-- TIENTA POR ACOSO --
TIENTA POR ACOSO
En un terreno apropósito para el efecto y lo más llano que sea posible, se disponen los cabestros y los erales o utreros que hayan de ser objeto de la prueba.
Para llevar ésta a cabo se dispone el número de parejas de jinetes que so juzgue conveniente y el picador que haya de tentar.
Los jinetes van provistos de las correspondientes varas de detener.
Una vez prevenidos los que han de acosar, una pareja o collera, como se llama en Andalucía, se dirige al punto en que se encuentra el ganado y saca a uno de los bichos.
El becerro al verse acosado y separado de los demás, se espanta y emprende una carrera larga. La collera le persigue hasta que logra darle alcance en el momento en que la res va perdiendo algo de su vertiginosa marcha.
En este momento, el jinete de la derecha monta la garrocha, que habrá llevado descansando, en la sangría del brazo izquierdo, y apoyándose sobre los estribos é inclinando el cuerpo hacia adelante y a la derecha, dirige la punta del palo sobre las palomillas o cuarto trasero del animal, y sin gran esfuerzo, le hace caer con precipitación.
El jinete que marcha al lado opuesto va sirviendo de amparo al compañero y cortando a la vez el escape del torete.
Por lo general, el becerro al levantarse emprende de nuevo otra huida, en cuyo caso le sigue la collera. Cambiando de puesto los jinetes, pasando a derribar el que amparaba y a servir de amparo el que antes había derribado, operación que suele repetirse algunas veces, hasta que, apurado el becerro de facultades, se detiene y desafía.
El tentador, que estará prevenido, irá poco a poco acercándose a él, y si es bravo se arranca desde luego y aguanta uno, dos o más puyazos, según su calidad y resistencia.
Si los toma con coraje y recargando sin dolerse, el que dirige la tienta dice en voz alta: «¡toro!» y los jinetes abandonan el bicho que, o bien vuelve al rodeo o punto de partida, o toma otra dirección, que generalmente es alguna antigua querencia, sin que por el momento nadie le moleste.
Pero si el becerro se duele al castigo del tentador o vuelve la cara para huir, en este caso la palabra «¡buey!» indica desde luego que terminada la tienta, se procederá a la castración.
En Andalucía, en cuanto se desecha un becerro, los aficionados que acuden a las tientas se lanzan hacia él con objeto de torearlo hasta que se queda sin fuerzas, no sin antes propinar sendos porrazos y no menos sustos; estas capeas, en que cada cual practica la suerte a que tiene más afición, proporcionan con su desorden una de las notas más brillantes y alegres del tentadero.
En el acoso, cada becerro da un juego diferente, mostrando, como es natural, diversas condiciones. A unos cuesta trabajo hacerles salir del rodeo por revolverse, amparándose de los cabestros, en tanto que otros se lanzan a la carrera desde el primer instante. Los hay que se revuelven al verse perseguidos de cerca, y otros derrotan contra los jinetes desmontados en cuanto tratan de levantarse, ocasionando a veces sensibles desgracias, cómoda ocurrida al picador Juan Román Caro en 1888 en la dehesa del marqués del Saltillo, cuyo picador fue muerto por un toro al que mató luego Guerrita dé una magnífica estocada recibiendo.
De la manera que tienen de revolverse y acometer, y según el número de veces que llegan al tentador, se deduce luego la clasificación de toro de primera, segunda, tercera, etcétera, con que aparecen consignados en los registros de la ganadería, llevándose además para cada uno de ellos, nota circunstanciada de todas cuantas vicisitudes le puedan ocurrir hasta su venta.
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En recuerdo, admiración y respeto a D. Leopoldo Vázquez y Rodríguez, Luís Gandullo y D. Leopoldo López de Saá - La Tauromaquia - 1895