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2 - SEGUNDA PARTE --- DEL PICAR A CABALLO Y A PIE

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LA TAUROMAQUIA o ARTE DE TOREAR 

Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados, y toda clase de sujetos que gustan de toros

Por: JOSÉ DELGADO (alias) ILLO

PARTE SEGUNDA --- Capítulo único

Del picar a caballo y a pie y del modo de derribar, enlazar y coger las reses

La suerte de picar de frente a caballo es la más arriesgada que se ejecuta, pues aunque el toro sea el más sencillo y claro, hay la contingencia de marrarlo y que se cuele suelto, o de que el caballo dé un cambio al tiempo de la suerte; y poco importa que el picador conozca al toro, sepa la suerte que ha de darle y el sitio que ha de elegir para ella, si el caballo no quiere obedecer la mano; de forma que tiene que lidiar con dos brutos en la acción de picar, y de aquí nace su mayor peligro y dificultad del acierto.

Para obviar en algún modo este inconveniente y hacer menos peligrosas semejantes suertes, deben los picadores buscar caballos a propósito, que tengan buena boca y piernas, probándolos y tocándolos antes de entrar en las plazas; y hará muy mal el que tome y elija caballos que no sean para el caso. Y mucho más lo yerran los asentistas que desde luego no se empeñan en buscar los caballos con aquellas cualidades, valiéndose para ello del dictamen de los picadores, y no del de los albéitares; porque no es sanidad la que se les busca, sino las aptitudes de plaza, que mucho mejor las conocen los primeros; y es innegable, que a los asentistas les tiene más cuenta los caballos buenos que los malos; porque como aquéllos se sostienen mejor, son más prontos y tienen más resistencia, hacen mejor la suerte, y de consiguíente, se libran con más facilidad de las cogidas; pero estos rara vez escapan de ellas, de forma que ajustada la cuenta por lo que regularmente se advierte, se puede asegurar que por cada caballo bueno mueren cuatro malos, que por poco que cuesten, valen más que aquél, además del beneficio y seguridad de los picadores, cuyo acto de humanidad no debe mirarse con indiferencia.

Después de tener el picador caballo a propósito, es necesario que esté adornado de conocimiento y espíritu, cualidades tan precisas que por cualquiera de ellas que le falte estará siempre expuesto a que el toro lo coja en cada partida que le haga, y a los peligros que son consiguientes de llevar buenas cornadas y dar excelentes porrazos, si no es que deja el oficio, como está sucediendo todos los días con muchos, que sin más conocimiento que saber acosar una res en el campo, se creen ya capaces de picar en las plazas, y así salen escarmentados y corridos.

El conocimiento que debe tener el picador consiste: en saber las suertes, conocer los toros y las querencias naturales o casuales que toman, y el espíritu en verlos llegar, recibirlos en suerte, y cargarse sobre el palo reunido con el caballo y hacer el mayor esfuerzo al encontronazo; cualidades tan precisas, que si no las tiene todas ellas, por casualidad solamente escapará el picador sin que dé en los cuernos del toro. 

Si aquél torea de capa, lleva mucho adelantado para saber tomar las suertes de a caballo, pues conocerá mejor cuándo el toro es franco, cuándo seco y pegajoso, cuándo está levantado, cuándo se para y cuándo se aploma; pero si sólo ha toreado a caballo, será muy difícil que aprenda bien las suertes de plaza, y cuando acaso logre este triunfo, será a costa de muchos días y no pocas caídas y cogidas.

La suerte de picar de frente a caballo se ejecuta situándose el picador en la rectitud del terreno que ocupa el toro; y luego que este parte y llega a jurisdicción, le pone la garrocha en el cerviguillo, y abre al mismo tiempo el caballo por la izquierda; y cargándose sobre el toro, lo despide por la cara de dicho caballo, o en línea paralela con él. De esta definición resulta que nunca le es lícito al picador, ni salirse antes de tiempo, ni atravesarse en la suerte, ni dejar de ver llegar al toro, y faltando a cualquiera de estos preceptos, aunque tenga delante el más claro y sencillo, le ha de dar precisamente una cogida.

