LA TAUROMAQUIA COMPLETA
EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA
TANTO A PIE COMO A CABALLO
Por: Francisco Montes “PAQUIRO”
PARTE SEGUNDA - ARTE DE TOREAR A CABALLO
CAPITULO VIII
DE LA SUERTE DEL SEÑOR ZAONERO
Hemos por fin llegado a la suerte de picar cuyos principios están perfectamente conformes con los que sirven de base al toreo de a pie. Hasta ahora todas las que llevamos explicadas tienen algo de violento, y si exceptuamos la anterior, llegan a ponerse de tal modo, que no hay medio de evitar la cogida. Esta es la razón porque mueren tantos caballos cuando los toros son pegajosos, y porque los picadores ponen tantas veces mal de su grado las costillas en el suelo.
Para verificar esta suerte se espera s que el toro esté en la misma disposición que dijimos debía hallarse para la verónica con la capa, pero deberá ser el costado derecho el que tenga el terreno de adentro, para que cuando el diestro se ponga en suerte, que será del mismo modo que dijimos se debía poner el peón para capear, quede con la vara hacia el de afuera. Situados así perfectamente en la rectitud como se dijo para la capa, y guardando la distancia que las piernas del toro indiquen, se le cita, y conforme llega a jurisdicción y humille, se le pone la vara, se carga un poco el cuerpo sobre el palo, y se mete el caballo en el terreno de adentro, con todo lo cual el toro, que se halla castigado y con su terreno franco y a la vista, lo toma y sigue con pies sin obligar a que el diestro haga uso de los del caballo. He descrito la suerte ni más ni menos que como se hace con los toros boyantes; vamos a ver si con los demás es tan segura y sencilla.
Los toros pegajosos son buenísimos para esta suerte; se les hace del mismo modo, con la sola diferencia de meter algo más el caballo en el terreno de adentro y con más prontitud, con lo cual se hallan despedidos y castigados en el encontronazo y sin el bulto delante, de manera que no tienen otro remedio ya que seguir su viaje, y el picador tampoco tiene precisión de salir con pies.
Los loros que recargan, que son tan difíciles de lidiar en las suertes anteriores, y que con tanta frecuencia dan cogidas en los remates, se torean con la mayor facilidad y segurísimamente haciéndoles la de que hablamos como se dijo para los boyantes, sin otra diferencia más, si no que después de partidos los terrenos, en vez de pararse y dejar ir al toro, se debe salir con todos los pies para evitar el recargo. Haciendo la suerte de esta manera, cuando el toro se vuelva para recargar está el diestro apartado veinte varas, y si quisiera hacer por él, la delantera que lleva, y la superioridad que tiene un caballo sobre un toro en la carrera, le asegura no ser alcanzado.
Los toros abantos dan poco que recelar en esta suerte, la cual no sufre alteración particular para ejecutarse con ellos.
Por la explicación que acabamos de dar de la suerte del señor Zaonero se ve que tiene una multitud de semejanzas con las suertes de a pie, pero muy particularmente con la verónica.
En ella están divididos los terrenos del mismo modo que en esta, y se guarda igualmente la distancia que marquen las piernas del toro; se le cita en su rectitud, se le deja también venir por su terreno, y así que llega a jurisdicción y humilla se le hace la suerte y toma cada cual su terreno respectivo: con mucha razón, pues, la llamaría yo la verónica de picar.
La semejanza de estas suertes nos obliga a detenernos algo sobre algunas modificaciones que deben hacerse en la que nos ocupa relativas a las diferentes clases de toros, según la división hecha para el toreo de a pie. En efecto, siendo en todo igual a la verónica con la capa, deberá sufrir alguna variación el modo de hacerse, según que sea boyante, que se ciñe etc., el toro con quien se ejecute.
Partiendo, pues, del modo como se hace a los boyantes, que es el tipo de la suerte, diremos que a los que se ciñen no hay que hacerles más variación en cuanto al modo de recibirlos que la de sesgar un tanto el caballo cuando lleguen a la vara, y darles el remate según la clase a que pertenezcan en la clasificación para la pica.
Los toros que ganan terreno pueden dar que hacer alguna vez por colarse al de adentro; para evitar esto es indispensable situarse rigorosamente en su rectitud y lo mas sobre corto posible, pero nunca menos de tres varas, y hacerles en lo demás la suerte como a los que se ciñen. En observando estos preceptos se conseguirá siempre buen remate; pero si se desentienden, y se mete el toro en el terreno de adentro, es menester hacerle la suerte de picar que hemos llamado en su rectitud, que como no tiene las mejores proporciones, según se ha visto, y hay además en este caso la contra de hacerla en oposición con los terrenos, suelen tener muy buen éxito.
Los toros de sentido, que tanto cuidado dan en las suertes de a pie, en las de a caballo, y en especialidad en la que estamos explicando, no dan ninguno si no se les une ser pegajosos o que recargan, pues muchas veces son boyantes y aun abantos para la vara: de todos modos, será bueno salir con pies en el remate.
Nos hemos detenido bastante en esta suerte para hacer manifestar sus ventajas, y ver si en algún modo podemos contribuir a que se establezca en las plazas: es una fatalidad grande que sea tan poderoso el influjo del hábito en los picadores, que les impida hacer una reforma tan ventajosa para ellos mismos.
No faltará alguno que me diga que a pesar de lo ventajosa que parece la suerte, como que todavía no se ha ejecutado, no podemos asegurar que su éxito es cual suponemos, y aun quizás que me acuse de haber comprometido en cierto modo la vida del que intentare practicarla animado por la brillante perspectiva con que la he pintado. Pero esta objeción carecería de fundamento, lo primero, porque estando los principios fundamentales de la suerte en perfecta armonía con los ya conocidos como ciertos y experimentados como seguros, o por mejor decir, siendo unos mismos, no puede menos de corresponder la práctica con la teórica; lo segundo, porque la experiencia ha confirmado mil veces esta correspondencia. ¿Qué aficionado no ha visto muchas veces salir un toro trocado, y por no haber dado tiempo al picador para salirse de la suerte tener este que recibirlo, que abrir el caballo para darle la salida por el terreno de afuera y echar a! toro por el de adentro? ¿Quién no ha observado alguna vez ir el diestro a dar un puyazo en los medios de la plaza y tomar el toro para su salida el terreno de la derecha, precisando al picador a seguir por el de la izquierda con opuesto viaje? Diariamente somos testigos de estas suertes que el toro proporciona, y cuyo éxito es feliz, a pesar de hacerse con los terrenos cambiados, sin estar el diestro prevenido para hacerlas, y lo que es más, sin tener ni aun Ja idea más remota de que se pueda poner en práctica. ¿Y estas suertes son otra cosa que la que el señor Zaonero ha propuesto? Ciertamente que no.