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07 - CAPITULO VI - DE LAS SUERTES DE CAPA - ARTICULO I - DEL MODO DE CORRER LOS TOROS

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 LA TAUROMAQUIA COMPLETA

 EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA

 TANTO A PIE COMO A CABALLO

 Por: Francisco Montes “PAQUIRO”

 

PARTE PRIMERA  -  ARTE DE TOREAR A PIE

CAPITULO VI

DE LAS SUERTES DE CAPA

 

ARTICULO I

DEL MODO DE CORRER LOS TOROS 

 

El correr los toros, aunque es muy fácil, no es sin embargo tanto que no tenga sus reglas para ejecutarlo con perfección y seguridad, pues de otra suerte iremos expuestos, y el toro será el que nos corra, en vez de nosotros correrlo a él.

 

El que vaya a correr un toro debe advertir las piernas que tiene, si está o no en querencia, si está distraigo, y la clase de toro que es. 

 

Si el toro tiene muchas piernas, procurará tomarlo largo echándole el capote bajo, y no parándose, nada en el momento de citarlo, porque si arranca con prontitud, como corre mucho, se lo encontrará encima y le podrá dar una cogida. Para evitar esto, se tendrá  cuidado de no correrlo en la misma dirección en que tiene el cuerpo y la cabeza, pues de este modo cuando salga con el engaño tendrá que dar una vuelta tanto mayor cuanto era más opuesta la dirección en que estaba a la que deba tomar para seguir el viaje que lleva el diestro; de este modo se evita el primer arranque, que es expuesto por ser muy veloz, y se le lleva, mediante la vuelta que tuvo que dar, una delantera suficiente para no temerle a sus piernas. Si tiene pocas, entonces lo tomará corto y se parará al citarlo, pues si hace lo contrario, el toro no sigue a un objeto que ve no puede alcanzar. Por ésta misma razón en el momento de irlo corriendo irá deteniendo, la carrera, para guardar una distancia proporcionada; tampoco debe, flameárseles el engaño, porque es indiferente ir embrocado sobre largo con un toro que por sus pocas piernas no ha de hacerse jamás dueño de uno, y que además se le acaban de quitar estas y se queda parada en la mitad del camino sin poder verificar la suerte.

 

Cuando se va a correr un toro y está en querencia, es menester tomarlo muy corto, pararse mucho al citarlo, y obligarlo demasiado para que salga. El que no se sienta con muchas piernas no debe intentar el correr estos toros cuando ellos las tienen, pues, estando sobre corto cuando arrancan se encuentran al instante encima, y esto es tanto más expuesto como que el diestro no está armado para suerte alguna. En este casó aconsejo que si no se puede echar el toro fuera con el capote, se le haga un recorte o se le tire al hocico escapando por pies, pues no hay otro remedio. Estos mismos recursos se tendrán presentes para cuando suceda que yendo a citar al toro para correrlo, y estando este observando al diestro y su viaje, sale al encuentro cortándole el terreno, de modo que vienen a unirse y formar un verdadero centro de quiebros o de recortes; esto no deja de ser frecuente, y las más veces es preciso dar el recorte. Si el loro que se va a correr no está en querencia, pero que la tiene conocida, es menester hacerlo con cuidado, y mucho más si se va a rematar donde está para dejársela libre, pues de lo contrario como tenga piernas arrollará al diestro; y es la razón, porque con el sentido en la querencia no hace caso ni del capole ni de cosa alguna; y si aquel con su cuerpo la lleva tapada, va embrocado sobre largo, y en el remate, que lo hace muy violento en estas circunstancias, es muy posible que le dé una cogida. Todo lo cual se evita dejándole al rematar la querencia libre, y entonces va con el viaje a ella.

 

Cuando se va a correr un toro, y se ve que no quiere salir sin tener querencia, es porque está distraído con algún objeto que le llama la atención, que regularmente es algún torero que está cerca, y de quien él recela; en este caso es inútil citarlo, mientras no se quiten los bultos que le distraen.

 

Cuando los toros están levantados salen cuanto se citan, y es menester entonces hacerlo con todas las precauciones que quedan dichas para los toros de piernas.

 

En el estado de parados es cuando tienen más fuerza y mejor aplicación todas las reglas de la tauromaquia, y por consiguiente me remito a lo dicho para ver el modo de correr los toros en este estado.

 

Para cuando están los toros aplomados baste decir que rara vez arrancan si no es tomándolos muy cortos, y que sea siempre con todas las precauciones imaginarias, pues si conservan piernas, y no se atiende perfectamente todo lo expuesto arriba, darán una cogida con mucha facilidad.

 

Los toros boyantes, revoltosos, los que se ciñen y los que ganan terreno, son muy fáciles de correr, atendiendo a todo lo dicho. 

 

Los de sentido como tengan piernas son difíciles de correr; para hacerlo con seguridad es necesario que el diestro tenga muchos pies, y observe rigorosamente lo expuesto; en este caso el peligro es ninguno. 

 

Los toros abantos cuando salen son bien fáciles de correr, y tienen la ventaja de que rara vez rematan; sin embargo, aconsejo que siempre se tomen cumplidamente las guaridas.

 

El que corra los toros no debe tener cuidado si no es con los de muchas piernas, pues de otro modo está segurísimo; el recurso que tiene para estos, que es el capole, es muy grande, porque con él se sale de la cabeza del toro, lo lleva por donde quiere, y lo pone en el paraje oportuno para hacer suerte.

 

Los toros burri-ciegos de la primera clase, que son los que ven bien de cerca y mal de lejos, son muy fáciles de correr, atendiendo lo que ya hemos dicho con respecto a las piernas, a su clase, querencias, etc., y tienen además la ventaja de que ven mejor el capoté que el diestro.

 

Los de la segunda también se corren con facilidad observando las reglas que según, su diversa clase les correspondan; pero siempre se tomarán largos, y se les llevará mucha delantera; y es la razón, porque si se toman cortos no ven el capote por lo cerca que lo tienen tan claro como el bulto; de aquí es que corren embrocándole, y si tienen piernas pueden darles una cogida; todo lo cual se evita tomándolos largos, pues, entonces-ven todo a un igual, y la delantera que lleva el diestro le asegura de sus piernas.

 

Los de la tercera clase se correrán según sus piernas y según las demás circunstancias, arreglándose a lo expuesto.

 

Por último, es menester tener presente para correr los toros tuertos, que para citarlos se debe salir por el lado que ven, y en el momento que arrancan mudar el capote a la mano del lado bueno, quedando el cuerpo del lado del ojo tuerto; de este modo se corren con mucha seguridad, pues ven muy bien el capote y el cuerpo no; así es que jamás puede ir el diestro embrocado. 

 

Los que corren los toros deberán siempre irlos mirando para salirse de la cabeza en los embroques sobre largo, flamearles el capole y cambiarlo de mano a tiempo, para darles los remates fuera o bien en las querencias, y para no correr cuando el toro no los siga, lo cual indica mucho miedo; a esto se llama ver llegar los toros y es importantísimo en toda clase de suertes, como iremos viendo según vayamos tratando de ellas.