- LEYENDA - CONDE DOS ARCOS - Hijo del IV Marqués de Marialva
EL CONDE DOS ARCOS
D. Manuel José de Noronha e Menezes – Conde dos Arcos. Lisboa 3 de junio de 1740 y muerto en Salvaterra de Magos en 1799.
«El Conde dos Arcos, entre los jinetes (cavaleiros), fue quien más lucía. Su traje, cortado al estilo de la corte de Luis XV, de terciopelo negro, resaltaba la elegancia del cuerpo. En la solapa de la capa y en el corpiño sobresalían los finos bordados, y en la corbata y puños. El conde no excedía la estatura ordinaria, pero estaba bien proporcionado y todos sus movimientos eran elegantes. El rostro era quizás demasiado pálido, pero animado con una gran expresión, y el brillo de las pupilas negras estaba tan vivo y a veces tan recuperado que se volvió, irresistible. Hijo del Marqués de Marialva, y discípulo querido de su padre, del mejor caballero de Portugal, y quizás de Europa, el jinete, la nobleza y la naturalidad su porte hizo que sus ojos se iluminaran. El y el corcel, como si ajustado en una sola pieza, crearon la imagen del centauro antiguo».
El ilustre abogado, historiador, periodista y escritor taurino don José dice Sánchez de Neira, en su Gran Diccionario Taurómaco, dice:
La historia taurina del vecino reino de Portugal menciona un hecho de gran importancia referente al valiente adalid de dicho nombre. En el pasado siglo XVIII , y poco después de la elevación al trono del Rey D. José I, (1750) celebráronse fiestas reales de toros en Salvatierra, tomando parte como caballero en plaza el referido, que tuvo la desgracia de sufrir una terrible cornada que le dejó tendido en tierra.
En la corte y altos magnates que presenciaban la fiesta vióse aumentar el espanto que tal suceso produjo, al mirar que el anciano padre del Conde, el Marqués de Marialva se arrojó de pronto al redondel, sacó la espada, y con el capotillo o ferreruelo en la mano izquierda, fuese al toro con gran resolución: enmudeció asombrada la concurrencia, cuyos gritos y lamentos habían sido atronadores, como si temiesen ver una segunda catástrofe; pero el denuedo del Marqués, auxiliado por la Providencia, consiguió dar a la fiera tan tremenda estocada, que a los pocos pasos, y cuando Marialva se arrodillaba a besar a su hijo exánime , caía aquella rodando para no levantarse más. Tomando pretexto de la desgraciada muerte del Conde dos Arcos, y por influencia del Marqués de Pombal, el Rey D. José I prohibió las corridas reales de toros.