×

Mensaje

Este sitio web utiliza 'cookies' para ofrecerle una mejor experiencia de navegación.

Ver documentos de la Directiva e-Privacy

Ha rechazado el uso de cookies. ¿Desea reconsiderar su decisión?

1 - PRIMERA PARTE --- DEL TOREO A PIE

Atrás

 

LA TAUROMAQUIA o ARTE DE TOREAR 

Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados, y toda clase de sujetos que gustan de toros

Por: JOSÉ DELGADO (alias) ILLO

PARTE PRIMERA --- DEL TOREO A PIE

CAPITULO  I 

Este capítulo ocupa sin duda el primer lugar en esta obra, y para su perfecta inteligencia, es necesario que se hable de cada suerte en particular, con respecto A la calidad del toro con quien ha de ejecutarse

SUERTE DE FRENTE o A LA VERÓNICA

Esta es la que se hace de cara al toro, situándose el diestro en la rectitud de su terreno. Es la más lucida y segura que se ejecuta, y sus reglas son a proporción de los toros. El franco, boyante, sencillo o claro, que todo es uno, se debe dejar venir por su terreno, y cuando llegue a jurisdicción, cargarle la suerte y sacarla; y hasta este acto, parará el diestro los pies para lograr echarle cuantas suertes quiera, procurando siempre que quede la res derecha y no atravesada.

Si estos toros tienen muchas piernas, deberá el diestro situarse a bastante distancia para citarlo a la suerte, porque siempre pueden rematarla, pero si carecen de ellas, se han de citar sobre corto, de forma que rematen y hagan suerte; y si no, sucede muy de continuo que se quedan por falta de piernas antes de llegar al engaño, o en el centro, y entonces puede peligrar el diestro.

TORO QUE SE CIÑE

Cuando el toro se ciñe se llamará de frente, de este modo: tomará el diestro la rectitud de su terreno, ya lejos o ya cerca, conforme las piernas que le advierta al toro, y luego que le parta le empezará a cargar y tender la suerte, con cuyo quiebro el toro se va desviando del terreno del diestro, y cuando llega a jurisdicción ocupa el de afuera y puede dársele un remate seguro; pero tendrá especial cuidado el diestro en no sacar ni tirar de la capa hasta que el toro esté bien humillado en el centro de la suerte, de forma que el tirar los brazos sea en el instante mismo en que el toro acaba de humillar para tirar la cabezada, que es lo que vulgarmente llaman hartar los toros de capa.

TORO QUE GANA TERRENO

Estos toros, que ganan en la suerte el terreno que ocupa el diestro en mucha o poca cantidad, son difíciles de llamar, pero no obstante, tienen su suerte segura. Se reduce a que el diestro, luego que se sitúe con la capa (guardando la distinción de si tiene o no piernas, para acercarse o alejarse, como queda dicho), y vea que el toro parte, haga el quiebro que para el que se ciñe queda prevenido; pero si ve que no cede y se le cuela, mejorará prontamente de terreno, dándole lugar a ello; y si no, le dará al toro las tablas, echándose él a la plaza, que es lo que se llama cambiar los terrenos.

TORO DE SENTIDO

De éstos hay dos clases: una, de aquellos que atienden a todo objeto, sin contraerse especialmente al que los cita y llama, pero que en las suertes son claros. Y otra, de los que no obedecen al engaño, y aunque acaso lo tomen, rematan siempre en el bulto, tengan o no piernas, o ya se les cite sobre corto o largo. Para llamar los primeros se procurará que no vean más objeto que el diestro, y de esta forma se evita el peligro de que partan con desproporción. Y los segundos, deberán llamarse bajo las reglas que el toro que gana terreno, pero haciéndoles siempre el cambio, porque nunca dan lugar a la mejora del sitio.

Estos toros son los más difíciles de llamar y los que han dado más cogidas, porque sus remates tiran desde luego al bulto y lo cogen en embroque sobre corto; y cuando esto suceda, procure el diestro cubrir la cabeza y ojos del toro con el engaño, y salirse con pies por donde pueda, que es la única defensa que hay en semejante' peligro.

TORO REVOLTOSO

Es aquel que, aunque franco, y que se va con el engaño por el terreno de afuera precipitadamente, al darle el remate vuelve sobre él, sosteniéndose con firmeza sobre las piernas. Para llamarle se observarán las reglas que para los toros boyantes quedan prescritas, y además la de levantar mucho más el engaño, para que tales toros rematen fuera y den de esta forma más lugar para recibirlos después. Esta clase de toros es la más frecuente, son los que más divierten, llenan el gusto de los espectadores y la satisfacción de los que los sortean con conocimiento; pero para los que no lo tienen son los más expuestos, y particularmente en el principio, que con más Facilidad se vuelven sobre las piernas.