Según sea la cualidad de toro, así ha de manejarse el picador en la citada suerte. Si es claro y boyante, le cerrará la salida; si gana terreno se la abrirá, y si remata sobre el bulto, procurará zafarse con tiempo con la mayor ligereza. Y para que esta teoría se comprenda mejor, será más conveniente pasar con el picador a la plaza, donde podré mejor explicar lo que alcanzo.

Puesto allí en la primera suerte, deberá situarse a ocho o nueve pasos de la puerta por donde sale el toro, y apartado dos del tablero; pero si el caballo fuere inquieto, se pondrá a más distancia para tener hueco y lugar de mejorarlo. Y si a la salida del tero observa el picador que va trocado hacia las tablas, o no ha podido mejorar el caballo inquieto, debe zafarse del sitio y ponerse en huida, pues sería una temeridad punible sostenerse a esperar un toro cambiado, que precisamente lo ha de coger. Los demás picadores han de situarse lo menos a quince pasos de distancia para que en las huidas no se encuentren ni líen unos con otros, para que puedan favorecerse en cualquier contraste, y para que cojan mejor la suerte de resalto.

Si el picador conoce que el toro es boyante y claro, podrá cerrarle un poco la salida, como ya he dicho, y mayormente si es abanto, que ha de partir desviándose; y de esta forma podrá ser una suerte lucida. En las inmediaciones a los tableros las tomará con la mayor seguridad, y si le precisa hacerlas en los tercios o medios de la plaza, entonces no tapará nunca la salida al toro, porque allí, por claro que sea, ha de pegarse; y es la razón por que semejante suerte es encontrada, pues cualquiera de los terrenos de uno y otro lado es huida regular del toro.

Todos estos tienen tres estados en la lidia-de a caballo: primero, cuando salen y van levantados; segundo, cuando se paran, y tercero, cuando se aploman. En el primero son las suertes de menos peligro, aun con toros duros; en el segundo parten ya con detención y sentido, y sólo la suerte bien hecha y el castigo a tiempo podrán echarlos fuera; y en el tercero, aun los toros más claros y menos duros tienen que picar. Y razón principal es, porque como están cansados, aunque quieran despedirse al encontronazo, suelen quedarse en el centro por falta de poder para salir, y a la cabezada suelen llegar a los caballos, por lo que ya entonces se les deberá echar más palo.

Cuando el toro fuere duro al hierro se observará si es sencillo o pegajoso; si lo primero, mientras no llegue a aplomarse se picará con poco palo, pero buscándole bien la suerte en que salga a las querencias, sin taparle en manera alguna la salida; y lo mismo se ejecutará cuando se aplome; con la distinción de echar más palo y procurar reunirse bien con el caballo, y andar ligero para salir; y la suerte de los tableros no se hará nunca ciñendo el caballo a ellos, sino desviándolo, de forma que quede terreno para poder zafarse; y no siendo así, como que el toro se queda en el embroque y el caballo no tiene salida, precisamente lo ha de coger.

Si lo segundo, esto es, que el toro sea pegajoso, cuando esté en los estados de levantado y parado, se ha de tomar con mucha espera, y en buena suerte muy abierta a las querencias, dejándolo llegar a la jurisdicción sin salirse antes ni atravesarse, porque si el picador comete uno u otro defecto, precisamente ha de ser cogido; y cuando ya esté el toro aplomado, será mucho milagro que no dé una cogida siempre que parta. Para poder evadirse alguna vez de este eminente peligro, se deberá esperar lo más corto a tres varas de distancia, parando bien el caballo, aunque el toro esté ya en el embroque; pues es mejor que llegue a él estando de pechos, que sólo tienen de objeto poco más o menos de tres cuartas, que no estando atravesado, que tiene más de trece; y además de esto, el caballo derecho reúne sus fuerzas con las del jinete, y así pueden hacer el mayor esfuerzo, y tal vez despegarse el toro; pero si el caballo se atraviesa, por leve que sea el empuje de aquél, ha de alcanzarle forzosamente y cogerle.

