RAFAEL MOLINA “LAGARTIJO”
Matador de toros
Nació en la ciudad de Córdoba el 27 de noviembre de 1841, y era hijo del banderillero Manuel Molina “Niño de Dios”, y de María Sánchez, hermana del diestro apodado “Poleo”.
Fue tan descuidada su primera educación, que a los quince años sabía más de toros que de letras; lógica consecuencia de pasar el tiempo lidiando vaquillas o becerros allí donde tenía ocasión, mostrando desde luego excepcionales condiciones para ello.
De tal manera se había dado traza en estas aficiones, que en 1852, cuando contaba once años, su nombre aparecía ya en los carteles de una fiesta taurina celebrada en Córdoba, cuyos productos se destinaban al fomento de las obras públicas, fiesta organizada por el Ayuntamiento para el 8 de septiembre del ya citado año de 1852 y en la que se lidiaron dos becerros por la cuadrilla de jóvenes cordobeses, de que formaba parte, y era capitaneada por Antonio Luque y José Sánchez.
El éxito de esta menuda troupe superó a las esperanzas de cuantos presenciaron el espectáculo, y decidió al que la había organizado a recorrer con ella las principales plazas de España, y en todas partes obtuvo excelentes resultados. “Lagartijo” desde el primer momento, sobrepujó a todos sus compañeros, y tales aptitudes puso de relieve, que a las pocas corridas le fue otorgado el puesto de primer banderillero. La Naturaleza le había concedido una inteligencia superior a sus años en el difícil arte de los Romeros.
Desde entonces, hasta que entró a formar en la cuadrilla de su paisano “Pepete”, fue el lidiador que con más constancia trabajó en la plaza de Córdoba.
En 1862, en unión de los hermanos Carmena, recorrió con gran aprovechamiento la mayor parte de las plazas de Portugal. Después de la excursión, a las órdenes del “Gordito”, trabajó en Córdoba, mostrando ser un banderillero consumado, que daba el quiebro con la misma precisión que su jefe; que banderilleaba a la perfección en todas las suertes y todos los terrenos, y que era, además, un peón de inteligencia poco común.
El 15 de agosto del año de referencia, toreando en Cáceres, sufrió su bautismo de sangre, y sin estar restablecido de la herida, en 24 de septiembre siguiente, ejerció por primera vez de matador en la plaza de Bujalance.
Los ajustes como tal, después de esta corrida, no fueron pocos, y en todas partes fue acrecentando su buen nombre. Ajustado con “Cúchares” y el “Tato” el espada Antonio Carmena para trabajar en Madrid la temporada de 1863, “Lagartijo”, que seguía formando en la cuadrilla de Manuel Carmena, pidió con insistencia al “Gordito” que le sacara en una corrida, lo que no pudo conseguir por estar la cuadrilla completa y negarse a cederle el puesto los banderilleros que la formaban, muchos de los cuales habían de solicitar más tarde que él, a su vez, les diese un puesto en su cuadrilla.
“Lagartijo”, en vista de esto, habló a la Empresa, ofreciéndose a trabajar sin remuneración alguna, y la Empresa accedió a sus deseos, anunciándole como el último banderillero de la cuadrilla del “Gordo” para la corrida del 13 de septiembre de 1863. En el tercer toro salió a banderillear. Una parte del público, al verle, gritó: «¡El quiebro!», y el diestro, echándose fuera, hacia los tercios, alegró al toro, y esperándole a pie firme, en el momento de meterle la cabeza se cambió con gran aplomo, arte y frescura y metió los brazos, dejando un par soberbio, que le valió una ruidosa ovación.
Al año siguiente, ajustado también el “Gordito” para torear en Madrid, contó con la cooperación del notabilísimo banderillero. Después de figurar éste en alguna corrida como sobresaliente, estoqueó, por cesión, el quinto toro de la celebrada el 13 de junio, al que, después de una gran faena de muleta, le mandó al arrastradero de una magnífica estocada, siendo objeto de entusiastas aplausos. Otros toros estoqueo en la temporada, y en todos probó lo mucho que valía.
Seguir paso a paso la historia de esto diestro sería larga tarea, como lo fuera el relatar los triunfos alcanzados en todas las plazas en que trabajó, figurando unas veces como banderillero y otras como matador, en unión de diferentes espadas.
La alternativa de matador de toros le fue otorgada en la plaza de Madrid por Cayetano Sanz, el 15 de octubre de 1865. Al año siguiente su nombre apareció en los carteles de abono de la referida plaza, en unión de los del “Tato” y el “Gordito”, y desde entonces luchó con todos y con todos midió sus fuerzas, con ese afán propio del que vale y desea adelantar en la profesión.
Desde que alcanzara la suprema investidura, hasta 1892, último año en que admitió ajustes, decidido a despedirse del arte, como lo efectuó al principio de la temporada del siguiente, toreó en la mayoría de las plazas de España, habiendo algunas en que no se celebraban corridas sin que se contara con su concurso.