TORO ABANTO o TEMEROSO

Se llama aquel que ya parta de lejos o cerca, antes de entrar en la jurisdicción del engaño, se vacía y escupe fuera. También suele pasarse al terreno contrario y aun entrarse por el que ocupa el diestro. Y así, para evitar estas contingencias, que nacen del miedo que lleva la res, se le deberá siempre llamar y sortear por las reglas y suertes que al toro que gana terreno; y de esta forma, si entra ganando el suyo al diestro, fácilmente se mejora, y si se le cuela adentro le da las tablas y se echa él a la plaza.

Estos toros temerosos suelen también partir con prontitud, pero así que llegan a jurisdicción, se quedan cerniéndose en el engaño, y si el diestro tira de él, o se mueve del terreno, con facilidad le dan una cogida. Para evitarla procurará aquél no mover los pies, y los citará hacia el terreno de afuera; y si así le parten, los llevará bien metidos en el engaño con bastante quiebro de cuerpo, hasta darles el remate fuera. También se torean de otro modo, y es que el diestro recoja y reúna al cuerpo todo el engaño y se vaya derecho al toro, parando los pies hasta que en la partida que le haga llegue a jurisdicción, y entonces tirará de pronto la capa, obligando al toro a que la tome, lo que ejecutará siempre por no quedarle otro arbitrio, y con esto se consiguen dos cosas: una, que el toro no varíe en los terrenos, y otra, qué se desengañe, y después siga partiendo con proporción.

TORO BRAVUCÓN

Se llama así aquel que salió manso y después embiste alguna cosa, o el que desde luego parte poco. Estos toros se burlan con facilidad; pero para sortearlos será muy bueno prevenirles siempre el terreno de afuera; lo uno, porque estando ya en el engaño suelen rebrincarse, y si el diestro ocupa todavía su terreno, podrá darle una cogida; y lo otro, porque muchas veces se quedan en el centro sin hacer suerte, bien que en este último caso será más oportuno que el diestro forme nueva suerte adelantando el terreno.

SUERTE DE RECORTE

Llámase así la que hace el diestro cuando cita al toro a distancia proporcionada, y saliendo enfrente de su cabeza, forma con él una especie de semicírculo, a cuyo remate se reúne con el toro en un mismo centro, donde le da un quiebro de cuerpo, saliendo cada cual con distinto viaje. Esta suerte se hace de dos modos: o con el cuerpo sólo o una capa terciada por debajo del brazo, o recibiendo al toro con la misma capa suelta por detrás, al tiempo del quiebro, haciéndole una gallada. Arabos recortes son muy lucidos, y aunque el primero es difícil de repetirse, no así el segundo, por el mayor desvío que se le da al toro del bulto con el galleo. Pero en su repetición tendrá cuidado el diestro en no atravesarse con el toro, procurando ocuparle su terreno recto para recibirlo en la gallada, y de lo contrario, como que el toro llega atravesado, ha de rematar sobre el mismo terreno que debe ocupar el diestro al hacer la suerte; precisamente lo ha de coger en embroque sobre corto, si no se escapa por pies, que es el único remedio que hay.

Esta clase de suerte, ya sea de cuerpo o galleo, se ejecutará sólo con las reses sencillas y boyantes, aunque tengan muchas piernas; pero se omitirá para con las que se ciñen, ganan terreno y rematan en el bulto. Con las revoltosas, solo la ejecutarán los que sean muy ligeros en los centros, porque como ellas tienen tanto celo por el engaño y se sostienen de firme sobre las piernas, no dan lugar a que se mejore el diestro, y sólo con su agilidad natural puede sostener los galleos.

SUERTE DE FRENTE POR DETRÁS

Esta suerte es aquella que hace el diestro situándose de espaldas en la rectitud del terreno que ocupa el toro, teniendo la capa puesta por detrás al modo que de frente; y luego que aquél le parte, le carga la suerte, dando el remate con una vuelta de espaldas, y formando un medio círculo con los pies, con lo que deja al toro proporcionado para segunda suerte. Soy el inventor de ella, y la he ejecutado siempre con fortuna; bien es verdad que sólo la he hecho a las reses boyantes cuando tienen piernas, para rematarla bien; y en otras circunstancias, no aconsejo a ninguno que la ejecute.

SUERTE A LA NAVARRA

Esta se hace situándose el diestro en la rectitud del terreno que ocupa el toro, y luego que embiste le va tendiendo la suerte, y cuando ya entra en jurisdicción, y está bien humillado, le arranca la capa por bajo, y con ella da una vuelta sobre los pies, volviendo a quedar de cara con el toro. Esta suerte deberá ejecutarse sólo con los toros boyantes y cuando todavía tengan piernas, pues en otras circunstancias es muy peligrosa.

