LA TAUROMAQUIA COMPLETA
EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA
TANTO A PIE COMO A CABALLO
Por: Francisco Montes “PAQUIRO”
PARTE SEGUNDA - ARTE DE TOREAR A CABALLO
CAPITULO V
SUERTE DE PICAR AL TORO EN SU RECTITUD
Esta suerte no se empieza a hacer hasta que los toros comienzan a pararse, y necesita ya mucha atención. Sus proporciones son casi las mismas que las de la anterior, pero es mucho más difícil rematarla bien, porque los toros tienen mucha más codicia cuando se les hace que cuando estaban levantados.
Vamos a dar su explicación, tomando por tipo de ella el modo como se hace a los boyantes.
La situación del toro puede ser o bien mirando directamente a las tablas, y con las nalgas hacia el mismo centro de la plaza, o bien un poco oblicuo, pero siempre desviado de las barreras el espacio que cuando menos sea necesario para revolver el caballo. El picador deberá ponérsele delante, y enteramente en su rectitud, pero con el cuidado de conservar siempre la distancia con arreglo a las piernas que le observe. Situado así, debe el picador citarlo, y dejarlo venir hasta que llegue a la vara, y así que haya hecho la humillación y la haya tomado se cargará sobre el palo para que no llegue el toro a besar al caballo en el encontronazo, y le mostrará su salida al mismo tiempo que sacará el caballo por la izquierda, para hacerle dar la especie de vuelta que se necesita para tomar el terreno que le corresponde.
Si el toro conserva piernas, aunque sea de los que se duelen poco del castigo, tomará su terreno en cuanto el picador se lo enseñe, por lo que se podrá quedar quieto, en atención a que los toros boyantes jamás recargan si se les ha hecho bien la suerte.
La de que hablamos necesita hacerse con mucho cuidado y precaución, aunque sea el toro sencillo, cuando se halle aplomado. Como una de las cosas propias de este estado es carecer de piernas, o al menos hacer de ellas poco uso, de aquí, resulta que se quedan en el centro de la suerte, no porque hayan sufrido transformación y se hayan hecho pegajosos, sino porque les falta el poder para salir: de modo que para hacer un buen remate se necesita darles más palo para que el centro de la suerte sea menos ceñido y la salida mas patente, como asimismo en el acto del encontronazo vaciar el caballo un poco, con todo lo cual el toro se encuentra castigado y metido en su terreno. La salida deberá hacerse con pies, pues aunque el toro, como ya dijimos antes, no recargará, suele salir con mucha parsimonia, y a veces quedarse quieto en su terreno, y si el picador también lo hace le falta una gran parte de lucimiento a la suerte.
Hemos ya visto que los toros boyantes se pican sin cuidado del modo que se ha indicado, pero los pegajosos requieren más precauciones.
Situado el picador como dijimos para los boyantes, y a larga o corta distancia con mucho o poco palo adelante, según las piernas que advierta al toro, lo citará, y conforme arranque irá abriendo y vaciando un poco el caballo, para que cuando llegue a jurisdicción se encuentre con su terreno enteramente franco; si el picador conoce que no es muy seco metiendo, y que puede echarlo fuera en el encontronazo sin que llegue a besar, deberá hacerlo, y será una suerte muy lucida; pero si ve que no es posible esto, entonces seguirá volviendo el caballo hasta tomar su terreno propio, y le meterá las piernas para salir corriendo.
Los pocos pies que tienen ya los toros en el estado de parados aseguran al picador, y mucho más con los que como estos no recargan.
Hemos visto ya el modo de picar las dos primeras clases de toros de las cuatro en que los hemos dividido, y siendo enteramente igual el modo de hacer la suerte que nos ocupa a los de la tercera, no nos detendremos en su prolija explicación, sino que pasaremos a ver cómo debe ser el remate, que es donde hay variaciones notables.
Por tanto, después de haber hecho todo conforme a las reglas establecidas; para los boyantes, si el toro se aparta del centro con intención de recargar, y se aleja lo suficiente para salirse sin tener recelo de ser alcanzado, se debe hacer, pero suele suceder que sigue con todos los pies tras el diestro, y si el caballo no tiene muchos darle alcance: en este caso se sigue corriendo, y se vuelve el cuerpo lo suficiente para ponerle la puya, con lo que regularmente o se huye o detiene algo el viaje, y a poco que el diestro apresure el suyo se concluye con felicidad.
Es casi inevitable la cogida con estos toros cuando el caballo es muy tardo en salir, pues entonces en el recargo primero lo alcanzan y se cuelan sueltos; lo que debe hacer el picador que lleva debajo una bestia de esta naturaleza es no intentar jamás salirse de la suerte, sino cuando el toro se retira para recargar enmendarse lo que baste para recibirlo segunda o tercera vez, pues como generalmente no son duros en el encontronazo, no llegan a besar; y por último, se salen de la suerte dejando al diestro con mucho lucimiento.
Los toros abantos rara vez hacen esta suerte, porque se salen de ella cuanto el picador los empeña: si alguna vez llegan a efectuarla hágaseles por las reglas dadas ya, pues no hay variación notable que hacer.