×

Mensaje

Este sitio web utiliza 'cookies' para ofrecerle una mejor experiencia de navegación.

Ver documentos de la Directiva e-Privacy

Ha rechazado el uso de cookies. ¿Desea reconsiderar su decisión?

30 - CAPITULO XII - CONSECUENCIAS DE LA ESTOCADA DE MUERTE

Atrás

 

 LA TAUROMAQUIA COMPLETA

 EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA

 TANTO A PIE COMO A CABALLO

 Por: Francisco Montes “PAQUIRO”

 

PARTE PRIMERA  -  ARTE DE TOREAR A PIE

CAPITULO XII 

CONSECUENCIAS DE LA ESTOCADA DE MUERTE

La estocada de muerte, cuyas reglas dejamos explicadas, se practicará siempre con felicidad y perfección en ejecutándola según ellas, pero no todas las veces será su consecuencia la muerte inmediata del toro.

 

En efecto, la estocada por alto, o sea por la cruz, son infinitas las veces que no se puede clavar lo bastante, por la reunión de los huesos que forman la eminencia en que concluyen los rubios, y es el sitio de preferencia para la estocada: de aquí, procede la frecuencia con que vemos saltar la espada sin haber el diestro podido evitarlo, ni hacer mas de su parte, por lo que no debe medirse el mérito de la suerte en razón inversa del número de estocadas, consistiendo menos en habilidad que en fortuna el matarlos de la primera.

 

Las estocadas por lo alto producen inmediatamente la muerte, cuando entrando por entre dos vértebras cortan la médula espinal, cuando coge la espada lo que los toreros llaman la herradura, cuando el toro está pasado de parado, y cuando está descordado.

 

Las estocadas que interesan la médula son las más airosas que se pueden imaginar: ellas producen la muerte con la misma rapidez que la puntilla, pues su mecanismo es igual, y la única diferencia está en el sitio en que se verifica; así es que pasma ver venir al toro con una furia y violencia grandes, y apenas llega a la espada, y casi sin haber sido pinchado, caer sin átomo de vida el que un momento había era un monstruo de fuerza y de valor.

 

Las estocadas que pasan la herradura producen inmediatamente la muerte del toro, aunque solo se le haya introducido media espada.

 

Esta estocada es también muy lucida, aunque no tanto como la antecedente y es algo más frecuente. Se conoce que la espada corta la herradura, en que entra oblicua, un poco baja y en el pecho: el toro se detiene un poco, se queda en pie, pero sin fuerzas, y no arroja sangre ni por la herida ni por parte alguna, y al poco tiempo cae muerto sin necesitar a veces de puntilla.

 

Da una idea muy brillante del diestro y de su inteligencia el conocer cuando la estocada corta la herradura, pues en este caso se irá a hacer la cortesía de costumbre, dejando en pie al toro, y a los espectadores suspensos momentáneamente, porque la pronta muerte de aquel, quitándoles la duda, les da un testimonio de la maestría del ejecutor.

 

Las otras estocadas por alto que matan prontamente a los toros son las que entrando por la cruz pasan al pecho, por traer una dirección casi perpendicular; y pasándole los pulmones, les hacen arrojar sangre por la boca, causándoles muy en breve la muerte. Muchos confunden esta estocada con los golletes, lo cual es efecto de muy poca inteligencia, pues tienen un mérito sobresaliente estas, en razón a que para pasar el toro así es necesario tener los pies muy parados, hasta el momento que esté en el centro de la suerte muy humillado, y entonces meter el brazo de la espada, hasta ahora reservada, en una dirección vertical; todo lo que es muy lucido y difícil. A esta clase de estocada, por razón de sus circunstancias, llaman los toreros pasadas por pararse, y al toro que está herido de ella pasado de parado. No deben confundirse jamás los toros muertos por ella con los que fueren muertos de gollete.

 

Los toros que reciben una estocada por alto y quedan descordados, aunque caen a tierra muy pronto, no obstante, quedarían vivos si no se les diera la puntilla, pues la estocada lo que hace es cortar o bien los tendones que les sirven para el manejo de los brazos, o bien los nervios que les dan la vida; por lo que no pueden tenerse en pie, y caen como heridos de un rayo algunas veces, y como en el suelo, no pueden defenderse, son acachetados con facilidad.