SUERTE A LO CHATRE

Esta es también de frente, y se hace con los brazos cruzados, que es en lo que consiste la diferencia. Sus reglas son las mismas que he propuesto para aquéllos, pero advierto que ésta no se haga sino a los toros boyantes y claros; lo uno, porque como los brazos están cruzados, no se puede ni tender las suertes, ni dar los remates fuera; y lo otro, porque no habiendo libertad en los brazos es imposible despedir los toros que se ciñen, ganan terreno y rematan en el bulto.

SUERTE DE BANDERILLAS

«Esta es una de las suertes de más mérito que se hacen a los toros, y mayormente en el día, que se ponen a pares. Sus reglas guardan proporción con la clase que hay de ellos.

El claro y sencillo, se banderilleará a cuarteo, situándose el diestro delante del toro a corta o larga distancia, ya esté parado o venga levantado; y citándole a que le embista, luego que le arranca, sale formando con él un cuarteo a manera del de los recortes, con la distinción que cuando llega al centro de los quiebros, y el toro humilla, se cuadra con él y le mete los brazos, para ponerle las banderillas en el cerviguillo hasta los rubios.

Las banderillas a media vuelta se ponen de dos modos: o situándose el diestro tras del toro, o saliendo algo largo por detrás. Del primer modo, lo ha de citar, y luego que se vuelva (que es siempre humillado para tirar la cabezada por lo cerca que ve el bulto) se cuadra con él y le mete los brazos. Y del segundo, luego que sale con pies, cuando llega al centro lo cita, y al acudir el toro (que es por el mismo orden que queda dicho), hace igual diligencia para ponerle las banderillas. Esta suerte a media vuelta es más fácil que la de cuarteo; pero con todo, en el primer modo hay este peligro. Cita el diestro al toro por detrás a la mano derecha, y él acude a la izquierda con prontitud; entonces, como que están sobre corto, y casi en el centro, recibe precisamente el diestro un embroque de cara, y en esta cogida indispensable no tiene otro remedio que dejarse caer de espaldas, y meter las banderillas al toro por el hocico o cara, para que rebrinque por cima de él. Y para evitar este embroque tan peligroso, aconsejo al que haga semejante suerte, que luego que se sitúe por detrás, en el terreno del toro, y lo cite para la vuelta, no salga en manera alguna hasta que no observe por qué lado se vuelve.

Cuando el toro es de los de sentido, que rematan en el bulto, es difícil banderillearlo, ya sea a cuarteo o a media vuelta; lo uno, porque estos toros, cuando arrancan, cortan el terreno, de forma que no dejan pasar al diestro; y lo otro, porque aunque lleguen en suerte al centro de tos quiebros, se tapan sin humillar, quedándose sobre las manos y sin tomar salida. También sucede con ellos que luego que los citan, y parten antes de llegar al centro, se quedan sostenidos sobre las mismas manos, observando el viaje del diestro.

El toro que se ciñe y gana terreno, cuando todavía tiene piernas, puede muy bien banderillearse de cuarteo saliendo a él el diestro con la delantera de dos o tres cuerpos de perfil, o más, que gradúe precisos para poder pasar; y luego que llegue a meter los brazos en la humillación, ponga o no las banderillas, sin pasarse un punto, se desviará del centro, y es la razón por que el cuarteo que se les da a semejantes toros por lo regular es imperfecto; porque como vienen ceñidos, o ganando terreno, padecen muy poco en el centro de los quiebros, y así están más aptos y prontos para seguir desde luego al torero. Cuando dichos toros van con el viaje a sus querencias, de ningún modo se citarán a cuarteo pues por más cuerpos de perfil que se tomen, no han de dejar pasar al diestro. Y por último, la suerte de banderillas a media vuelta, sea de cualquiera de los dos modos propuestos, es muy fácil para con estos toros.

Los celosos son a propósito para las banderillas de cuarteo; pero luego que el diestro meta los brazos con ellas, procurará salir con pies, porque aunque no corte, ni pise en el terreno, y haga por consiguiente buena suerte, padeciendo en ella un quiebro total, como que son celosos por el objeto que se les acerca, luego que se enmiendan salen buscando el bulto con todas sus piernas; y si el diestro se ha parado o tardado en salir, pueden alcanzarlo y cogerlo.»

SUERTE DE MULETA

La muleta se hace tomando un palo ligero de dos cuartas y media de largo, que tenga un gancho romo en uno de sus extremos, y en él se mete un capotillo por medio de la junta del cuello, y las dos orillas se; juntan en el otro extremo del palo, y dándole algunas vueltas en él, queda formada la muleta, que toma el diestro por dicho extremo con la mano izquierda. Para la suerte la pone al lado del cuerpo, y siempre cuadrada; y situado en el terreno del toro lo incita a partir, y lo recibe en dicha muleta al modo de la suerte de capa al pase regular.

