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23 - CAPITULO XI - DE LA SUERTE DE MUERTE - PRIMERA PARTE - DE LOS PASES DE MULETA

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 LA TAUROMAQUIA COMPLETA

 EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA

 TANTO A PIE COMO A CABALLO

 Por: Francisco Montes “PAQUIRO”

 

PARTE PRIMERA  -  ARTE DE TOREAR A PIE

CAPITULO XI 

DE LA SUERTE DE MUERTE

PRIMERA PARTE

DE LOS PASES DE MULETA

Para pasar al toro con la muleta se situará el diestro como para la suerte de capa, esto es, en la rectitud de él, y teniendo aquella en la mano izquierda y hacia el terreno de afuera: en esta situación lo citará, guardando la proporción de las distancias con arreglo a las piernas que le advierta, lo dejará que llegue a jurisdicción y que tome el engaño, en cuyo/momento le cargará la suerte y le dará el remate por alto o por bajo, del mismo modo que con la capa, advirtiendo que si es el toro boyante se puede tener la muleta enteramente cuadrada, y siempre la tomará cumplidamente, pues como ya hemos dicho, estos toros, aunque muy bravos, constantemente van por su terreno, y estando en él la muleta tanto más cuanto se haya cuadrado, la toman y rematan muy a placer, y tanto que ni aun precisan al diestro a mudar de terreno, pues solo es necesario perfilarse al cargarles la suerte, y al rematarla dar otro cuarto de vuelta, con lo que se completa la media necesaria para volver a quedar de cara a él. A este modo de jugar la muleta se llama pase regular, para distinguirlo del de pecho, que es aquel que es preciso dar en seguida del pase regular cuando el toro se presenta en suerte y el diestro no juzga oportuno armarse a la muerte. Digo que es preciso dar entonces el pase de pecho, porque el salirse de la suerte y buscar otra vez proporción para el pase regular es deslucido, pues da idea o de miedo o de poca destreza, y el cambiar la muleta a la mano de la espada, para que estando en el terreno de afuera se le pueda dar el pase regular, aun cuando no es mal visto no es tan airoso: por tanto aconsejo que siempre que después, del pase regular quede el toro en suerte para el de pecho se le haga, pues es muy bonito y más seguro que el regular, como veremos se deduce del modo de practicarlo, que es así: puesto el toro en suerte, y teniendo el torero el brazo de la muleta hacia el terreno de adentro, se le hace indispensable para pasarlo sin hacer un cambio perfilarse hacia el de afuera, y adelantar hacia este mismo terreno el brazo de la muleta, con lo cual queda esta delante y un poco afuera del cuerpo, y en la rectitud del toro, en la cual disposición se le cita, se deja venir por su terreno sin mover los pies, y después que haya llegado a jurisdicción y tomado el engaño, se le hará un quiebro y se le cargará bien la suerte, para que pase bastante humillado por el terreno del diestro, que cuando el toro tenga bien engendrada la cabezada y vaya fuera del centro, rematará la suerte con algunos pasos de espaldas; de modo que al sacar la muleta estará enteramente fuera del sitio del hachazo. Este pase es muy seguro y muy lucido, y aunque algunos creen que por no poderse jugar la muleta en él con el desembarazo que en el regular tiene menos seguridad, padecen en esto una equivocación: sea de la clase que quiera el toro con que se haga esta suerte, como que no se apartan en ella el engaño y el cuerpo, se le reduce a un solo objeto, evitando así la colada, que es muy posible en el pase regular, y el lucimiento del de pecho es mayor en atención a lo unidos que están el diestro y el toro.

Los dos pases de muleta que hemos explicado se pueden hacer con mucha facilidad, seguridad y lucimiento, a los toros revoltosos, sin tener más cuidado que al rematar la suerte alzar mucho el engaño para que rematen bastante fuera y den lugar a prepararse a la segunda. También se tendrá cuidado de dar al remate de las suertes algunos pasos de espalda por la misma razón que he dicho se alce el engaño. 

No hay peligro ninguno en dejarles todas las piernas a estos toros y a los boyantes, antes bien siempre se procurará conservarlas para que sean más lucidas las suertes.

