, profesionales, se «generalizaron» en ese tiempo.
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Yo niego que el origen del toreo pueda hallarse en Andalucía. Y lo digo sin pretender descubrir nada nuevo.
El toreo de a pie nació en Navarra. Lidiadores navarros, y en especial de Tudela, son todos o casi todos los que figuran en mis notas, las cuales se refieren a fechas anteriores a 1700. Y me parece naturalísimo que el toreo de a pie tenga su cuna en Navarra, donde desde antiguos tiempos existen toros bravos y donde la influencia del toreo caballeresco de la Corte no llegaba apenas.
Es en el siglo XVIII cuando surgieron los diestros meridionales. A ellos en verdad (pues no hay que negarles méritos) se les debe el perfeccionamiento a que llegó el toreo. Citaré sólo a los verdaderamente importantes: Francisco Romero (de Ronda), «Lorencillo» (de Cádiz), Melchor Calderón (de Medina Sidonia), «El Malagueño», José Cándido (de Cádiz), Juan Romero (de Ronda), «Costillares» (de Sevilla), Pedro Romero (de Ronda), «Pepe Illo» y Francisco Garcés (de Sevilla) y José Romero (de Ronda).
Excuso decir lo hartos que estarían los lidiadores navarros de rodar por esas plazas cuando ni soñaban los andaluces con tales bregas.
Por: Don Francisco López Izquierdo
BDCYL - Semanario Gráfico de los Toros – El Ruedo – Madrid, 19 de diciembre de 1957