El de pecho es el que se hace estando en la suerte derecha, que es con la que se da la estocada; y como que aquí el brazo que la hace, lejos de alargarse del cuerpo, como en el pase regular, cada vez se, va acortando más, es necesario que se reciba al toro bien en el engaño, y que pase humillado con él por el terreno del diestro, quien no rematará nunca la suerte hasta que el toro engendre la cabezada, y al punto dará uno o más pasos de espaldas para ocupar el centro que aquel deja.

Son muy pocos los que ejecutan bien esta clase de suerte, y yo siempre la he tenido por fácil y segura, y mayormente si se hace en seguida del pase regular. El recibir desde luego al toro al pase del pecho, es a la verdad una suerte de mucho mérito por lo que tiene de peligrosa; pero como el diestro lo deje llegar bien, y pare los pies, está tan seguro como con la capa.

La suerte de muleta es muy fácil y lucida con los toros boyantes, con los celosos y aun con los que se ciñen, haciéndoles el quiebro qué con la capa; pero muy expuesta con, los que ganan terreno y rematan en el bulto; pues como la muleta está sólo en una mano, y se desvía tanto del cuerpo, se cuelan estos toros, y cuando no arrollen en la suerte al diestro, lo embrocan por la espalda, y es necesario que salga con pies para librarse. Más para evitar semejante peligro, cuando el diestro se ponga a citar al toro al pase regular, deberá otro torero ponerse al lado de la plaza con un capotillo, y cuando parta se lo echará a la cabeza, para que, poniendo la atención en ambos engaños, se evite la colada.

Y aunque también al pase de pecho haya peligro con estos toros, no es, sin duda, tanto. Muchos creerán que esto no sea cierto, pues ven que en el pase regular se usa la muleta con más agilidad, se despega más del cuerpo, y este está más dispuesto para huir, y en el pase del pecho sucede todo lo contrario; pero deberán advertir que las mejores proporciones del pase regular hacen que el diestro se desuna de la muleta, y como el toro busca el bulto y lo advierte dentro, corta el terreno para acudir a él, y de esto resulta el colarse tanto; pero en el pase del pecho, como el diestro reúne cada vez más la muleta con su cuerpo, ve el toro un único y solo objeto en el que solamente pone su conato, y con poco quiebro que se haga, y dos o tres pasos que se den al remate de las suertes, puede hacerse felizmente. No digo por esto que sea siempre segura, pero sí afirmo que lo es más que la del pase regular.

SUERTE DE MUERTE

Llegamos ya a la suerte de más mérito y más lucida, a la más difícil, y a la que llena más cumplidamente el gusto y la satisfacción de los espectadores. Sus reglas son muchas y guardan proporción con las clases qué hay de toros. Consiste esta suerte en situarse el diestro en la derecha, metido en el centro del toro, con la muleta en la mano izquierda, más o menos recogida, pero siempre baja, y la espada en la otra, cuadrado el cuerpo y con el brazo reservado para meter a su tiempo la estocada; cita así al toro, y luego que le parte, llega a jurisdicción, y humilla al mismo tiempo que hace en el centro el quiebro de muleta, mete la espada al toro, y consigue por este orden dar la estocada dentro y quedarse fuera al tiempo de la cabezada.

El toro sencillo y claro se mata con mucha facilidad, tenga o no piernas, las cuales no se les quitarán para la muerte y si se hace, perderá mucho mérito la estocada, aunque sea una sola y dada en ley.

Al toro que se ciñe se le citará con la muleta, y hará la suerte que queda prevenida en su lugar, y para llamarlo a la muerte no se acortará mucho el engaño, y luego que llegue a jurisdicción y humille, se le dará la estocada en el tiempo y forma que el toro boyante; pues aunque el que se ciñe es de más cuidado, siendo como es esta una cualidad propia para la muerte, no debe haber diferencia, y más cuando éste no embroca, que es donde sólo está el peligro. Así se ve de ordinario que aunque al pase se cuelan estos toros, van después a la muerte con la mejor proporción.

Los que ganan terreno y rematan en el bulto, son los más arriesgados para la muerte. A estos se les debe quitar las piernas cuanto sea posible, y sin pasarlos a la muleta salirles al encuentro para matarlos, de forma que al meter la espada esté el diestro fuera del centro que lleve el toro.

Suelen éstos también usar del ardid de taparse sin humillar a la muerte, y tirando derrotes sobre alto desarman al torero. Este es el lance más apurado que sucede con los toros, y donde el diestro teme por instantes una cogida, y mayormente si conservan piernas. Si no se les puede salir al encuentro, no hay otro remedio que tentarlos en buena suerte, y siempre con cuidado de acercarles el engaño y vaciar el cuerpo del centro; y si no quieren de ninguna forma humillar, por último y único efugio, elegirá el diestro el irse a estos toros citándolos a la muerte, y de pronto les tirará la muleta al hocico (con cuyo espanto siempre humillan), yéndose al mismo tiempo a volapié sobre ellos, y dándoles las estocadas como mejor se pueda. Aunque sea casi a media vuelta, siempre tiene mérito, pues éste se fija principalmente en sortear y matar al toro del modo que sea posible.

