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16 - CAPITULO IX - DE LAS BANDERILLAS - ARTICULO I - SUERTE DE BANDERILLAS A CUARTEO

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 LA TAUROMAQUIA COMPLETA

 EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA

 TANTO A PIE COMO A CABALLO

 Por: Francisco Montes “PAQUIRO”

 

PARTE PRIMERA  -  ARTE DE TOREAR A PIE

CAPITULO IX 

DE LAS BANDERILLAS

 

ARTICULO I

SUERTE DE BANDERILLAS A CUARTEO

 

 

Esta, que es sumamente bonita y lucida con las reses boyantes es también por la misma razón la más frecuente. Suponiendo que el toro que ha de banderillearse es de la clase de los sencillos, se hará la suerte del modo siguiente: puesto el diestro de cara a él, bien sea a larga o corta distancia, y ya esté parado o venga levantado, lo cita, y luego que haga por el bulto saldrá formando un medio círculo igual al de los recortes, cuyo remate será el centro mismo del cuarteo en donde cuadrándose con el toro, le meterá los brazos para clavarle las banderillas, lo cual ejecutado tomará su terreno, y saldrá con pies, si preciso fuere.

 

La suerte de que hablamos admite una variación sumamente importante para que dejemos de ocuparnos de ella, y consiste en el momento de meter los brazos y clavar los rehiletes. Hemos dicho arriba, que el diestro deberá cuadrarse con el toro, y después meter los brazos para clavar las banderillas, y este modo de hacer la suerte, además de ser el más seguro, es también el más lucido, porque como ya cuadrado está el diestro fuera de embroque, y puede por consiguiente aguardar sin riesgo el hachazo, no necesita meterse con el toro para cogerlo en la humillación y pincharlo, sino que sitúa las banderillas a una distancia proporcionada, para que cuando el toro tire la cabezada se las clave él mismo, sin tener por su parte que hacer otra cosa más que abrir las manos, con lo cual quedan puestas, como si de ellas se le hubieran caído al morrillo del toro. El otro modo de hacer la suerte consiste en poner los rehiletes antes de cuadrarse, y de que el toro tire el hachazo, esto es, embrocado el diestro, para lo cual necesita meterse mucho con el toro para alcanzarlo en la humillación, clavar las banderillas, y tomar su terreno, porque estando embrocado no puede esperar el hachazo, como lo hace en el caso anterior. Este modo tiene además el riesgo de que en marrando al toro se echa el torero sobre su cabeza, por lo que es necesario meter los brazos sin dejar caer el cuerpo, confiado en los palos, para que si lo marra no se venga a tender en la cabeza.

 

Bien se conoce por lo dicho que el primer modo debe ser preferido, generalmente hablando, por más seguro y lucido; pero sin embargo, en algunos casos que luego marcaremos es un recurso hacer la suerte del último. Tanto en el uno como en el otro las banderillas deben quedar puestas lo más junto posible la una de la otra, a lo largo de la línea que corre desde el cerviguillo hasta los últimos rubios, y una en cada lado de ella, para lo cual es preciso llevar las manos muy juntas, y los codos bastante altos. 

 

En toda suerte de banderillas se debe además procurar que la salida sea por el lado que se le haya conocido más endeble al toro, por lo que se hace indispensable parear igualmente por los dos.

 

Los toros revoltosos son también muy a propósito para esta suerte, la que se les hará exactamente lo mismo que para los boyantes hemos dicho, sin más diferencia que la de salir con pies inmediatamente que se claven las banderillas, porque ellos cuanto se reparan del destronque vuelven sobre el bulto, y si el diestro no se ha separado lo bastante del centro de la suerte, o el toro tiene muchas piernas, podrá sufrir una cogida, lo que de ningún modo sucederá teniendo presente lo que llevamos dicho.

