LA TAUROMAQUIA EN MEXICO - IV -
Una buena parte de la tauromaquia del siglo XIX la llena con su nombre un lidiador español: Bernardo Gaviño, que aunque nunca tomó la alternativa, por méritos propios podemos considerar matador de toros. En cierta ocasión consulté este extremo con el gran historiador del toreo don Bruno del Amo, «Recortes» (q. e. p. d.), mostrándose partidario de considerar al viejo Gaviño como tal matador de alternativa.
Bernardo llegó a Méjico en 1835 procedente de Cuba —donde había toreado durante tres años—, presentándose en la capital de la República, y en su Real Plaza de San Pablo, el domingo 18 de abril del mismo año. Pasado un lustro, era ya popularísimo Gaviño; enseñó el toreo de a pie a los mejicanos.
En 1857 se verificó en la Plaza del Paseo Nuevo una corrida a su beneficio, en la que se lidiaron seis toros de Atenco. La fiesta, un tanto pintoresca, como correspondía a ese periodo, debió de ser muy variada, por cuanto figuraron en su programa el de jinetear potros y mulas cerreras, manganear, dos toros para coleadero y un último astado con bolas en los cuernos. Al final fue iluminada la Plaza y mostrados unos magníficos fuegos de artificio.
Esta Plaza de toros del Paseo Nuevo había sido inaugurada el 23 de noviembre de 1851. Era de madera y con una capacidad para diez mil personas. Ambos cosos; el de San Pablo y el del Paseo Nuevo, funcionaron a la vez durante algunos años.
En la imagen, el diestro Bernardo Gaviño
Las funciones de toros en aquellos tiempos, y aunque asistiera el Presidente de la República y el Cuerpo Diplomático, no dejaban su carácter mojiganguero, con intermedios de embolados, hombres fenómenos y mujeres toreras o, como sucedió alguna vez, competencia de las ganaderías de Atenco y de Cazadero, las más famosas entonces, dignamente rematado todo ello con fuegos de artificio. La parte seria —es un decir— estaba a cargo casi siempre de Bernardo Gaviño, que intervenía con frecuencia también en la parte bufa del espectáculo. Gaviño toreó siendo un anciano, hasta que un toro de Ayala le cogió en Texcoco, de cuyas heridas falleció en Méjico el 11 de febrero de 1886. Había nacido en Puerto Real (Cádiz) en 1813. La musa popular puso en coplas su vida y su muerte:
En la Plaza de Texcoco,
el último día de enero,
hirió a Bernardo Gaviño
un toro medio matrero. ...
El once del mes siguiente,
Bernardo por fin murió,
y su recuerdo dejó
como torero valiente.
El primer lidiador de relieve nacido en Méjico fue Ponciano Díaz. Ponciano nació en la hacienda de Atenco, estado de Méjico, el 19 de noviembre de 1858. Comenzó a torear en 1873 a las órdenes de los Gaviño. Levantada la prohibición de celebrar corridas que pesaba sobre la capital, volvió a ella, para estrenar, en 1886, la Plaza llamada de San Rafael. El 15 de enero de 1888 estrenó la Plaza de su propiedad, llamada de Bucareli, que era de mampostería y cabían 8.000 espectadores. Se cuenta que el día de su beneficio —26 de agosto del citado año— llenaron su Plaza más de 13.000 personas, y que, con las que no pudieron entrar en ella —de seis a siete mil—, fue colmada la otra Plaza que a la sazón había en la capital, llamada El Paseo. Ello demuestra la mucha afición que los mejicanos tuvieron siempre por los toros. Y viene a confirmarla la sátira que un ciudadano escribió aquel mismo año, titulada «Epístola a un amigo ausente». Dice así:
¡Felice tú, de México distante.!,
Feliz sin contemplar el bochornoso
solaz a que se entrega delirante.
Nadie tiene un momento de reposo
hasta que llega el suspirado día
de dirigir sus pasos hacia él coso.
Por aquellos años toreaba en Méjico Mazzantini y otros toreros españoles, y por entonces también vio la luz el primer periódico taurino mejicano: «El arte de la lidia».
En la imagen, el diestro Ponciano Díaz
Ponciano Díaz vino a España y se presentó en Madrid el 28 de julio de 1889, haciendo a caballo diferentes suertes del toreo mejicano. En la misma Plaza tomó la alternativa de manos de «Frascuelo», el 17 de octubre del año citado. Así, pues, Ponciano Díaz es el primer matador de toros de Méjico.