ESTOCADA DE VOLAPIE

Esta fue inventada por el famosísimo torero de nuestros días Joaquín Rodríguez (alias) Costillares. Consiste en que el diestro se sitúa a la muerte con el toro, ocupando cumplidamente su terreno, y luego que al cite de la muleta humilla, y se descubre, corre hacia él, poniéndosela en el centro, y dejándose caer sobre el toro, mete la espada y sale con pies.

Esta suerte es lucidísima, y con ella se dan las mejores estocadas, y se hace a toda clase de toros como humillen y se descubran algún poco. Pero no es siempre ocasión de ejecutarla, sino sólo cuando los toros están sin piernas y tardos en embestir.

Hasta, aquí he hablado de los toros y reses que guardan en las lidias las aprensiones con que salieron; pero debo advertir que regularmente se ven en ellos varias transformaciones. Sale un toro valiente y sencillo, pero apenas siente el hierro, empieza a apartarse; llegan las banderillas, y se maneja como el que gana terreno, y con estas cualidades va a la muerte. Otros que en el principio fueron abantos, o porque cogen un caballo, y se consienten, o porque se hacen dueños de un sitio, adquieren tal sentido y aprenden tanto en el corto tiempo de la lidia, que o se ciñen, ganan terreno, o rematan en el bulto. Y también sucede que el toro que desde que salió partió ciñéndose 0 ganando terreno se haga de las calidades del boyante y claro con sólo una vara que se le ponga, por ser blando y dolerse del castigo; y como éste; lo recibe acercándose al bulto, temeroso de que se lo repitan, se desvía de él.

Dejo hasta aquí explicadas las mejores suertes y sus reglas, y para su más perfecta inteligencia y ejecución, se deberán tener presentes las advertencias que siguen.

ADVERTENCIA  PRIMERA

Para llamar con más comodidad, lucimiento y seguridad, se usará de capotes que tengan algún peso y suficiente vuelo, pues con éste se despiden y escupen fuera los toros que se ciñen y ganan terreno. Y en los días de viento, que impida el manejo de estos engaños, no se llamará nunca a dichos toros, sino sólo los francos y boyantes, porque éstos, como que llegan por el terreno de afuera, con facilidad se despiden, y a los otros es necesario cargarles y tenderles las suertes, quebrándoselas al rematar, y esto es impracticable con el viento. 

ADVERTENCIA  SEGUNDA

Para que las suertes de frente sean limpias y lucidas, se situará siempre él diestro en la rectitud del terreno del toro, parando bien los pies; y de esta forma, si es franco, a poco trabajo lo echa fuera; si se ciñe, con más facilidad se hace el quiebro; y si gana terreno, o remata en el bulto, se le podían dar las tablas con menos riesgo, y todo ello es casi imposible hacerlo bien y sin peligro situándose el diestro algo fuera o atravesado. 

ADVERTENCIA  TERCERA

Gomo el arte de torear tiene por fundamentos principales el espíritu y conocimiento, aquellos aficionados y toreros sobresaldrán más, que tengan menos aprensiones de miedo y conozcan mejor las suertes. Y es constante que, sin valor para ver llegar los toros, no hay ninguno que las ejecute bien. Y así se ve cada día que el torero bueno, por tomar aprensiones de miedo, pierde el salto en las suertes que ejecutaba bien. 

ADVERTENCIA  CUARTA

Otro constitutivo esencial del toreo es ver llegar los toros. Consiste en él que llama de frente, verlos entrar a jurisdicción, pasar y rematar, en el que recorta o gallea, mirarles la colada en el centro del cuarteo, y la salida volviendo la cara de un lado a otro. En el que pone banderillas, observarles bien, la humillación y quiebro, tanto al meterle los brazos, como cuando se forman los toros, y le reconocen el viaje. En el que mata, verlos llegar a la espada cuando les da la estocada y cuando sale. Y los que huyen, o van a sacar, y trastear los toros, deberán siempre, mirarlos^ lo uno, para procurar salir de la cabeza en los embroques sobre largo; y lo otro, para flamearles los engaños y entretenerlos en la carrera, y no correr con desatino si acaso no le sigue el toro. Esta cualidad de verlos llegar es tan precisa, que sin ella no se puede acertar suerte alguna, y con ella lleva el diestro la mayor seguridad, y tanta que en los embroques sobre corto se han libertado muchos haciendo un quiebro de cuerpo al tiempo de desarmar al toro, cuya defensa no hubieran usado si no lo hubieran visto llegar.