 

Una de las grandes precauciones que para los toros revoltosos deben tomarse es la de no hacer con ellos salidas falsas, pues si bien esto es un defecto casi siempre del torero, y por consiguiente malo y expuesto con todos los toros, también es verdad que con ningunos lo es tanto como con estos, por el mucho celo que tienen por los objetos, y la rapidez con que arrancan al diestro, que por haber salido mal no tiene, más recurso que escapar por pies.

 

Los toros que se ciñen son también muy buenos para esta suerte, que por su naturaleza debe ser muy ceñida para que salga con brillantez, y no es necesario con ellos más que prevenir el diestro alguna tierra más que para los anteriores para no encontrarse, si el toro es muy vivo, con la salida tapada. Pocas veces hay necesidad con ellos de salir con pies, principalmente si la suerte ha sido bien ejecutada; pero alguna que otra suele ser preciso por haber el toro ido a rematar, como si ganara terreno, sobre el mismo del diestro, lo cual supone, como hemos dicho, que la suerte no estuvo bien ejecutada. 

 

Los toros que ganan terreno no son ya tan a propósito para esta suerte; pero sin embargo se les puede hacer, y efectivamente se les hace, con toda seguridad. El inconveniente grande que tienen para la suerte es, que luego que el diestro sale haciendo el cuarteo, y ellos hacen por él, le van cortando tanta más tierra cuanta se haya prevenido más para sí, de modo que cuando se unen en el centro, aun cuando la salida no esté tapada, como sucede, frecuentemente, el toro no sufre destronque, porque viene a rematar sobre el mismo terreno que el torero; el que ponga o no las banderillas deberá salir con todos los pies. Para verificar, pues, la suerte con ellos, se deberá evitar hacerles el cuarteo como a los anteriores, a no ser que estén parados, porque en este caso no tienen lugar de cortar terreno, y sale bien la suerte; pero si traen viaje, entonces se les deberá salir derechos a la cabeza, y observando el terreno sobre que el toro se inclina a pisar; con esto, y luego que se llegue muy cerca de él hacer muy rápido el medio circulo del cuarteo, y buscar la salida por el lado contrario al que el toro se inclinaba, se consigue que no pueda cortar terreno por no tener conocido el viaje del diestro; y como cuando decididamente se lo marca le queda poca tierra que cortar, podrá cuando más ser la suerte ceñida, pero se concluye bien, y con seguridad.

 

Este modo de hacerles la suerte debe ser preferido, por ser muy seguro, y muy lucido. Siempre que viniendo el toro levantado se salga haciendo el cuarteo a larga distancia, se verá el diestro con la salida tapada, porque conoce el viaje, y tiene mucho tiempo para corlar todo el terreno que el diestro haya, prevenido para sí; y si alguna vez logra pasar no estará seguro, porque el terreno que el toro traía cortado le hará que remate sobre el mismo que debe él pisar al hacer la suerte (que no se podrá verificar muchas veces), y como no sufre destronque alguno, seguirá tras el bulto, y se hará dueño de él como no sea inferior en pies; por lo que será muy oportuno quitárselos antes de banderillearlos, y también porque tanto menos terreno podrán cortar en las suertes, cuanto más quebradas tengan las piernas.

 

A los boyantes, a los revoltosos, y aun a los que se ciñen, se les podrá dejar con ellas siempre que el diestro también las tenga: de todos modos, nunca se les deben quitar a los primeros, porque con ellos no hay clase alguna de peligro, y son las suertes más lucidas.

 

Los toros de sentido deben banderillearse con mucho cuidado, porque además del que necesita el diestro para frustrarle su natural remate en el bulto, en el acto de la suerte tienen el inconveniente de taparse muy a menudo, o bien cuando arrancan se quedan detenidos en el centro de las distancias observando el viaje, de manera que aun cuando no den una cogida porque no hagan por el bulto, imposibilitan el que se haga la suerte.

