LA TAUROMAQUIA COMPLETA
EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA
TANTO A PIE COMO A CABALLO
Por: Francisco Montes “PAQUIRO”
PARTE PRIMERA - ARTE DE TOREAR A PIE
CAPITULO V
DE LAS DIFERENTES CLASES DE TOROS
Los toros no son tan exactamente iguales que no pueda hacerse de ellos varias clases, asignándole a cada una su carácter distintivo y cuyo conocimiento es indispensable para la ejecución de las suertes, que como veremos más adelante, no todas pueden hacerse con todas las clases de toros.
Los divido pues en boyantes, revoltosos, que se ciñen, que ganan terreno, de sentido y abantos. Vamos a ver el carácter particular de cada uno de los ramos de la división:
Se llaman toros boyantes, francos, sencillos o claros, aquellos que siendo muy bravos conservan la sencillez propia suya, y por consiguiente puede decirse de ellos que son los que tienen más pronunciadas las inclinaciones con que la naturaleza marcó su especie. Estos toros son los más a propósito para todas las suertes, van siempre por su terreno, siguen perfectamente el engaño, y las rematan con tanta sencillez y perfección, y tan sin peligro del diestro, que parecen más bien que una fiera, un animal doméstico enseñado por él.
Los toros revoltosos, que algunos distinguen de los celosos, siendo en realidad unos, son aquellos que iguales en todo a los boyantes, solo se diferencian de ellos en que tienen más celo por coger los objetos, y por consiguiente se revuelven mucho para buscarlos, sosteniéndose con fuerza sobre las manos en toda clase de suertes, y siguiendo con la vista el engaño o el bulto, que sin saber cómo se les huyó de la cabeza. Estos toros son también muy buenos de torear, como veremos cuando se hable de las suertes; siendo las que se hacen con ellos tanto más lúcidas, cuanto muestran más bravura y celo por los objetos que los boyantes, y no dan lugar como aquellos a perder de vista que son fieras.
Se llaman toros que se ciñen aquellos que, aunque toman cumplidamente él engaño, se acercan mucho al cuerpo del diestro, y casi le pisan su terreno. Estos toros deben torearse con algún más cuidado, principalmente en los pases de muleta; pero sin embargo tienen sus suertes, muy lucidas y seguras.
Los toros que ganan terreno son aquellos que cuando están en la suerte empiezan a caminar hacia el diestro, ya corlándole el suyo; ya siguiendo el terreno de afuera. Estos toros tienen dos géneros que importa distinguir. El primero se ve en aquellos que desde la primera suerte empiezan a ganar terreno, y por consiguiente se conoce que es modo natural suyo de partir. El segundo se observa en los que empiezan a ganar terreno después de haber hecho varias veces con ellos las suertes: estos deben torearse con más cuidado que los otros, pues el ganar terreno lo hacen con malicia en virtud de haber sido burlados de antemano; sin embargo, tienen suertes muy seguras, pero cuando se les junta el rematar en el bulto son los más difíciles de torear.
Los toros de sentido son aquellos que distinguen al torero del engaño, y por consiguiente desprecian a este, no lo siguen, y rematan siempre en el bulto; alguna vez toman el engaño, pero es por fuerza, y su remate en el cuerpo del torero; aunque es difícil lidiarlos también tiene el arte recursos para ellos.
José Delgado (a) Hillo en su tauromaquia pone otra clase de toros de sentido, compuesta de los que atienden a todo objeto sin contraerse especialmente al que los cita y llama, pero que en las suertes son claros; y aunque respeto su dictamen, sin embargo, en esto padeció una equivocación, pues esta propiedad la tienen unas veces los boyantes, muchas los revoltosos, algunas los que se ciñen, pocas los que ganan terreno, y siempre los abantos, pero nunca los verdaderos toros de sentido, siendo además una contradicción visible poner como clase de toros de sentido, cuyo distintivo es la malicia en las suertes, unas reses que según él mismo son claras en ellas.
Se llaman toros abantos aquellos que son medrosos por naturaleza, y los hay de varias clases: unos lo son tanto, que conforme ven al torero se salen huyendo, de modo que no es posible hacer suerte con ellos; otros hay que arrancan, y antes de entrar en jurisdicción se vacían con prontitud saliéndose de la suerte, ya por el terreno de afuera , ya por el de adentro, y a veces por el que ocupa el diestro, lo cual es efecto del miedo que tienen, pero sin embargo lo pueden arrollar en este contraste; otras veces estos toros arrancan con prontitud, y cuando llegan a jurisdicción, y en el mismo momento en que el diestro va a cargarles la suerte, se quedan cerniendo en el engaño hasta que se escupen fuera o lo toman. Hay otra especie de toros abantos de que algunos hacen clase aparte con el nombre de bravucones, que son los menos medrosos de todos ellos, pero que parten muy poco, y alguna vez al tomar el engaño rebrincan, y otras se quedan en el centro sin formar suerte. No me parece que estos toros deban formar una clase aparte, pues no son otra cosa que una especie de los abantos; sin embargo, José Delgado los pone como distintos.
Estas clases: de toros son las únicas que por sus propiedades particulares merecen mucha atención para conocerlos perfectamente, y ejecutar las suertes con seguridad.
Sin embargo, me parece oportuno decir alguna cosa de los toros burri-ciegos, de quienes nadie ha hecho mención, mereciendo una atención particular, pues el defecto que tienen en su vista les hace partir con desproporción relativamente a los demás, pero con mucha regularidad atendiendo al estado particular en que ella los pone, de suerte que estos toros deben clasificarse según la alteración que tengan en el modo de ver. Haremos pues tres clases: los de la primera, que son los que ven mucho de cerca y poco o nada de lejos, tienen la contra para torearse de que siendo preciso para qué vean al diestro citarlos siempre sobre corto, y advierten distintamente muy cerca de sí un objeto que casi no saben por dónde ha venido, arrancan con mucha codicia y ligereza, de modo que si tienen muchas piernas y aquel no está sobre sí, o bien le faltan estas, es fácil que den una cogida; sin embargo, en toreándolos con conocimiento son los mejores de los burri-ciegos, pues tienen la ventaja de no seguir el bulto en apartándose, un poco aun cuando le estuviesen observando el viaje, porque como no ven bien de lejos les parece grande la distancia y no hacen por él.
Los de la segunda clase ven poco de cerca y mucho de lejos; son muy difíciles de torear, porque, como no distinguen bien arrancan al bulto todo que tienen delante, y por lo regular buscan el cuerpo como objeto mayor y que ven mejor. El peligro que hay en estos toros es el salirse de la suerte y apartarse de ellos, porque entonces ven claramente al diestro, observan su viaje, arrancan a él, y si tienen piernas y lo llevan embrocado sobre largo le pueden dar una cogida, pues no hacen caso del capote, y sí del cuerpo, que es lo que ven mejor porque dista más.
Los de la tercera son los que tanto de cerca como de lejos ven poco; tienen la ventaja que rara vez observan el viaje y siguen al diestro hasta rematar, y si no fuera porque son muy pesados en todas las suertes y se aploman con facilidad serían los mejores de los burri-ciegos.
Se pudiera hacer otra cuarta clase de estos toros, en que se comprendieran los que ven poco de un ojo y bien del otro; pero teniendo las mismas ventajas y nulidades para la lidia que tienen los tuertos, cuanto se diga de estos es aplicable a los otros.
Conocidas ya las diferentes, clases de toros que pueden presentarse al diestro, debemos pasar al conocimiento de cada suerte en particular, y al modo, de ejecutarlas con los de que ya se ha dado noticia.