El nombre de Rafael Molina, “Lagartijo”, figurará a la cabeza de los toreros de la segunda mitad del pasado siglo; su historia, como hemos ya dicho, será una de las más brillantes páginas que ostentará el libro de las grandes figuras de la tauromaquia; en él son contados los que puedan mostrar tantos años como él de continua lucha con los toros, sin que ni la edad ni las fatigas hayan hecho decaer un solo instante el buen nombre y la justa fama que alcanzó desde el momento de presentarse en los circos taurinos, contribuyendo con su trabajo a sostener el arte y a elevarlo a su primitiva grandeza, en medio de la admiración y del aplauso universales, como dijo el distinguido y castizo escritor, ya difunto, Sr. Peña y Goñi.
Torero de personalidad propia, cogió lo bueno de su maestro Antonio Carmena, el “Gordito”, para desarrollarlo y ampliarlo con lo suyo.
Creó, con el inolvidable Salvador Sánchez “Frascuelo”, una gloriosa época en los anales del toreo, y en la larga y noble competencia con éste sostenida, que desarrolló de un modo extraordinario la afición, arrebató Rafael a todos los públicos, se captó universales e idólatras partidarios con su portentoso arte, con su incomparable elegancia y maestría.
Sus largas, sus medias estocadas en lo alto, llamadas lagartijeras, su fácil, elegantísimo y extraordinariamente artístico modo de banderillear, en todos los terrenos y de todas las formas, su lucidísimo estilo de torear de capa y de muleta, lo mismo en el de defensa que en el de castigo, y el de filigrana, de puro adorno, en fin, todo lo suyo, hasta el célebre y ventajoso paso atrás de sus últimos años de torero, adoptado cuando, según él mismo dijo, el enfermo "nesesitaba meisina", todo, absolutamente todo, ha pasado a la historia del toreo como verdaderas manifestaciones de la insuperable inteligencia de “Lagartijo”, alias que ocupará en la historia del toreo un lugar preeminentísimo.
En él hasta las faenas desgraciadas gustaban casi a los aficionados, por lo sencillo de su carácter y por la modestia con que acogía todas las manifestaciones del público, lo mismo las lisonjeras que las desagradables.
“Lagartijo” la primera vez que toreó en Madrid fue como banderillero, el día 13 de septiembre de 1863, poniendo un gran par al quiebro al toro Tejón (colorado y grande), de Miura, por cierto que vestía color azul y plata, saliendo como agregado a la cuadrilla del “Gordito”.
La verdadera alternativa la recibió “Lagartijo” en la plaza de Úbeda el día 29 de septiembre de 1865, estoqueando el primer toro, cedido por el “Gordito”; se llamó el toro Carabuco, y pertenecía a la ganadería de la marquesa de Ontiveros.
Las corridas de despedida fueron cinco: en Zaragoza, el 7 de mayo de 1893, que lidió toros de Carriquiri; en Bilbao, el 11; en Barcelona, el 21; en Valencia el 28, y en Madrid el 1° de Junio (día del Corpus, por cierto que mediaron influencias para que la procesión se verificara por la mañana, cosa que se consiguió) En estas cuatro corridas se lidiaron toros del duque de Veragua.
Rafael estuvo bien en Zaragoza, Barcelona y Valencia; en Bilbao y Madrid la suerte le fue adversa, más que nada por la mansedumbre de los toros. De las dos plazas tuvo que salir “Lagartijo” escoltado por la guardia civil. En todas estas corridas en que mató Rafael los seis toros le acompañó el “Torerito”, sin que hubiera necesidad de su ayuda para matar ningún toro; los seis que mató “Lagartijo” en Madrid se llamaron: Perinola (colorado), Fucherero (cárdeno), Algarrobo (castaño), Cocinero (jabonero), Tiznao (berrendo en negro), y Pandereto (negro), uno de cada color.
Rafael marchó a Córdoba, y a los pocos días su barbero le cortaba la coleta.
En la plaza de Madrid estuvo el día 13 de noviembre de 1896, asesorando a la presidencia en la famosa corrida que organizó El Imparcial a beneficio de los heridos de Cuba, en la que estoquearon seis toros de Benjumea, «Guerrita», «Reverte» y «Bombita», acompañado de «Frascuelo», y siendo el presidente el conde de Peña Ramiro. En la becerrada a beneficio de la Asociación de funcionarios civiles, verificada en Madrid el día 1° de Julio de 1898, fue invitado a dirigir la becerrada, lo que hizo a satisfacción. En ella, a petición del público, banderilleó magistralmente un becerro. Al año siguiente, el 6 de julio, se celebró otra becerrada organizada por la misma Asociación, y Rafael vuelve a banderillear en unión de Valentín Martín y Torerito, siendo ovacionadísimo.
El 1° de agosto de 1900 fallece «Lagartijo», en su casa dé Córdoba.
En recuerdo, admiración y respeto a D. José Carralero y Burgos - Madrid 1913 - Los califas de la Tauromaquia - Matadores cordobeses -
Fotografía: Álbum Fotográfico Taurino - "Curro Meloja", don Carlos de Larra - 1945