Fue Ponciano un lidiador ecléctico, pues practicaba las suertes del toreo ecuestre al uso de su país y toreaba a pie como los españoles. Pero en realidad, el primer matador de toros salido de Nueva España que practicó las suertes tal y como en España se usaba fue Vicente Segura. Por tanto, de los tres primeros y sobresalientes lidiadores mejicanos podemos decir que Gadea fue lidiador ecuestre; Ponciano, lidiador de transición, pues se hizo depositario del más tradicional toreo de su país, el ecuestre, y se amoldó al de los españoles. Por último, Vicente Segura y cuantos surgieron después ya sólo practicaron el toreo a la española.
Las principales ganaderías bravas mejicanas a finales del siglo XIX eran las de Tepeyahualco, Atenco, Santín, Piedras Negras, San Diego de los Padres, Cazadero y algunas otras (1).
En la imagen, el diestro Vicente Segura
En el año 1907 se escribieron dos efemérides notables: la inauguración en la capital de la primera Plaza de toros monumental (El Toreo) y la alternativa, de manos de Antonio Fuentes, del mejicano Vicente Segura, a quien el mismo Fuentes confirmaría en Madrid poco después.
En años posteriores surgieron los dos más grandes limadores que ha dado Méjico: Rodolfo Gaona y Fermín Espinosa, «Armillita».
El año 1936 quedaron rotas las relaciones taurinas entre Méjico y España. Ausentes los españoles de los cosos de allá, la prensa se empeñó en una campaña en la que se ponderaba cuanto los toreros hacían, estragando el gusto del público. Los matadores entonces en activo hubieron de seguir la corriente, practicando el falso toreo que el público admitía. En ese ambiente se incubaron las nuevas generaciones de toreros y aficionados mejicanos.
Recientemente volvieron a romperse las relaciones. Y el toreo en Méjico pasa por una gran crisis, porque la Fiesta en aquel bello país no puede sostenerse sin los elementos taurinos españoles. Como se ve, Méjico es, por desgracia, el pais más perjudicado.
Méjico, que taurinamente es el segundo país del mundo, posee unas 220 Plazas fijas, de las que más de cien son de mampostería, 90 de madera solamente o de mampostería y madera a la vez 19 ranchos del charro (placitas de mampostería), que tienen un lienzo para celebrar charreadas, y unas 500 Plazas improvisadas (2). Los cosos más importantes de Méjico, por su capacidad y construcción, son los siguientes: la México, en la capital federal, el coso más grande del mundo, con una capacidad para 50.000 espectadores, y el de El Toreo, cercano a la capital, con un aforo de 24.000, ampliable en casos de apuro a 26.000, segunda Plaza de toros del mundo en capacidad. Las más importantes en, los estados: Torreón (10.000), Irapuato (12.000), Acapulco (Plaza Caletilla, 14.000), Guadalajara (Plaza El Progreso, 15.000), Morelia (14.500), Monterrey (Plaza Monterrey, 11.500), Puebla (13.240), Orizaba (10.000), Ciudad Juárez (Plaza Alberto Balderas, 9.000) y Plaza Monumental (18.000).
Durante el año se celebran en el país que nos ocupa un mínimo de 230 corridas de toros, más de 700 novilladas con ganado de casta, en las que intervienen picadores unas veces y otras no, y unas 1.800 novilladas con ganado de media casta y criollos.
También en ganadería brava Méjico es el segundo país taurino, pues hemos contado 120 vacadas de casta (formadas con sementales españoles), 40 de media casta y 12 de criollos.
El clima de Méjico permite celebrar corridas durante todo el año. Se divide en dos partes la temporada en la capital: la de invierno y la de verano. En invierno, que hace una temperatura deliciosa y no llueve, es la temporada grande o de las corridas de toros (de octubre o noviembre a febrero o marzo); en verano, época de las lluvias, la temporada chica o de las novilladas, que se celebra de abril o mayo a septiembre u octubre.
Por: Don Francisco López Izquierdo
(1) Guía de América Taurina, por Luís de Tabique. Méjico, 1955.
(2) América Taurino, Leopoldo Vázquez, 1896.
En recuerdo, admiración y respeto a Don Francisco López Izquierdo -ver -
BDCYL - Semanario Gráfico de los Toros – El Ruedo – Madrid, 18 de febrero de 1960