ADVERTENCIA  QUINTA

«Si el toro que va a banderillearse es boyante y claro, aunque tenga muchas piernas se le dejarán, pues no tiene peligro alguno. Pero en los cuarteos en que lleve su viaje a las querencias naturales, se le tomará la delantera que al toro que ciñe; más a los que ganan terreno y rematan en el bulto, se procurará no dejarle piernas, y ya sea con las banderillas, o ya con los capotillos, se les llamará de continuo sin darles lugar a que se reparen.» 

ADVERTENCIA  SEXTA

Las querencias naturales de los toros en la plaza son dos: una, la puerta por donde entran, y otra, la corraleja de donde salen. Cuando van a rematar a ellas, son buenas las suertes de capa y muleta; pero malas y encontradas cuando arrancan desde dichas querencias. También toman otras, que llaman casuale5, y son ya con otros toros que estén muertos en la plaza, ya con algún sitio particular de ella, y ya finalmente, con las tablas. Y es de advertir que estas querencias particulares las prefieren a las naturales; así para torearlos en ellas, aunque se eché el cuerpo a la plaza, se procurará siempre dejárseles libres en los remates. 

ADVERTENCIA  SÉPTIMA

Como que toda clase de suerte se hace por Jo regular a los toros cuando embisten levantados o corriendo, es necesario que el diestro use de las reglas muy a tiempo para no peligrar. Y como per la violencia, que regularmente interviene, es el acierto tan contingente, de aquí es que es raro el que sea diestro en toda clase de suerte; así se ve por experiencia, que unos sobresalen en la capa, otros en recortes, en banderillas otros, y muy pocos en matar. Y es la razón también porque es difícil coger el tranquillo a toda clase de suertes, que pende de reglas tan diversas, y en que unas veces aprovecha la mayor agilidad, y otras es perjudicial. Y también suele suceder que los que son diestros en algunas de ellas se atrasen, y pierden el tanteo (que se llama perder el salto); lo que nace ya de haber llevado alguna cogida, o ya por tomar alguna aprensión de miedo. 

ADVERTENCIA  OCTAVA

Todos los toros por lo común son claros y sencillos, según su naturaleza; y quien principalmente los hace aprender a ceñirse, ganar terreno y rematar en el bulto, es la continuación de lidiarlos, o el haberlos antes castigado, o el mismo castigo que sufren en el tiempo de la lidia. 

ADVERTENCIA  NOVENA

Cuando el diestro está situado delante del toro, ya sea con la capa o muleta para la muerte, y reconoce que derrama la vista por dentro de su terreno, procurará observar al instante qué objeto sea el que le llame la atención, para hacerlo apartar, siendo posible, y si no se saldrá de la suerte, pues es una señal segura, que donde el toro pone la vista allí parte, y en igual contraste puede ser cogido el diestro, aunque sea por un toro boyante y claro. Y como que este peligro se está corriendo de continuo en las plazas, ya por asomarse a los boquetes, y ya porque los espectadores hacen cites a los toros con engaños y la voz, ruego y encargo a todos se abstengan de llamar así la atención de ellos; y les pido que antes, por el contrario, guarden un profundo silencio y quietud, al menos cuando se tienen los toros en las suertes de muerte. 

ADVERTENCIA  DÉCIMA

Los toros secos y duros, que por lo regular suelen serlo los celosos, los que se ciñen, y aun los que ganan terreno y rematan en el bulto, cuando salen corriendo tras de cualquiera objeto, y más cuando están en todas sus piernas, rematan hasta lo posible sus carreras; y así los que salgan con ellos, y huyan embrocados sobre largo, tomarán cumplidamente la guarida sin quedarse fuera; pero este cuidado no es preciso tenerlo con los toros que son abantos o temerosos, pues, rarísima vez rematan en la, valla. 

ADVERTENCIA  UNDÉCIMA

Todas las suertes de plaza pueden hacerse también en el campo, donde se ejecutan más fácilmente, porque allí los toros, como no están encerrados, no tienen tanta codicia por los objetos y embisten por lo regular con el sentido en la huida. Pero se procurará conocer sus mayores querencias, para no sortearlos contra ellas, porque sin duda han de quedarse sin rematar la suerte, y mayormente aquellos toros que antes fueron acosados, que llevan perdidas las piernas. 

ADVERTENCIA  DUODÉCIMA

Y últimamente prevengo, que las reses enmaromadas se llamen con el mayor cuidado, porque suelen no guardar proporción en el orden de embestir, ya porque van tirando y huyendo de la cuerda, y ya porque se la pisan. Y por estos motivos son muchos los que han sido cogidos, aun por reses sencillas y claras. 

