LA TAUROMAQUIA COMPLETA
EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA
TANTO A PIE COMO A CABALLO
Por: Francisco Montes “PAQUIRO”
PARTE PRIMERA - ARTE DE TOREAR A PIE
CAPITULO XV
DE ALGUNAS PARTICULARIDADES QUE DEBE TENER PRESENTES EL TORERO
Los toros no todos cornean bien; hay algunos muy torpes, y todos ellos tienen un lado de que son más diestros: esto es conocido desde el momento en que se les ve cornear una vez, y aun cuando no, es bien sabido que del lado cuya oreja mueven más a menudo y menean con más prontitud, de ese cornean mejor. Sucede también que del lado porque se les ha dado más salidas en las suertes cogen más bien, y el torero, que debe hacerlas todas con la misma facilidad por cualquiera de ellas, deberá buscar siempre para su salida aquel por donde están más sencillas.
Los banderilleros generalmente no parean bien sino por una mano; de modo que, aunque el toro esté muy sobre sí, y el cuerno de la huida sea el maestro, no se cambian, por esto son más frecuentes las cogidas: por tanto, les encargo que desde el principio se acostumbren a parear igualmente por ambos lados, pues de este modo cogerán siempre a los toros por el lado sencillo, y no se les quedará uno por banderillear.
Sucede también con mucha frecuencia que un toro que salió boyante experimenta luego una verdadera transformación, y se hace de sentido, lo cual es efecto de haber dado una cogida, o de haberlo toreado mal. Sea por el motivo que quiera, conocida la transformación, debe el torero lidiarlo según la clase a que nuevamente corresponde, y teniendo presente que, si se hizo malo por haber dado una cogida, no se le debe hacer suerte en el paraje en que la dio, pues cuando los toros están en sitio propio y consentidos son muy carniceros, y si dan segunda cogida es sumamente peligrosa, y se hace luego casi imposible el apartarlos de allí. Esto deben tenerlo presente con más particularidad los picadores, pues ellos son los que se ven más a menudo en el compromiso de ir a buscar al toro en sitio propio: es tal el coraje que tienen cuando están en este caso, que yo he visto más de una vez dar siempre porrazos al picador, y pegarse extraordinariamente estando apoderados de un sitio, y yendo a buscarlos a él, mientras que estos mismos toros los han sacado a otro paraje, y han hecho la suerte como boyantes, sin recargar, ni mostrar indicios de codicia.
También sucede que los loros experimentan transformaciones en bien de los toreros, y que uno que salió ganando terreno o rematando en el bulto, concluya ciñéndose, o partiendo como un boyante. Generalmente esto sucede porque los tales toros son muy sentidos, se duelen mucho del castigo, y como lo experimentan siempre que se acercan al bulto, concluyen muchas veces hasta por echarse fuera: no obstante, deben siempre torearse con algún cuidado, principalmente cuando se les va a hacer alguna suerte en que no se les pincha, pues se consienten con facilidad, y a la segunda entran ya con codicia por el bulto.
Una de las cosas que deben dar más cuidado al torero es que el toro tenga la cabeza descompuesta, y por lo regular tienen de ello la culpa los mismos lidiadores, pues aunque es cierto que algunas veces desde que salen por la puerta del toril vienen con la cabeza desconcertada, sin embargo, lo más frecuente es que en la plaza se la descompongan con los capotazos mal dados, y con las chaquetas y pañuelos que les echan desde los andamios: así los acostumbran a cornear sobre alto, y a tirar incesantes derrotes, con que luego desarman al diestro en la suerte. Por tanto, recomiendo que nunca se les eche el capote para citarlos al testuz, sino siempre bajo, para que se acostumbren a humillar bien y descubrirse; y los matadores tendrán un especial cuidado cuando vayan a matar, para si el toro no tiene bien compuesta la cabeza arreglársela con la muleta, o con una capa si fuere menester, advirtiéndoles que el lance peor en que puede verse el torero es cuando en la estocada de muerte el toro se para en el centro tirando derrotes, y lo desarma. En este caso la cogida es casi inevitable, pero si se puede hacer que no llegue este lance con solo cuidar de componerle la cabeza.