 

Los toros que se ciñen se cuelan con mucha frecuencia en el pase regular de muleta, lo cual se debe evitar cuidadosamente por lo que tiene de peligroso, y que a buen escapar se hace la suerte arrollada. Para pasarlos con seguridad y lucimiento se situará el diestro como ya he dicho anteriormente, con la sola diferencia de no tener la muleta cuadrada, si no en dirección oblicua, de modo que la cara de ella que en la primera posición era anterior, en esta, aunque mira también hacia adelante, está inclinada hacia el terreno de adentro, y por consecuencia la que antes fue únicamente posterior, aunque ahora lo es, sin embargo corresponde al terreno de afuera: puesta así la muleta, se debe adelantar algo al cuerpo, perfilando este un poco hacía el terreno de adentro, la cual postura es mucho más airosa que la de tenerla cuadrada. En esta disposición se cita al toro, y luego que arranca y llega a jurisdicción se le tiende la suerte como dije se hacia con la capa, y si a pesar de todo se ve que va a pisar en el terreno del diestro, se adelanta el engaño, se hace un quiebro, se carga la suerte, y se pasa a ocupar el centro que él va dejando, con lo cual se concluye con la mayor seguridad, y dando un par de pasos se queda preparado para el pase de pecho, que es segurísimo con estos toros no menos que con los anteriores, no siendo tampoco peligroso dejarles todas las piernas.

 

Para poder pasar con seguridad los toros que ganan terreno se hace indispensable quitarles todas las piernas, para que pueda el diestro írseles sobre corto, donde apenas tengan tierra que ganar, y cuanto dan dos pasos llegan a jurisdicción. Además, será muy oportuno el poner la muleta oblicua como ya he dicho para los que se ciñen, por estar en muy buena proporción para hacer la mejora del terreno, lo cual se efectuará felizmente siempre que además de todo lo expuesto se tenga la precaución de adelantarse un poco para recibirlos en jurisdicción, empaparlos en el engaño, y rematar la suerte igual en un todo que a los que se ciñen. Cuando el toro que gana terreno tiene piernas, se hace indispensable que el diestro se prepare mucha tierra, y que lo cite sobre largo para poder verificar la mejora del sitio, lo cual se hará con mucha rapidez adelantándose lo suficiente para hacer que el toro tome el engaño sin detenerse y sin ganar terreno, y teniendo mucho cuidado al rematar la suerte, pues es muy frecuente verlos volverse con la prontitud que un revoltoso, por lo cual sin apartarse mucho del centro se quedará armado para el pase de pecho, que haciéndolo en seguridad regular y sobre corto es bastante seguro. He advertido que para el pase de pecho se aparte el diestro poco del centro, con el fin de hacerlo sobre corto, porque si el toro se vuelve pronto y lo ve tan cerca, hará por él con mucha presteza sin ganarle terreno por lo inmediato que está, y le dará una suerte tan lucida como un boyante; y esto no pudiera verificarse poniéndose sobre largo, pues el toro se repondría con tiempo y arrancaría con su natural ligereza ganando terreno, y pondría al diestro en bastante críticas circunstancias, pues mediante la disposición en que  quedó de la suerte anterior, tiene poco terreno para hacer la mejora del sitio, y está muy expuesto a ser arrollado junto a las tablas. Si viendo que el toro se le cuela hace el cambio, como su remate natural es el terreno de afuera, puede embrocarlo por la espalda al concluir la suerte, lo que sucederá siempre en virtud de las piernas del toro, y finalmente, si cambia la muleta a la mano de la espada para darle el pase regular por la derecha, tiene la misma contra del pase de pecho sobre largo, esto es, que siendo segunda suerte puede quedar poco terreno para hacer la mejora. Por último, sea regla general en estos toros que después del pase regular la suerte que se les haga sea siempre sobre corto, y citándolos al instante, pues como vinieron la primera ganando terreno, y al concluir pisaban casi en el de adentro, sufren poco, y como tienen piernas se reponen y vuelven con la facilidad y prontitud que un revoltoso: si ven al diestro muy cercano arrancarán con mucho ahínco y sencillez haciendo la suerte para que estaba armado del mismo modo que la res más sencilla. En este caso el remate siempre es bastante largo, proporcionándolo el mismo toro por sus muchas piernas.

 