CAPITULO  II

Es regla general en todos los toros cuando usan de la acción ofensiva, que parten precipitados a coger el objeto que se les presenta; y como que las armas que esgrimen las llevan en la cabeza, cuando quieren ofender la humillan, tirando una cabezada, la que repiten si se quedan con el objeto. Esto lo hacen todos, y lo harán siempre por ser cualidad natural de que no pueden prescindir; y véase ya cómo con este fundamento sólo se descubre la seguridad de las suertes; porque si el toro para ofender corre al objeto con precipitación, y le tira una cabezada para cogerlo, ¿qué cosa más natural y cierta para burlarlo que reducirlo al mismo objeto, y luego que llegue, quitárselo de delante? Este es el constitutivo esencial de la suerte, y principio elemental con que se forman todas las que se conocen.

Como el toro no tiene otra regla para ofender que la que queda expuesta, y experimenta que se le burla una y muchas veces, trata por ello de practicarla hasta donde alcanza su instinto, sin usar demás ardides o medios que los de embestir por el mismo orden, con más codicia por el objeto; y esto lo hace, o ciñéndose, o ganando terreno, o rematando en el bulto. Y como que de aquí no puede pasar su conocimiento, la misma experiencia qué h á hecho conocer aquellos arbitrios que eligen, les ha proporcionado a cada uno sus suertes seguras, como queda demostrado en sus respectivos lugares.

No obstante que los toros son de naturaleza fiera, comúnmente se asombran de los objetos, y temen el castigo; y de esto nace que usen de la acción defensiva, que consiste en hurtar el cuerpo a los objetos que se les aproxima, y en taparse, levantando la cabeza, para que no se les descubra el cerviguillo. Lo primero se ve en la suerte de banderillas, cuando al tiempo que el diestro va a meter los brazos, o los cita para la humillación, se salen de la suerte; y lo segundo, cuando al tiempo de ambos actos levantan la cabeza, y desarman las banderillas con derrote por alto. Y en la suerte de muerte se conoce esta acción defensiva en las ocasiones y circunstancias que quedan dichas en su lugar, donde remito al lector, para no molestarle con repeticiones.

En esta inteligencia podemos reducir todo el conocimiento del arte de torear a sólo dos puntos, que son: la acción ofensiva y defensiva de que usan los toros, cuyos actos distintos deben conocerse bien para proporcionarles sus suertes respectivas, en la inteligencia que es imposible que el toro coja al diestro como las aplique oportunamente.

CAPITULO  III

Modo de ofender y defenderse

Las cogidas consisten en faltar a las reglas del toreo, ya por ignorancia de ellas, ya por caer o resbalar, ya por adelantarse o atravesarse el diestro, ya por hacer la suerte atravesada, ya por ejecutarla encontrada, y ya por divertir a los toros con otros objetos que le hagan embestir con desproporción.

¿Qué cosa más clara que el que sea cogido quien, con ignorancia de las reglas del toreo, se pone a llamar? No hay arte alguno que se ejecute bien sin conocimiento de sus principios. Y, por tanto, he visto cogidos repetidas veces a hombres ignorantes, aun de reses las más sencillas y claras.

La cogida por caer o resbalar el diestro, ya se ve que es irremediable, porque se inhabilita de poder usar de las reglas de la suerte; y el que tenga esta desgracia deberá quedarse tendido si el toro se le queda encima; y aunque así no estará seguro que lo deje, con todo, es más natural que embista al objeto que se mueve que no al que está sin movimiento, y caso que vea que no obstante de estar sin él, el toro va a partirle, procurará entonces levantar las piernas y menearlas, para que se fije en ellas, dé la cornada sobre alto, rebrinque y salga sin engancharlo; y aunque no por esto hay seguridad de libertarse, basta que alguna vez sirva semejante ardid, para que siempre se elija y practique.

Cuando el diestro se adelanta o atrasa en la suerte, es por lo regular cogido o arrollado. Este defecto sucede de muchos modos, y así, hablaré de los más principales en particular.

En las suertes de capa se adelanta el diestro, cuando antes de llegar el toro a jurisdicción, saca el engaño e intenta retratar la suerte, cuya salida antes de tiempo es motivo para que el toro le dé un embroque en su remate natural; y en los recortes o galleos se adelanta el diestro cuando va formando el semicírculo muy adelantado al que describe el toro, de forma que, cuando debían llegar juntos al centro de los quiebros, se hallan separados a mucha o poca distancia, y entonces, como que el toro no ha sufrido el destronque, y queda en rectitud con el diestro, regularmente le acomete de firme, y éste no tiene otro arbitrio que escapar por pies, y si no será cogido.

El matador se adelanta en la suerte, si antes de la humillación, y que el toro ocupe el centro de ella, mete el brazo, de la espada; y entonces, además que solo lo pinchará en el principio del cerviguillo ron inmediación a los cuernos, al derrote del toro se quedará descubierto, y muchas veces embrocado de cuadrado sobre corto.