 

Las estocadas por bajo nunca son del mérito que las por alto; pero en muchas ocasiones se deben dar, y por consiguiente tienen también el suyo. Ya hemos marcado todas las veces en que son preferibles, y aquí, solo nos resta que decir que se llaman genéricamente golletes, y que matan prontamente al toro, porque entran en el pecho y le pasan los pulmones.

 

Muchas veces también sucede que la espada entra oblicua, y asoma la punta por el otro lado; esto es muy feo, y depende de haber hecho mal la suerte: entonces se dice que está el toro atravesado. También suele suceder que se corte la carne que une la cara inferior de la espaldilla con las costillas, de lo que resulta que cuando el toro se apoya en el brazo de aquel lado, se eleva el hueso mucho más de lo natural, y el animal anda con fatiga y cojeando.

 

Otras veces cuando el toro se ciñe mucho en la suerte de muerte, o bien da una colada, sucede que la espada entra por el lado contrario del que debía, esto es, por el izquierdo del toro, y muchas veces ni aun lo pincha: a esto es a lo que los toreros llaman irse la estocada por carne. También sucede con bastante frecuencia en este caso entrar la espada por el tejido que hay debajo de la piel, y seguir por entre el cuero y carne, sin hacer casi ningún daño al toro, a lo que llaman algunos con bastante oportunidad envainar.

 

Después que se han dado estas diferentes estocadas, aun cuando el toro esté herido de tal modo que no necesite recibir otra, no obstante, suele tardar mucho tiempo en echarse, y tardarla mucho más si no se emplearan los recursos que para estos lances tiene el arte. Si el matador se dejó, como es lo más frecuente, la espada dentro deberá conocer si le trae mejor cuenta que permanezca metida y que él toro se la meta más, o sí sacándola tendrá que echarse más pronto. Cuando la espada está puesta en buen sitio, que interesa partes bastante nobles, y por estar poco introducida se mantiene en pie el toro, se le deben dar por el mismo lado de la espada capotazos secos, esto es, que no le hagan dar vueltas como para matarlo, sino solamente tirar una cabezada sobre aquel lado, con la que se la clava más él solo. Cuando por el contrario se quiere que el toro eche la espada, ya porque estorba para ponerle otra, ya porque sacándola se desangra más y caiga, como es muy frecuente, se le deben dar los capotazos por el lado opuesto, con lo que la espada va saliendo: también se le puede echar un capote a la cruz de ella, para sacarla agarrada con él. Luego que haya salido, y se vea que la herida da alguna sangre, deben los chulos ponerse a los lados, y empezar a dar también capotazos secos, alternando los de un lado con los del otro, para que el toro tire un hachazo a la derecha y otro a la izquierda, con lo que echa mucha sangre, y va perdiendo las piernas y la cabeza hasta que cae: se le obliga muchas veces a echarse más pronto marcándolo, haciendo que dé vueltas.

 

Muchas veces también sucede que el toro que ha recibido una o más estocadas se aploma en la querencia contra los tableros, y aunque ya está casi muerto no se echa ni sale a los cites: en este caso debe dejársele un par de minutos quieto y solo a ver si se echa, y que únicamente se le acerque el cachetero cuando ya se haya echado; pero si permanece en pie con la cabeza baja y sin piernas, se debe tentar por todos los medios que hay a ver si sale, y cerciorado el diestro de que no, liar y enguionarlo varias veces para ponerle bien, la cabeza, que si no está muy baja, se hace que la ponga tocándole con la punta de la espada en el hocico y en el testuz, para que se descubra bien y se le pueda descabellar. Se debe tener la precaución para hacer esta suerte de tener un chulo o dos que sean de bastante inteligencia, para sino se mata al toro, y sale tras el diestro por el pinchazo que recibió, le metan los capotes, porque la mala posición en que aquel estaba cuando intentó descabellarlo no le permite alejarse del centro con ventaja bastante.  

 

Algunas veces suele echarse el toro teniendo aun algún vigor, y estando el matador delante; en estos casos se recela con frecuencia del cachetero que siente venir por detrás, y se levanta o hace el amago: cuando tal suceda, el matador debe atronarle con las mismas precauciones que dijimos debía tomar para descabellarle, pues la acción es la misma, sin otra diferencia que descabellar se dice cuando el toro está en pie, y atronar cuando está echado, aunque la mayor parte de la gente, y aun de los toreros, no conocen esta diferencia, y dicen generalmente atronar.