 

El modo más seguro de verificarla es el que hemos dicho debe preferirse para los toros que ganan terreno, teniendo cuidado de meter los brazos fuera, en la humillación, no deteniéndose un instante en apartarse del centro y salir con todos los pies, pónganse o no las banderillas. Alguna vez podrá el diestro verse embrocado casi por el toro en el momento de irse a poner fuera y cuadrarse: este embroque será siempre por el costado que se le va dando, y nunca muy peligroso en teniendo agilidad para hacer, un quiebro, y sin cuadrarse ni detener la carrera clavarle si es posible (aun estando dentro) la banderilla del lado del embroque, con lo que el toro se huirá un poco, y entonces estando ya fuera se podrá sin peligro clavar el otro palo; pero nunca se intentará hacerlo sin ver que el toro se ha huido algo, pues de lo contrario la cogida es casi inevitable.

 

Esta suerte, aunque no es muy lucida en otras circunstancias, lo es en estas, y tiene mucho mérito, porque este se funda en buscar seguridad donde no aparecen más que peligros. Para completar, pues, esta seguridad, encargo muy de veras se le quiten siempre las piernas a estos toros antes de banderillearlos, con lo cual, y observando lo arriba dicho, desaparecerá el peligro, pues se les quita el recurso de ofender: no es posible el quitarles el de defenderse, porque está en su índole particular; así es que se taparán alguna vez, y otras se quedarán cormo ya hemos visto en los centros, siendo imposible hacerles la suerte, en cuyo caso el diestro se podrá valer oportunamente y con seguridad de sus pies, o bien del siguiente recurso. Cuando se haya visto que el toro no quiere humillar, sino que por el contrario siempre se tapa, y que aun en el caso de llegar al centro de la suerte, en vez de hacerla empieza a tirar cornadas y derrotes sobre alto, y que repite esto siempre (lo cual es rarísimo, pues si no es una, otra vez humilla), entonces lo que se hará, y siempre con buen éxito, será llevar en la mano del lado del toro, además de la banderilla, el capote liado, y en el momento de llegar a la jurisdicción del toro y embrocar, se le echará al hocico, con lo que siempre humillará, y dará una suerte muy segura y bastante brillante: debo advertir que podrá el diestro si quiere quedarse con la punta del capote en la mano, aunque clave las banderillas, pues no estorba para nada, y puede ser útil.

 

Las banderillas a cuarteo se ponen con mucha facilidad a los toros abantos, siempre que ellos no se salgan de la suerte, como suele suceder: se deberán dejar llegar mucho, y no hay miedo de poner los palos cuando se está embrocado, pues apenas sienten el castigo se echan fuera: tampoco se les debe quitar las piernas, pues estas solo dañan con los toros fieros, y no con los demás.

 

Los toros burri-ciegos si por su clase particular presentan las inclinaciones de alguna de las expresadas como ella se torearán, dejándoles sin piernas, y haciendo todo lo demás con respecto a lo expuesto. Por lo que respecta a su vista solo tengo que advertir, que los mejores para esta suerte son los de la primera, en haciéndosela siempre cuando vengan levantados, por la razón misma que di para el recorte: tienen, como ya he dicho, la ventaja de que rara vez salen tras el diestro cuando se ha rematado la suerte. Los de la segunda y tercer clase se tapan con bastante frecuencia, por lo cual no estará de más quitarles algo las piernas, principalmente a los de la segunda, en razón a que suelen arrancar cuándo el diestro se sale de la suerte.

 

Los toros tuertos son muy a propósito para las banderillas de cuarteo, en yéndose como  para los recortes, y observando en lo demás las reglas que para los boyantes. 

 

Cuando se vaya a hacer esta suerte a un toro que viniendo levantado lleve el viaje a la querencia, se tendrá cuidado de tomarle bastante delantera, aunque sea boyante, pues sino será imposible pasar. Si es de sentido o que gana terreno, nunca dejará pasar, por mucha delantera que se torne, para hacer el cuarteo; pero el modo de hacérsela seguro y lucido es esperarlo en la querencia, y cuando esté cerca salirle al encuentro, formándole el cuarteo de modo que la vea perfectamente libre en el remate, y lo dará tan regular como los boyantes.