El toro pegajoso suele tener recargos, ya sea después de suelto y despedido al encontronazo, o ya cuando va sujeto con el hierro; y véanse aquí unos toros que es difícil picarlos sin que cojan los caballos, y mayormente en los estados de parados y aplomados. Los que recargan sueltos tienen mejor suerte, y consiste en que el picador los tome de forma que después que los despida al encontronazo pueda zafarse a toda carrera; pero cuando tales toros tienen el recargo, yendo sujetos con el hierro, no hay más arbitrio que escapar por milagro; y por esta causa gradúo por un acto de inhumanidad el que se obligue a picarlos, pues sólo por pura casualidad pueden libertarse las cogidas, y mayormente cuando están dichos toros parados y aplomados, y son al mismo tiempo duros y feroces.

A todos los toros duros y pegajosos se les observarán sus movimientos y miradas, y hacia qué parte de la plaza se inclinan con más vehemencia, y hecho cargo de esto el picador, evite pararles el caballo en sitio de que los juzgue dueños, pues ya estén en el primer estado, segundo o tercero, le han de dar una cogida; porque a la verdad, quien pica a semejantes toros es la mala maña de tomarlos en sitios ajenos que rematen a sus querencias, y entonces sólo se despiden al encontronazo, pues el castigo en ellos, lejos de escarmentarlos, los llena más de ira y celo. Y sirva de regla general que mientras más duro y feroz es el toro, más cerca deben estar los picadores de él y más derechos se deben poner a la suerte, tener más espera y no zafarse nunca de los centros, sin coger bien al toro en la humillación, y sólo de esta forma podrán hacer algunas suertes lucidas, bien que serán muy pocas. 

Cuando es necesario que el picador salga a los medios de la plaza, para poner las varas a los toros, irá acercándose a ellos con gran sosiego hasta una distancia proporcionada; si se detienen en partir, los obligará con dos pasos cortos de cercanía; si no obstante no embisten, proseguirá con otros dos más que sean más cortos y pausados, hasta llegar a terreno en que esté distante del toro lo más corto tres varas, sin arrimarse más;  porque si le parte estando más inmediato, sólo con el brinco que dé al partir, le ha de alcanzar el caballo, y por esto toda suerte que se hace a topa-carnero está expuesta.

Estando ya el picador en terreno competente, y parado como dos minutos sin que le parta el toro, sesgará su caballo por la rectitud, y se mejorará diferenciando el sitio, pero procurando siempre franquearle el paso a su querencia, ya sea de las generales o casuales que haya tomado, y esté el toro en cualquiera de los tres estados; pues es regla general que al toro que se detiene en partir, sea cual fuere su situación, no se le debe nunca tapar la salida; y encargo que en todas estas acciones observe el picador mucho sosiego, serenidad de espíritu y gran cuidado.

Cuando el toro no quiere dejar el tablero, porque tiene querencia casual en él, no da lugar, por consiguiente, a que se le pueda picar por el orden regular; pero entonces se le puede muy bien hacer la suerte encontrada dándole las tablas. En el día no veo picador alguno que la ejecute, pero tengo noticias seguras que el famoso D. José Daza la hacía en iguales circunstancias con la agilidad y primor que le eran tan propios, y a mi entender es una suerte practicable, sin mayor riesgo, pues aunque es necesario atravesarla un poco, y esto es malísimo picando, como el toro tiene la querencia en las tablas, con poco que se le castigue en el encontronazo habrá de vaciarse a ellas.

También suele suceder que luego que sale el toro se dirige a los tercios o medios de la plaza, sin querer acudir a las tablas, y como que esta cualidad persuade, que o ha sido otra vez placeado, o que tiene intención, no debe buscarlo el picador presentándosele cara a cara, sino hará que un chulo se lo entretenga y divierta, y él se irá por detrás sin que lo sienta el toro, y luego que esté en suerte, lo citará de pronto, y es muy regular que así que se vuelva le parta; y como que estaba descuidado, y de pronto ve el bulto tan cerca, se carga sobre él en la suerte, y cede al encontronazo; pero si ya dado este puyazo vuelve el toro a los medios, no se le repetirá, porque ya entonces sabe a lo que va, y no ha de rematar la suerte, sino ha de quedarse en el centro, dando una cogida al picador, y volviéndose al mismo terreno de que ya se le debe hacer dueño.

