LA TAUROMAQUIA FRANCESA - Por: Don Benito Madariaga
LA TAUROMAQUIA FRANCESA
Resulta curiosa la afición y el estudio que sobre los diversos aspectos de nuestro folklore y nuestra literatura realizan en la actualidad gran número de autores extranjeros. Parece como si los motivos españoles tuvieran una atracción especial para las gentes de afuera. Sin embargo, sorprende que este conocimiento e interés por el arte y costumbres españolas se haya hecho extensivo a un espectáculo típicamente español, como la fiesta taurina, cuyo contenido es tan especial.
Y así, en Francia hay en estos momentos un gran interés por todo aquello que se refiere a la lidia del toro bravo. En el programa de los turistas que visitan la Península figura como objetivo importante y obligado la asistencia a una corrida de toros.
En este país hay una extensa área geográfica muy aficionada a todo lo que se refiere a la Fiesta española. La nación vecina posee sus razas de lidia indígenas que han facilitado, en la región del Mediodía, la celebración de un espectáculo pleno de grandiosidad y belleza muy parecido al nuestro. La corrida con escarapela y la corrida tal y como se realiza en Las Landas es un espectáculo hermano del nuestro; al menos a ambos envuelve la misma poesía y el mismo arte.
Los habitantes del sur de Francia poseen también costumbres y gustos muy parecidos a los de la población española. No hay que olvidar tampoco la influencia de gran número de españoles que habitan en el mediodía francés y han dejado un fuerte impacto en los hábitos de aquella zona. "Millares de españoles -escribe Augusto Martínez Tomás-, que han invadido La Camarga, han acelerado la españolización costumbrista de esta tierra francesa y le dan carácter con su argot, sus cantos y sus modos de vida" (1).
Igualmente es numerosísima en este país la bibliografía sobre el toro de lidia y la Fiesta. Los periódicos franceses, que apenas se ocupan de los problemas españoles, dedican, sin embargo, gran extensión a las cuestiones y crónicas de toros. El actual Reglamento de espectáculos taurinos fue publicado en forma resumida por la prensa francesa, que le dedicó, en su día, amplios comentarios. Este hecho contrasta con la relativa escasez de bibliografía con que cuenta hoy nuestro país. La causa habría que buscarla en que el público gusta de ver el espectáculo, pero no siente tanto interés por leer las crónicas o narraciones, desprovistas siempre de las cargas emocionales que provoca la visión de la corrida. Algo parecido, aunque en menor escala, sucede con el fútbol; los libros sobre este deporte no tienen gran éxito entre el público (2).
En los momentos actuales hay en España, naturalmente, libros técnicos, ensayos, incluso novela y poesía sobre el tema taurino, pero no pasa de ser todo ello una representación exigua.
En una encuesta realizada hace tiempo por un semanario español entre algunos escritores contemporáneos, acerca de los motivos por los que no se escriben novelas taurinas, la mayoría de los encuestados alegó que se trataba de un tema difícil o aburrido (3).
El extranjero, por el contrario, se esfuerza cada día más por comprender la fiesta y las cargas de valor y poesía de este espectáculo que, según afirma Marie Mauron, tiene más de tragedia que de juego. Las gentes europeas o americanas no comprenden fácilmente el reto toro-torero, competición entre fuerza y arte, enmarcado en un círculo geométrico. Y precisamente por ello se sienten atraídos por esta lucha tan familiar a nuestra raza.
Los técnicos y escritores franceses dedican entonces su atención a cada uno de los tres componentes de la fiesta: toro, torero y público. Más de ocho tesis veterinarias francesas han sido publicadas acerca del toro, su explotación, heridas y muerte. Los trabajos de P. Matte, J. Laffitte, P. Maubon, etc., son, en este sentido, del mayor interés. Como estudios técnicos sobresalen los nombres de A. Lafront, C. Popelin, G. Lestie y otros.
En el ensayo y la novela son populares en Francia los libros de Henry de Montherlant, Jean Cau, Saint Paulien, Joseph Peyré, Jean Cocteau, etc.
Otro tanto sucede con el cinematógrafo, donde, hasta la fecha, no tenemos un film que haya interpretado acertadamente la emoción y tragedia que encierra el toreo.
¿Podemos decir, por tanto, que la fiesta se encuentra en decadencia? Indudablemente, no; aunque es fácil advertir que entre nosotros conservará tan sólo un grupo constante de aficionados. Es en el extranjero donde parece proyectarse nuestro espectáculo y adquirir un numeroso público simpatizante que admira todo lo que de arte, poesía y valor aprietan las dos horas del juego taurómaco (4).
En recuerdo, admiración y respeto a Don Benito Madariaga de la Campa - El Toro de Lidia - 1966
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(1) Citado por Alberto Insúa en el prólogo a la obra mencionada de Marie Mauron. Págs. 8-9.
(2) En realidad, lo que pasa, como en el fútbol, es que la gente, el público, "entiende" el espectáculo, pero no hay nunca excesivo número de "entendidos".
(3) Semanario Dígame. Madrid, 16 noviembre 1960.
(4) Se puede calcular que el 10 o 15 por 100 del público que llena las plazas es extranjero. Francia cuenta con una Asociación Veterinaria de Tauromaquia, y Londres y Nueva York poseen Clubs Taurinos con un número elevado de socios. Así, el de Londres tiene 5.000, sin contar unos 250.000 aficionados que, según Hitchcock existen en las Islas Británicas.