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14 - CAPITULO VIII - DE LOS CAMBIOS

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 LA TAUROMAQUIA COMPLETA

 EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA

 TANTO A PIE COMO A CABALLO

 Por: Francisco Montes “PAQUIRO”

 

PARTE PRIMERA  -  ARTE DE TOREAR A PIE

CAPITULO VIII

DE LOS CAMBIOS

 

Los cambios están olvidados casi del todo. La dificultad que presenta su ejecución retrae a la mayor parte de los toreros de emprenderla, por lo cual se pasan años sin que se vea un cambio, a no ser por casualidad. En este caso, como la intención del torero no era hacerlo, y como por la poca frecuencia con que se hacen no está el diestro acostumbrado a practicarla, ni el espectador a verla ejecutar, parece más bien un contraste o una suerte arrollada, y con tanta más razón por el poco desembarazo y limpieza con que los toreros la hacen.

Consiste el cambio en marcar la salida del toro por un lado de la suerte, y dársela por el otro; por consiguiente, solo puede hacerse con la capa, con la muleta o con otro cualquier engaño, que, así como estos pueda dirigirse con facilidad, y se lleve al toro bien metido en él. El modo de hacer el cambio a un toro boyante con la capa es el siguiente: se pondrá el diestro a citarlo como para la navarra, esto es, un poco sobre corto; y luego que llegue a jurisdicción y humille, se le tiende y carga la suerte hacia el terreno de adentro, pero teniendo cuidado de no dejarlo llegar hasta el centro de ella, sino un poco antes cargársela de nuevo para engreírlo bien en el engaño y llevarlo al terreno de afuera para darle por él la salida natural. Por esta explicación se ve que el toro hace una especie de Z, y que pasa en el centro de la suerte por delante del pecho del diestro: es por consiguiente lucidísimo, aunque sumamente difícil.

 

Los toros revoltosos son los más a propósito para los cambios, porque el mucho celo que tienen por los objetos, y la fuerza con que hemos dicho se sostienen sobre las manos en todas las suertes para coger el engaño, los hacen formar la con mucha rapidez, y que el conjunto de la suerte sea brillante y ceñido. Es casi inútil advertir que el remate debe ser el mismo que para tales toros marcamos en la verónica.

 

Los cambios pueden hacerse también a los toros que se ciñen siempre que se tenga mucho cuidado e inteligencia para usar con acierto y oportunidad de todas las reglas establecidas, tanto para el modo de hacer los cambios en general, como para el de torear de capa estas reses.

 

No es prudente intentar el cambio con los toros que ganan terreno, ni con los que rematan en el bulto; aunque muchas veces estos últimos obligan a darlo hasta cambiando los terrenos por haber despreciado el engaño, y haber ido a rematar sobre el cuerpo: en este caso, el diestro consumado puede echar mano del cambio con mucha ventaja, previniéndose antes con algunos pasos de espaldas. Por consiguiente, esta suerte preciosa y segura con los boyantes, con los revoltosos, y aun con los que se ciñen, viene a ser con los toros de sentido un recurso harto más seguro y precioso que los demás conocidos.

 

Tampoco debe intentarse el cambio con los abantos, porque estos toros no rematan bien suerte alguna en que sea necesario ahínco y celo por el engaño, como es indispensable para los cambios.

 

Los burri-ciegos serán buenos o malos para esta suerte, según la clase a que por sus propiedades pertenezcan. Con los tuertos no debe intentarse jamás.