Los toros de sentido son muy malos para la suerte de muleta, porque como su remate, aun cuando tomen el engaño, es sobre el cuerpo, y este se separa mucho de aquella en esta suerte, el toro, que lo distingue perfectamente y lo advierte dentro, corta el terreno, desprecia el engaño y se dirige a él, haciendo muy próximo el peligro. No obstante, se lidiarán con toda seguridad, en observando rigorosamente, lo que sigue. La muleta que para los toros boyantes y revoltosos vimos se podía cuadrar, y que era necesario poner oblicua con los que se ciñen y ganan terreno, para los de sentido es necesario absolutamente perfilarla: sus caras serán, una externa, que mirará al terreno de afuera, y otra interna, que por consiguiente dará al de adentro. Con esta, precaución, y la de no haberle dejado las piernas, podrá el diestro hacerle la suerte sin peligro alguno de este modo: citará al toro, el cual no viendo más que un solo objeto, tiene que reducir su intención a él, llega a jurisdicción y se encuentra con el engaño, que perfilado delante del cuerpo del diestro no le permite llegar a él sin que antes lo tome; este habrá tenido parados los pies hasta el punto que haya tomado el engaño, pues las pocas piernas del toro se lo permiten bien, y en este tiempo metiéndose en su terreno le cuadra la muleta, dejándolo empapado en ella y sin poder ver el lado por donde se le huye el bulto, con lo cual, y con dar el remate cuando ya esté fuera del centro, sacando la muleta por alto, concluirá la suerte con seguridad y limpieza. Yo, aunque conozco que se puede ejecutar, no aconsejo que se haga el pase de pecho con estos toros, pues es bastante difícil verificarlo con desembarazo y perfección. Sin embargo, repito que se puede ejecutar, pero sea con todas las precauciones imaginables, y por las reglas que para los que ganan terreno hemos dado, advirtiendo que no tendrá éxito la suerte sino se cubre perfectamente el cuerpo con el engaño para que no pueda distinguirlo y rematar sobre él.

 

Los toros abantos son bastante buenos para los pases de muleta cuando son de los brabucones, o bien de los que se quedan cerniendo en el engaño, pues los primeros solo pueden dar cuidado en la suerte de capa, porque como ya he dicho, suelen rebrincar al tomarlo, y el diestro, como que está en el mismo terreno, puede ser arrollador, pero con la muleta no hay ese riesgo, pues está cuadrada y en otro terreno que el bulto, de suerte que aun cuando rebrinquen no pueden arrollarlo. Cuando el toro que se va a pasar de muleta es de los que se quedan cerniendo en el engaño lo cual se conoce por las suertes que hayan precedido se tendrá un igual cuidado en no mover los pies hasta que o lo tome, o se escupa fuera, porque de lo contrario el menor movimiento le azora, y se sale huyendo, frustrando la suerte que quizás hubiera hecho no habiéndose movido, o lo que también suele suceder, meterse atolondrado por el terreno del diestro y llevarlo por delante.

 

Estos toros por su cobardía precisan a que se les lidie con gran cuidado, y tanto mayor cuanto más grande es su miedo: así es que los abantos, que según dijimos en su lugar tienen más miedo, se deben torear con la muleta del modo que los de sentido, estando muy sobre sí para si alguna vez, lo que no es muy raro, se meten por el terreno de adentro, cambiar la muleta con prontitud, o bien hacerles el pase de pecho dándoles las tablas y echándose el diestro a la plaza: esto no es expuesto con ellos aun cuando no tengan querencia alguna con los tableros, pues el meterse por el terreno de adentro no es efecto ni de malicia, ni de querencia, ni de otra cosa más que de miedo , y conforme salvan el bulto que tienen delante siguen con el viaje sin revolverse para hacer por él; de manera que el peligro que se corre no es otro más sino meterse por el terreno que el toro elige para huir formando un contraste en que se puede padecer, pues si bien es verdad que no harán por el diestro cuando lo vean en el suelo por haberlo arrollado en el contraste, también lo es que lo pueden lastimar de un pezuñazo, de una cabezada, o de una cornada que casualmente le diesen al cogerlo, las cuales cornadas aunque son dadas de miedo tienen los mismos efectos que cualquiera otra.

 

Para pasar de muleta a los toros burriciegos se observarán las reglas mismas que dimos para las suertes de capa, cuadrándoles o no la muleta, según que aparezcan sencillos o de sentido.

 

Finalmente, los toros tuertos se pueden pasar de muleta de dos modos, esto es, ya con la vista al terreno de adentro o al de afuera. Cuando está el toro del primer modo es algo difícil rematar la suerte bien, porque casi siempre parten ganando terreno, pues para que vean bien la muleta es necesario meterla un poco en el de adentro, y el diestro queda por consiguiente mucho más dentro, por lo que el toro tiene con precisión que ganar terreno. No obstante, la suerte se puede hacer situándose en la rectitud, pues aunque el toro no vea así bien la muleta, arrancará por su terreno, y así que llegue a jurisdicción, con tal que el diestro la adelante para recibirlo, y le haga el quiebro que al que se ciñe, rematará la suerte con felicidad.

 

Cuando tengan la vista hacia el terreno de afuera la suerte es muy segura, pues sea el toro de la clase que quiera su remate es siempre por el lado que ve, y siendo el otro el del diestro, nunca puede concluir sobre él. Los pases de pecho se pueden hacer a los toros tuertos sin peligro ninguno, principalmente cuando quedan con la vista fuera, como ya se debe inferir.

