Ganadería: Don Teodoro Valle
Zona: Salamanca
Hierro:
Divisa:
Casta:
Historia:
Radica la ganadería de D. Teodoro Valle en el término municipal de Valencia de la Encomienda, provincia de Salamanca, y de ella, poco o nada bueno podemos decir por tratarse de un ganado basto, grandote y mansurrón, del tipo corriente en bueyes de carreta.
Es una vacada de tercereó cuarto orden y si la mencionamos aquí, es para que en este volumen no falte la nota que acredite nuestra imparcialidad al juzgar a los criadores de reses bravas.
La vacada o bueyada del Sr. D. Teodoro Valle, tiene un origen muy remoto, pues su fundación data de principios del siglo anterior.
Unas vacas mal vendidas por labradores faltos de recursos al marqués de Castrojanillos, vecino de Pajares y de los Oteros, fueron los elementos constitutivos de la ganadería en cuestión, cuyas primeras reses de lidia se presentaron al público en corridas de poco fuste organizadas para festejar triunfos de nuestras armas sobre las francesas en el período de invasión del territorio patrio.
Por esta circunstancia, comenzaron a ser conocidas las reses del marqués citado, y algunos pasajeros éxitos obtenidos con ellas, hicieron que la Real Junta de Hospitales decidiera presentarlas en Madrid, lo cual efectuó en 12 de septiembre de 1814, si bien esta vez constituyó la corrida un fracaso para la divisa.
Posteriormente y por fallecimiento del primitivo dueño, se hizo cargo de la piara D. Francisco Roperuelos, vecino de Benavente, el cual, si algo bueno tenían las reses, las desmejoró por un error crasísimo e inexplicable.
El Sr. Roperuelos, obsesionado por una idea falsa, se propuso que sus reses adquirieran corpulencia, sobre toda otra cualidad: y con perjuicio de la bravura que iban adquiriendo y desdeñando antiguas y reconocidas prácticas de selección y tienta, efectuó caprichosas operaciones que al fin le dieron el resultado que quería, o sea que el ganado adquiriese un tamaño descomunal.
De otro pecado hay que acusar al Sr. Roperuelos y fue el no haber aprovechado la feliz circunstancia de hallarse lindando su dehesa con la de la torada de los Duques de Osuna y Veragua, por lo cual, y sin que nadie pudiera haberlo evitado, debió procurarse un cruce clandestino y ventajosísimo con solo llevar vacas de las de mejor historial a cualquier determinado lugar de su dehesa, próximo a la linde de ambas. Y aunque esto no hubiera sido muy moral, que digamos, como recurso no se negará que lo era y bueno.
Pero nada de esto ocurrió, y hasta el año 1845 en que falleció el Sr. Roperuelos, la ganadería fue decayendo de un modo lamentable, encontrándose su heredero y sucesor D. Fernando Gutiérrez con una piara de ganado inservible para la lidia.
Sin embargo, el Sr. Gutiérrez hizo grandes esfuerzos y costosos sacrificios con objeto de que la ganadería se rehiciese y lograse descollar, pero como en la casta jamás residió la bravura bien definida, consiguió bien poca cosa, y las reses siguieron teniendo poca aceptación en las plazas.
Claro está que algunos contados ejemplares, se significaron en la lidia y animaron a su dueño a proseguir con tenacidad plausible sus arduos propósitos, pero estos triunfos fueron efímeros y jamás acabó de infundirse la nobleza y bravura en tan mixtificada casta.
D. Fernando Gutiérrez adoptó un hierro con sus iniciales y la divisa color azul turquí. Además, distinguía a sus reses con hoja de higuera en la oreja derecha y zarcillo en la izquierda, pero a pesar de todas estas señales, si en algo descolló el ganado fue en cobardía.
La ganadería fue vendida en dos partes iguales a otros tantos compradores, uno D. Teodoro Valle y otro D. Galo Aizcorbe, y por último vendió este señor al primero sus reses, quedando desde entonces D. Teodoro único dueño de la vacada.
El hierro que adoptó y usa, es la inicial de su apellido, y la divisa es celeste y encarnada.
Hasta ahora y no obstante los buenos deseos que creemos animarán a don Teodoro Valle, sus reses continúan siendo protestadas en las pocas plazas donde se lidian.
Respecto a toros de esta casta que hayan adquirido celebridad, podemos citar a Girón, que la obtuvo por una causa bien triste, y fue que, en la plaza de Valencia en 5 de junio de 1870, cogió al espada Agustín Perera produciéndole una herida que le ocasionó la muerte a los cinco días. Este toro fue muerto a balazos en los corrales, por la Guardia civil.
Los pelos más comunes son el negro y el retinto, habiéndose observado que los de esta última pinta son más lidiables que los otros.
Notas históricas:
Fuente documental:
Biblioteca Digital de Castilla y León - Biblioteca Digital Taurina
https://bibliotecadigital.jcyl.es/
Obra: Toros de Lidia por don Samuel Tena Lacen Madrid - 1907