Por el contrario, se dice que el diestro se atrasa en la suerte de capa cuando estando ya el toro humillado y para rematar en el centro, tiene todavía parados los pies y no se pasa a ocupar el terreno de adentro para darle el remate. Y en los recortes, cuando sale tarde al cuarteo, de forma que cuando llegan a encontrarse en el centro de los quiebros, va el toro adelantando y no lo deja pasar. Y en ambos casos sólo por milagro escapará el diestro de una cogida.

Lo mismo sucederá cuando éste tiene igual atraso con las banderillas. Y así aconsejo que en los cuarteos se tenga especial cuidado en no salir nunca atrasado, sino siempre con alguna delantera, pues el que la lleva, puede en la carrera mejorar la suerte acortándola; pero cuando sale atrasado, o ha de quedarse con peligro, o si sigue, ha de meterse en la cabeza del toro.

Cuando la suerte decapa se hace atravesada, ya porque el toro lo está y no lo mejora el diestro, o ya porque éste se sitúa fuera de la rectitud del terreno que aquél ocupa, por muy claras que sean las reses, entran ceñidas, ganando terreno, y aun se cuelan al bulto; y cuando acaso se les haga la primera suerte (que siempre es arrollada), se quedan embrocadas para la segunda, en que he visto suceder muchas cogidas; y para evitarlas recuerdo el precepto inexcusable que ya dejo sentado, a saber: Que las suertes se tomen en la rectitud del toro, sin atravesarse en manera alguna con ellos. Cuando la salida que ha de tomar o toma el diestro es la natural del toro, se llama suerte encontrada. Una de ellas es las que se hacen contra las querencias naturales, y sucede muy de continuo cuando se citan y llaman de esta forma; que como parten con el sentido a la querencia que dejan, no rematan la suerte, sino que por el mismo centro se vuelven a buscarlas, y en este contraste suelen llevarse por delante al diestro.

También es suerte encontrada la que se hace a los toros cuando se le dan las tablas, y el diestro se sale a la plaza. Si aquéllos tienen querencia casual en ella, es suerte segura; pero si no, muy peligrosa; y en el primer caso se ejecutan más frecuentemente con la muleta en la muerte de los toros, que ya porque pierden las piernas, o se acobardan con el castigo, se aquerencian a las tablas, poniéndose de nalgas en ellas; y en este caso, aconsejo que los matadores no los citen a volapié cejado, sino que los enderecen con las mismas tablas, dándoles en ellas al pase regular, y luego el volapié, con la espalda a la plaza, enderezando primero el toro sobre dichas tablas, pues es constante que la querencia casual la prefiere el toro a las naturales, y nunca se sale a éstas como le dejen el terreno de aquéllas, al menos que no sientan castigo.

Cuando el diestro se cambia a la muerte saliéndose a la plaza, es también suerte encontrada. Esta se ejecuta cuándo el toro se está llamando al pase regular y no quiere acudir; pero ve el matador que humilla bien, y entonces se cambia y sitúa a la muerte, tirándose a volapié sobre el toro. Pero advierto que no se haga este cambio si no se le adviene al toro alguna querencia con las tablas, aunque esté desviado de ellas; pues si no la tiene, como que la salida suya es la que ocupa el matador, podía llevárselo por delante, aunque le dé una buena estocada.

Y últimamente, cuando el diestro está en suerte, y al tiempo de partir el toro menean otros objetos a que atiende, embiste con desproporción, y no es mucho que por este contraste dé una cogida. Y así, encargo muy particularmente que nunca se citen los toros por muchos, sino que lo dejen sólo con el que esté en suerte. 

Creo que he significado en el modo posible los fundamentos esenciales de la tauromaquia, demostrado las suertes y sus reglas y patentizado las causas y motivos que influyen para las cogidas, con lo que he hecho ver suficientemente el débil y fuerte del toreo, para poder así llenar el objeto de esta obrilla, y agradar a los muchos apasionados que hay a toros, instruir a los infinitos aficionados a ellos, e iluminara los toreros de profesión. Quiera Dios que consiga estas gracias, para que mi trabajo tenga el premio que busca.

NOTA. Una de las partes no menos esenciales de la tauromaquia es el sortear a caballo: de ellas se ha escrito mucho con respecto a los caballeros que rejonean; pero de los picadores, que usan la vara de detener, no creo se haya dicho cosa alguna. Yo tampoco podré hablar de esta materia con el fundamento que lo he hecho de la de mi profesión; pero porque no quede incompleta esta obra a Dios y a la buena ventura, me resuelvo a poner en pie algunos conocimientos que me ha suministrado la experiencia, que me lisonjeo serán bien admitidos de los picadores, y celebrado de los muchos aficionados a lancear a caballo, y los paso a significar en la segunda parte de esta obra, que es la que se sigue.

 

Fuente Documental: Junta de Castilla y León – Biblioteca Digital Castilla y León