Con lo dicho hasta aquí, creo haber expuesto lo suficiente para que los picadores modernos aprendan las suertes de plaza, los aficionados las conozcan mejor, y los espectadores adquieran un conocimiento nada escaso de ellas, con que les sea más grata la diversión, pues conocerán cuándo el picador cumple, cuándo se excede, cuándo torea sosegado, cuándo es bailarín, que es el defecto de los más.

 

SUERTE DE PICAR A PIE

También se pican los toros a pie con vara de detener. Esta es, lo más, de dos y media, y con ella se sitúa el qué va a picarlos en la rectitud del terreno que ocupan, tomándola con ambas manos, y llevando un capote en el brazo izquierdo cita de esta forma al toro, y luego que le parte y llega a jurisdicción, se abre hacia dentro, y pone la vara en el cerviguillo, con cuya pica le despide; y si lo marra, y se le cuela, lo vacía con el capote, que hace las veces de muleta; esta suerte es muy lucida con los toros boyantes que son blandos, pero expuesta con los duros, y muy peligrosa con los que se ciñen, ganan terreno y rematan en el bulto, con los cuales aconsejo que no se ejecute nunca. 

SUERTE DE DERRIBAR A LA FALSETA

Para derribar los toros a caballo se usa de tres estilos, a saber: a la falseta, a la mano, y de violín. Todos se ejecutan con acierto si se procura que la res vaya de huida con vehemente querencia, ya sea a sus pastos, malezas o ganados, pues como va ansiando por lograrlos, no cuida de más defensa que aligerar sus pies.

Para derribar a la falseta, se previene el caballo por el lado derecho de la res que se acosa, apartando y virando detrás treinta o más varas, o las que basten a descubrir el anca derecha. En la media distancia, sé enristra la vara en todo su largo, y se le pone la púa en el nacimiento de la cola, que es donde más le cimbra, y cerrándose y apretando bien el caballo (porque el empuje no saque al jinete fuera), se forcejea hasta derribar la res; y para el mayor lucimiento y seguridad, se cuidará que al pasar el caballo por detrás no tropiece con ella, ya para evitar que uno y otro caigan arrollados, o ya también para que quede el jinete en mejor aptitud para seguirla si no la derriba. Este estilo es el más garboso, aplaudido y más acostumbrado de los jinetes diestros; y en una palabra, no es buen derribador el que no sea falsetero. 

SUERTE DE DERRIBAR A LA MANO

El segundo estilo de derribar a la mano, o de echar el caballo a la derecha, es el más acostumbrado de los modernos. Se ejecuta tomando la izquierda de la res, que se acosa a igual distancia, y en los mismos términos que los expuestos para la falseta. Si la res se embroca antes de llegar con la garrocha al nacimiento de la cola, es necesario que el jinete se abra de la rectitud poniéndole la púa en los encuentros para zafarse, por ser semejante embroque más arriesgado. Con este estilo se dan a las reses muy fuertes caídas; pero no merece el aplauso y recomendación que el otro.  

SUERTE DE DERRIBAR DE VIOLÍN

El tercer estilo, que llaman de violín, se ejecuta tomando la res en el modo y a la distancia que queda prevenida para la falseta, y sólo se diferencia, en que la garrocha se echa por cima del cuello del caballo; y advierto que si la res se embroca o cae, como precisamente se contrapone la garrocha y las riendas, y va dirigido el caballo al cuerpo y cabeza de la res, es necesario mucho cuidado y tino para no pasar por cima de ella en la caída, o dar en la cabeza al embroque, por cuya razón este estilo es muy poco usado.

En todos tres se ha de tener por regla general el proporcionar cada jinete la velocidad, vigor y piernas de su caballo con su aptitud y fuerzas propias, uniformando estas circunstancias y distribuyéndolas de forma que el esfuerzo se haga por los dos a un tiempo; porque si no, además de no lograr el fin de derribar la res, el mismo empuje que haga el jinete podrá sacarlo de la silla; y también cuidará de reservar el caballo, y no soltarlo hasta que se dirija a tender el palo; pero como todas estas acciones se practican con violencia, en que es tan contingente el acierto, de aquí es que unas veces se pasa el caballo, otras no alcanza la res y en otras se arrollan; y no hay otro arbitrio que subsane estos defectos (aunque no sea en el todo) sino que el jinete, además de saber las reglas de derribar, procure tener bien conocido el caballo. 