 

La suerte de muleta es bastante fácil de por sí, como  ya hemos visto, pero la hace muy difícil la circunstancia de ser la última que en la plaza se ejecuta, pues generalmente hablando, cuando va el diestro a practicarla está el toro aplomado, en querencia, y por sencillo que sea, con alguna intención; todo lo cual hace que sea necesario mucha inteligencia y precaución para que el éxito sea el que se quiere; y con este mismo objeto voy a hacer algunas advertencias de no menor utilidad que las reglas precedentes.

 

Cuando se vaya a pasar de muleta un toro que esté aplomado, y que conserve piernas bastantes, se adelantará mucho la muleta del cuerpo, ya oblicuándola o perfilándola, según sea necesario, y esto no por otra razón más, sino porque siendo preciso para que arranque citarlo sobre corto, y conserva todavía muchas piernas, si el diestro tiene la muleta cuadrada en la misma dirección que el cuerpo, y el toro aunque en la salida demostró ser boyante, arranca ahora ciñéndose, ganando terreno, o rematando en el bullo, dará irremediablemente una cogida, que no daría teniendo la muleta delante, por las razones que hemos dicho hablando de estos toros en la suerte qué nos ocupa.

 

Además, que el toro que conservando piernas bastantes se aploma, aun cuando haya sido muy boyante, ya no debe considerarse como tal, pues el haberse aplomado será efecto o de ir tomando intención, o de tener querencia al sitio donde está, y de un modo o de otro no debe ya torearse como boyante, pues esto es una verdadera transformación. Así es, que el diestro para pasarlo deberá hacer que se lo corran antes, y de ninguna manera lo pasará en el sitio en que esté, ni aun usando de la precaución de adelantar la muleta, pues esta es para cuando hayan corrido al toro, y esté fuera del puesto en que estaba: en este caso lo podrá pasar con toda seguridad, porque no necesitará citarlo tan sobre corto como hubiera sido necesario para hacerle arrancar en su querencia, pues así debe ya considerarse el sitio en que estaba primero; siendo además sumamente expuesto el remate de la primera suerte, por tener que concluirla el diestro sobre la misma querencia de un toro que conservando piernas ha tenido que citarlo sobre corto, y que arrancó ciñéndose, ganando terreno, o rematando en el bulto: circunstancias todas tan contrarias al buen éxito de la suerte, que de cien que se hagan con ellas, en las noventa y nueve habrá cogida.

 

Cuando el toro está aplomado, con piernas aun, y es de los que merecen torearse con precaución, será indispensable hacer que a fuerza de capotazos y de trastearlo los chulos se las quiten, y lo pongan en situación de hacer suerte con él.

 

Los toros que haya visto el diestro que en las suertes anteriores, y principalmente en la de banderillas, no solo se tapaban, sino que continuamente tiraban derrotes y cornadas sobre alto para desarmar, los deberá pasar muchas veces, dejándolos llegar bien a la muleta, y bajándola mucho al cargar la suerte para que humillen bastante, lo cual es importantísimo, pues sino lo hace, y van a la muerte con este resabio, lo desarmarán, quedándose parados en el centro, donde será un milagro que no le den una cogida.

 

Finalmente, cuando el diestro vea que el toro es de cuidado, y tema que se le cuele o se le revuelva muy pronto, y le dé una cogida, pondrá en el terreno de afuera a otro de los chulos, para que cuando llegue a jurisdicción, y vaya a tomar la muleta, eche el capote, con lo que distraído por ambos engaños no se cuela, y tampoco se revuelve, porque el chulo no saca el capote cuando el diestro la muleta, sino después que ya aquel esté preparado para recibirlo; siendo obligación suya volver el toro por el terreno de afuera, y ponerle en disposición de que el diestro pueda ejecutar con él la suerte para que se ha preparado; por lo cual debe este chulo ser el más inteligente.  

 

Esto se ha hecho ya tan frecuente, que siempre que se va a pasar de muleta un toro, por sencillo que sea, se lleva el capote al lado, pero esto es un abuso; y cuando el toro es de los boyantes y tiene piernas, en vez de servir el capote de provecho, es dañoso, porque estando el chulo en el terreno de la res lo ve en su remate, lo seguirá, y por más que el diestro lo cite no volverá a hacer la suerte que sin el capote se hubiera efectuado. Por lo tanto, debe omitirse éste cuando las reses son sencillas, en cuyo caso el diestro mismo con sola la muleta los podrá volver y preparar para segunda suerte: esto es sumamente bonito, y de no poco mérito, pues son muy pocos los que saben recoger así los toros.