- BIOGRAFÍA - José Redondo "EL CHICLANERO"
JOSE REDONDO “EL CHICLANERO”
Uno de los diestros de más robusta personalidad que han pisado los ruedos. «El Chiclanero», torero completísimo, lo bacía todo, y, además, muy bien; como con su gracejo peculiar decía él mismo, era ”redondo”, igual que su apellido. Atraído por el brillo de su paisano el gran «Paquiro», José Redondo, siendo muy Jovenzuelo, decidió firmemente dedicarse al toreo, y como el muchacho mostraba unas condiciones excepcionales, en seguida se hizo notar entre los numerosos aficionados que entonces, como ahora, aspiraban a figurar en el firmamento taurino, hasta el punto de que su fama, pequeña, pero firme, llegó a oídos de «Paquiro», quien mostró deseos de verle actuar. Y, efectivamente, una tarde le vio lidiar un torete -bueno, lo que entonces se llamaba un torete: un bicho con veinticinco arrobas largas ... -, y quedó tan complacido del trabajo del muchacho que, desde entonces, le prestó una decidida protección.
Y en seguida le incorporó a su cuadrilla, dándole los consejos sapientísimos que aquel verdadero monstruo de la torería podía dar, los cuales aprovechó el discípulo de tal modo, que llegó a superar en muchas cosas al maestro. Y cuando Francisco Montes le consideró «maduro», le concedió la alternativa en Bilbao, en agosto de 1842, confirmándosela en Madrid el 19 de septiembre del mismo año, con toros de tres ganaderías -Gaviria, Arias Saavedra y Castrillón-, o sea, lo mismito que hoy se estila en corridas de fenómenos, lo que, entonces eran, y muy de veras, padrino y neófito.
Y desde aquel momento «El Chiclanero» subió como la espuma y se colocó en uno de los primerísimos lugares del «escalafón» taurino. A ello contribuyó el que, como antes dijimos, José Redondo fuera un completísimo torero: con la capa, con las banderillas, con la muleta y con la espada. Con ésta, sobre todo, logró ser el mejor de su época, practicando la suerte de recibir como muy pocos y la de volapié como nadie. Unido todo ello a su garbosa figura y a la gracia y simpatía con que se producía dentro y fuera del redondel, nada de extraño tiene que -sumara una enorme cantidad de partidarios.
Mantuvo una reñidísima competencia con «Cúchares», al que venció la mayoría de las veces, por ser su toreo mucho más verdad que el del señor Curro, y esta pareja, durante unos años, hizo que la fiesta alcanzara un entusiasmo desconocido hasta entonces. José Redondo, mimado por los públicos y amigo de juergas y francachelas, a las que se daba, de continuo, vio minada su salud de tal modo, que murió tuberculoso cuando contaba treinta y cinco años de edad. El hecho tuvo lugar en Madrid, el 28 de marzo de 1853, precisamente el día de la inauguración de la inauguración de la temporada en la Villa y Corte, en cuya corrida había de tomar parte el gran «Chiclanero».
Puede afirmarse que ha sido uno de los diestros que han dejado más profunda huella en el toreo, pues a todas sus envidiables cualidades unía la de estar orgulloso de su profesión, en la que tan alto sitio ocupó, no tolerando que nadie pusiera en duda que era todo un matador de toros, pero de verdaderos toros con toda la barba... Había nacido en la ciudad de cuyo nombre se derivó su apodo el 13 de marzo de 1818.
Curro Meloja - 1945
Fotografía: Álbum Fotográfico Taurino - "Curro Meloja", don Carlos de Larra - 1945