Así como los caballos, tienen los toros algunas veces un brazo o una pierna más fuerte, y un lado de más vigor por donde cogen mejor: el torero debe observar todo esto para combinar la suerte del modo más seguro.
También deben los toreros tener presente, y los de a caballo con particularidad, que cuando los toros echan tierra y escarban tardan en arrancar, y generalmente no lo hacen hasta nuevo cite, o hasta que los obligan de nuevo; también es constante que antes de arrancar vuelven de pronto y enderezan las orejas y hacen una grande inspiración, que se conoce en lo que hinchan el ijar.
Otra advertencia importante es que cuando se trata de abrir el toro, esto es, desviarlo un poco de las tablas para hacer suerte con él, se deben dar los capotazos por dentro para que el toro dé una vuelta, cuyo remate es sobre el terreno de afuera, y quede en disposición de hacer suerte. Cuando por el contrario está muy desviado y se trata de cerrarlo un poco, los capotazos se darán de fuera a dentro.
Se puede muy bien considerar en los toros dos acciones principales, a saber, la ofensiva y la defensiva: se entiende por acción ofensiva todo movimiento del toro cuyo objeto es apoderarse del bulto, cogerlo, destrozarlo; y por acción defensiva, aquella con que intenta evadir las suertes, y evitar el daño que en ellas experimentó ya. En la primera de estas acciones se comprenden las arrancadas, la humillación, el hachazo, etc.; y en la segunda el taparse, vaciarse de los centros etc., etc.
La acción ofensiva es más propia de los toros bravos y boyantes, y la demuestran en la más pequeña cosa; así es, por ejemplo, qué estos toros cuando van siguiendo a un peón y se les escapa por un burladero se quedan corneándolo con coraje, que es a lo que se llama en el toro rematar: la acción defensiva por el contrario es más inherente a los toros abantos, y más particularmente a los de sentido, que parece muchas veces que la saben hacer servir tan bien como medio de ofender.
Como no todos los toreros son tan diestros que puedan estar seguros de ser jamás cogidos, diremos algo que pueda serles útil en el caso de experimentar esta desgracia.
Es muy frecuente la cogida, por ser el toro superior en pies al diestro que lo va corriendo, y que no lo hizo con las precauciones que dijimos en su lugar. En este caso, vista ya la imposibilidad de sacar ventaja por piernas, se detiene un poco la carrera, y se vuelve la cara para ver llegar al toro, y en el momento que humilla dejarse caer de pronto al suelo, de modo que la cornada es en el aire, y lo más que puede el diestro sufrir es por algún pezuñazo, aunque generalmente en este caso rebrinca y salva todo el bulto. Tampoco es frecuente que vuelva el toro; pero si por una rareza sucediere, deberá el diestro al verlo venir, o bien levantar y menear las piernas para que se distraiga con ellas y deje el cuerpo, o bien cuando vaya a humillar para recogerlo rodarse, digámoslo así, hacia sus piernas, para asegurarse a una, y que no le pueda cornear: también si se puede debe cogerle un pitón, y asirse fuertemente a él.
Los banderilleros cuando por haber hecho una salida falsa se ven en este caso, tienen la ventaja de poder hacer uso de las banderillas, y clavarlas en el hocico al toro, con lo cual siempre rebrinca y se va.
También los matadores cuando son arrollados pueden hacer uso de la espada, y aunque sea matar al toro hiriéndole en el percho, pues antes que todo es la vida de un hombre.
Los toreros que presencien estos fatales accidentes, lejos de ser pasivos espectadores, y mirarlos con una execrable indiferencia, deben prodigar cuantos auxilios estén de su parte, pero sin atolondramiento y confusión, bien persuadidos de que un capote bien echado hace del toro lo que se quiere, y muchos mal dirigidos nada sirven, no siendo pocas las veces que por este desorden y torpeza si se liberta una cogida es a costa de otra.