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44 - CAPITULO II - DEL MODO DE DIVIDIR LOS TOROS PARA LA SUERTE DE PICAR

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 LA TAUROMAQUIA COMPLETA

 EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA

 TANTO A PIE COMO A CABALLO

 Por: Francisco Montes “PAQUIRO”

 

PARTE SEGUNDA  -  ARTE DE TOREAR A CABALLO

CAPITULO II 

DEL MODO DE DIVIDIR LOS TOROS PARA LA SUERTE DE PICAR

Cuando en la primera parte de esta obra dividimos los loros en seis clases, nos desentendimos del toreo de a caballo, y al de a pie fue al que arreglamos y referimos aquella clasificación. Pero como en el de a caballo sucede que un toro que se ciñe, por ejemplo, y otro de sentido se deben lidiar de un mismo modo, siendo tan diferente el de torearlos a pie, de aquí procede la necesidad de hacer una nueva división para el toro de a caballo, cuyo fundamento se tome de las buenas o malas proporciones que tengan para las suertes de la vara, así como la base de la clasificación que hicimos en el toreo de a pie se tomó también de la mayor o menor idoneidad que para esta clase de suerte presentaban los toros.

 

Los autores que he consultado acerca de este ramo del arte de torear no han hecho más que una división de los toros, y de ahí la oscuridad que reina en la explicación de las suertes de a caballo, y la confusión en que no puede menos de caer el lector.

 

La suerte de picar, como todas las que se hacen desde el caballo, tiene sin duda muchos puntos de contacto con las de a píe; pero necesita un modo nuevo de considerar los loros que se refiera a ella misma, y esto es lo que voy a ejecutar; pero como soy el primero que establece esta nueva división, y es más probable que resulte defectuosa, deseo que se atienda solo a mi buena intención, y a la necesidad que de ella tiene el arte, únicos motivos que me obligan a proponerla.

 

Cuatro son las grandes clases en que me parece pueden dividirse los toros con relación a las suertes de la vara de detener, a saber: boyantes, pegajosos, que recargan, y abantos. Asignémosle a cada clase los caracteres que la dan a conocer, y sirven para distinguirla de las demás.

 

Los loros boyantes son aquellos que, aunque muy bravos, toman, su terreno conforme se lo muestra el picador, y que por consiguiente jamás darán cogida al que sepa torearlos como se debe. No obstante, si el diestro no tiene los requisitos que hemos visto necesita para torear bien, y se tarda en manifestárseles su terreno, le podrán dar cogida. Estos toros pueden ser además de boyantes blandos, esto es, que se duelen mucho del castigo y no arrempujan: el picador lo conoce en que en el encontronazo no hacen fuerza, y generalmente a la salida de la suerte tiran coces a los estribos, y salen con el cuello torcido; estos toros son muy fáciles de picar.

 

También puede un toro ser boyante y duro; quiero decir con esta expresión, que no se sienta del castigo: estos toros no dan las coces que los otros, ni salen con el pescuezo torcido, y en el encontronazo hacen bastante fuerza.

 

Llamo toros pegajosos a los que aun cuando tengan libre la salida no la toman, sino que se quedan en el centro tirando cabezadas a ver si pueden llegar al bulto, y cuando desarman al picador y lo consiguen, cuesta mucho trabajo hacer que lo dejen. Estos toros son siempre duros, esto es, que no les hace mella el castigo, y si el picador no tiene mucho poder no se libra de la cogida.

 

Los toros que recargan son aquellos que llegan a la vara, y así que la sienten se apartan del centro como para tomar su terreno, pero que conforme se les quita del morrillo para rematar la suerte arrancan con prontitud y dan la cogida. Estos son los que deben torearse con más cuidado, y mucho más cuando generalmente se cuelan sueltos en el recargo, y apoderados una vez del bulto son tan codiciosos como los pegajosos.

 

Los toros abantos para la pica son aquellos que se quedan cerniendo delante del bulto, y no llegan muchas veces a tomarla, si no que se escupen fuera, mientras que otras la toman y empiezan a tirar derrotes para desarmar, pero sin hacer fuerza, de suerte que el encontronazo es leve; más sin embargo se necesita ser muy diestro y tener buen brazo para que el continuo movimiento que hacen de un lado para otro mientras sienten la puya no desarme al picador.

 

Estos toros, como luego veremos hablando de las suertes, deben torearse con precaución, pues que su misma cobardía les hace aparecer con algunas anomalías que exigen cuidado y atención. Es casi inútil decir que jamás sale uno duro.