SUERTE DE DERRIBAR LAS RESES DESDE EL CABALLO CON LA MANO

También se derriban las reses a caballo agarrándolas por la cola, cuya acción se ejecuta cogiéndola de firme, arreando el caballo en línea paralela, tirando al mismo tiempo con el mayor esfuerzo, con lo que se consigue derribarlas; es acción muy lucida, pero ejecutada de muy pocos. 

SUERTE DE COGER LAS RESES CON LAZO DESDE EL CABALLO

Para coger las reses con lazos, se previene una cuerda delgada de treinta a treinta y cuatro varas, y en un extremo de ella se ata la cola del caballo, y en el otro se forma un lazo que se prende en la punta de una  caña o vara más ligera y corta que la de detener; y el sobrante se enrosca y ata en la grupa con un bramante endeble que fácilmente se rompa al tirón; y cuando ya la res corre menos que el caballo, se empareja el jinete con ella, y la enlaza por los cuernos; pero si acaso se embroca o para, se le entra a caballo levantado, y al pasar se le echa el lazo.

Si el sitio donde se ejecuta esta acción es montuoso, o tiene matas donde se pueda sujetar la cuerda, no se atará a la cola del caballo, por el peligro de que se enrede en alguna, ya cogida la res, y si ésta embiste, no pueda huir el jinete; pero entonces se meterá la punta de la cuerda por entre la cincha, y sujetará el fuste delantero, sin atarla en él, para que en cualquiera enredo peligroso pueda soltarla el jinete y zafarse; y tanto en este caso como en el de llevar la res atada a la cola de su caballo, procurará no atravesarlo a los tirones que dé aquélla, sino resistirlos por derecho, que así tiene el caballo unas fuerzas increíbles, y del otro modo está expuesto a caerse. 

SUERTE DE ENLAZAR LAS RESES A PIE

También se enlazan las reses a pie llevando el palo y cuerda que he dicho; pero es necesario que estén juntas algunas, para que rodeada, y aquerenciada con ellas, se coja descuidada la que se pretenda enlazar; porque estando sola precisamente ha de huir y frustrar la acción; y cuando las reses están rodeadas, o acorraladas, se cogen igualmente con lazos por los pies, lo cual se ejecuta con un cintero de vara y media o dos de largo, donde va hecho el lazo, y poniéndose detrás de la res el que va a cogerla, le incita a huir, y al levantar el cuarto trasero mete el lazo por debajo, y lo prende con él por el pie; y también se acostumbra poner el lazo en el suelo y carear la res hacia donde está, y luego que pone en medio un pie o una mano, tirar de él y enlazarla. 

SUERTE DE COGER LAS RESES A PIE

Y últimamente, para coger las reses a pie, se acosan primero y cansan a suerte o recortes, y a uno de éstos se le echa mano a la cola, y de un estrechonazo se derriba, o se llama a media vuelta y coge por los cuernos uñas arriba, cuadrándose de pechos con ella; y como alza el hocico al empujarle por las puntas, se le mete el uno u otro hombro por debajo de la barba, llevándole la cabeza a su espalda, y así se derriba fácilmente. 

Concluí por ahora, porque si acaso veo que mi Tauromaquia merece aplauso, que se gradúa por buena, que instruye y deleita, que entretiene y da gusto, que hace más grátala diversión de los toros y que da luces a los espectadores para que conozcan (sin el entusiasmo que hasta aquí) el verdadero mérito de las surtes y toreros, entonces ofrezco ponerle sus notas, y aun comentos, agregándole los demás conocimientos que haya adquirido, porqué a la verdad, en este arte tauromáquico siempre se está aprendiendo. No fuera él tan recomendable si no tuviera esta cualidad brillante de infinito. He finalizado.

 

Fuente Documental: Junta de Castilla y León – Biblioteca Digital Castilla y León