ESTAMPAS DE OTROS TIEMPOS
¡AQUEL IR “A LOS TOROS”, EN AQUELLA PLAZA DE MADRID!
Por: Don Ista
Ante esta curiosísima instantánea fotográfica, original e interesante, en la que se captó, con toda su espontaneidad el auténtico pintoresquismo de un ir "a los toros'" de aquel entonces —año 1897— en aquella Plaza de Madrid, por sagaz y entusiasta aficionado, persona muy allegada al que estas líneas traza, y al que hizo, por casual circunstancia, entrega de esa foto, sacada del viejo cliché de cámara de particular (esto es, no de reportero o profesional buscador y captador del momento que por rebuscado siempre, o casi siempre, no suele resultar todo lo espontáneo y natural que debiera: por el afán de "tomar" lo que se premeditaría como mejor), entresacado dicho cliché de colección innúmera de muy diverso motivo de recuerdos (perennemente revividos por el hoy corrientísimo milagro de la fotografía) de instantes vividos y personalmente retenidos por la eficacísima prueba gráfica -sagaz y entusiasta aficionado- de todas las facetas artísticas enamorado y, ¡cómo no había de serlo de "los toros", del impar espectáculo taurino, nuestra fiesta nacional!, el aficionado éste, autor de la instantánea que motiva estas líneas, Migue Gómez Cano, al que es justo mencionar por tratarse de persona que es todo un símbolo por lo elevado y cultivado de su espíritu (prueba irrefutable, su prestigio y personalidad de sano y profundo sociólogo), que vivió y practicó, a lo largo de su existencia, por "puro sentir", muchas artes: de la pintura a la escultura, fotografía, literatura, y admiró naturalmente, el espectáculo “fiesta de toros”, como compendio, quizá de "todas esas artes", puesto que a través de su prisma tanto motivo de inspiración ha dado -da y dará- aquélla, nuestra fiesta, para los artistas..,
Ante el hallazgo casual, mi solicitud de entrega, y propósito de difundir la prueba fotográfica como valioso y curioso documental de recuerdo para el aficionado de aquel tiempo -que no son pocos- (y de anteriores tiempos que superviva) e incluso para los que aún alcanzamos -que somos muchos- "ver y v i v i r " un buen período, hasta su postrimería, del ambiente de ésta Plaza de toros de Madrid..., que inaugurada de 4 de septiembre de 1874 cerráronse sus puertas definitivamente en 14 de octubre de1934, y tras ellas, ¡a toda una época del toreo a lo largo y ancho de sesenta años de existencia!
Posad vuestros ojos sobre la instantánea en referencia y detened el intuito para observar con detenimiento el pintoresquismo y sabor del momento..., que para algunos servirá de evocación godible, para otros de solaz curiosidad, y para los más de satisfactorio rememorar, y para el resto -el aficionado de hoy-, de contraste notabilísimo.
Mirad: la fachada principal de la Plaza de Toros, de puro estilo mudéjar, sobria y sencilla en su prestancia y armonía, de un conjunto sin tonalidades ni detalles llamativos, ni de contrastes; por eso hacíase amable y simpática, acogedora, en fin, por su aspecto exterior, y más aún por el ambiente de su interior, sin monumentales dimensiones: ni descomunales distancias...
Plaza con su avenida trazada por y para ella, ¡Avenida de la Plaza de Toros! Confín de la avenida, acceso a la Plaza; la amplia avenida verbeneante, y la Plaza, radiante. Llegada de gentes que invaden sus alrededores en basuca inconfundible del público de toros... Vienen unos a pie, otros en tranvía (de mulas), coches-simón, ómnibus... Estos son, precisamente, los que dan más tipismo a este ir —o venir— a los toros, con sus tiros cascabeleros, chirriantes ruedas, carrocería de colorido chillón y rótulos llamativos, con sus gentes hasta en el techo —habilitado debidamente—, requeridas al grito de "¡Eh, a los toros...! ¡Plaza, eh¡, llegadas a la Plaza con sobrado tiempo para, antes de que dé comienzo la corrida, otear el ambiente, pasear por el ruedo, visitar el patio de caballos, oír la música, ver a los toreros y aún cambiar alguna frase con ellos..., o asomarse desde cualquier hueco de la fachada de la Plaza —sobre todo, aquél del interior, que daba al acceso de la puerta grande—, y observar a través del siluetado del marco magnífico de la gran puerta, toda la avenida, cual cuadro vivo, que enmarcaba espectáculo maravilloso y curioso del desfile, tanto en él venir como en el salir de las gentes, en esta Plaza de Toros que, en verdad, aunque sólo fuere por eso, fue única e hízose inolvidable para quienes conociéronla mucho o poco....
Continuad observando la foto y veréis, apreciaréis detalles curiosos y hasta graciosos: él descender del carricoche de los que vienen en la baca, su vestimenta con el clásico bombín de la época...; el golfillo qué, con el alivio de su baratija golosina, rechupándola, mira con envidia a los "señoritos"' que llegan y verán los toros... Más allá, el vendedor ambulante de los cacahuetes, en su carromato de construcción Ingeniosa y simbólica —cual gigantesco juguete— que es horno y almacén a la vez: forma de locomotora, con su vagón... Y, para que no falté nada, hasta el detalle de los montonesde grava —¡el consabido y eterno obstáculo para el tránsito!—. Los árboles, el farol, con su pacífico ciudadano apoyado, y al pie seras o sacos que contienen, para su venta, avellanas, naranjas, etc., étc. Y más allá, grupos de gentes: curiosas unas, otras que comentan entre sí, revendedores de localidades, otras que acuden en calidad de meros espectadores a presenciar el desfilar del público de toros y ni que decir tiene, a los toreros...., porque son tiempos en que todo ello, de por sí, constituye un espectáculo asaz interesante...
Hoy, ¡qué tiempos tan distintos !
Observad y meditad. Comparad y deducid, quienes vieron y vivieron los tiempos —más o menos lejanos— de ¡aquel ir "a los toros" en aquella Plaza de Madrid!...
Fuente Documental: Junta de Castilla y León - Biblioteca Digital de Castilla y León. Artículo publicado en El Ruedo (Suplemento taurino de Marca) Madrid, 08 de noviembre de 1944.