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03 - CAPITULO III - DE LAS QUERENCIAS

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 LA TAUROMAQUIA COMPLETA

 EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA

 TANTO A PIE COMO A CABALLO

 Por: Francisco Montes “PAQUIRO”

 

PARTE PRIMERA  -  ARTE DE TOREAR A PIE

CAPITULO III

DE LAS QUERENCIAS 

 

Antes de tratar de los toros en particular y del modo de lidiarlos, me parece oportuno decir algo de sus querencias, tanto naturales como accidentales, con la idea de hacer ver el papel tan importante que juegan en la lidia, pues no pocas veces darán una suerte lucida al que las conozca y las atienda, y una cogida al que las ignore o las desprecie.  

 

Se llama querencia de un toro aquel sitio de la plaza en que le gasta estar con preferencia a otros, y a donde va a partir regularmente después de una carrera o al rematar las suertes.

 

Los toros tienen en la plaza dos querencias naturales, que son, la puerta del toril y la del corral en que están antes de la lidia. Tienen además otras querencias que se llaman accidentales o casuales, y son las que toman con algún sitio de la plaza, bien por haber otro toro muerto, o un caballo, o por sentir allí descanso y defensa, como son las querencias con los tableros; y finalmente, las que toman por estar la tierra más movida y más fresca, como sucede en las plazas en que hay fuente o pozos, que aunque están cubiertos en el tiempo de la lidia, el fresco del agua pasa al través de la tierra y forma una nueva querencia.

 

Aunque como ya hemos dicho suelen estas dar suertes muy lucidas y seguras, serán siempre mejores aquellas en que el toro no haya tomado querencia alguna, por la obvia razón de que partirá con la regularidad que le es propia, y no necesitará el diestro hacer modificación o excepción de alguna regla, lo cual es necesario siempre que se hace alguna suerte estando el toro en su querencia.

 

Por esta razón se procurará siempre apartarlos de ellas para todas, cuidando además en lo posible dejarles libre la huida a estos sitios, pues es muy frecuente arrancar un toro al matador, por ejemplo, y en el momento de cargarle la suerte, sin rematarla y aun casi sin llegar al centro, vaciarse irse con el viaje a la querencia aunque esto no sucede siempre estando el toro lejos de ella, se observa alguna vez, y por consiguiente es preciso combinar que el terreno de afuera sea el que deba tomar en caso de ir en busca de ella, pues de lo contrario se meterá en el del diestro, y probablemente se lo llevará por delante; además, si él piensa evitar esto echándose a la plaza dando las tablas al toro, como que este no es constante que estando lejos siga con el viaje a la querencia, tomará su terreno natural, se encontrará con él, y precisamente le dará una cogida.

 

Todos estos inconvenientes se evitarán combinando como he dicho los terrenos, pues no es necesario observando lo dicho cambiarlos, lo cual solo se hará en los casos que veremos cuando se hable de cada suerte en particular.

 

Las querencias que hemos dicho toman los toros con ciertos sitios de la plaza por sentir alivio en ellos, que regularmente son los tableros, aunque son las más poderosas casi siempre, no obstante, se pueden destruir haciendo que conforme se acerque el toro a ellas lo piquen, le claven alguna banderilla en los cuartos traseros o en la barriga, y lo inquieten incesantemente con los capotes, pues de este modo, como el animal se siente allí incómodo, abandona aquel paraje y cesa la querencia. El recurso más poderoso para hacer que salga de él es ponerle una banderilla de fuego; pero debe ser el último. 

 

Toda suerte que se haga dejando libre al toro su querencia, además de ser segurísima es muy lucida, y por consiguiente las que se efectúan sin este requisito serán expuestas y desairadas; lo más frecuente, es no poderlas ejecutar, pues empiezan a ganar terreno y rematan en el bullo, de modo que el diestro se verá embrocado de cuadrado sobre corto, y expuesto a la cogida más funesta.

 

Es pues necesario, tener mucha atención y conocer perfectamente cuáles son las querencias del toro, para dejárselas siempre libres y manifiestas, y para proporcionarse una mayor seguridad en toda clase de suertes.