- CONDICIONES DEL TORO DE LIDIA - Por: Don Antonio Fernández de Heredia
CONDICIONES DEL TORO DE LIDIA
Los requisitos que ha de reunir el toro destinado para las corridas, son:
Que proceda de buena casta, se halle sano y bien criado, que se encuentre entre los cinco y siete años, y que en modo alguno haya sido toreado.
Si las corridas de toros han de ser un pasatiempo agradable y los diestros han de poder lidiar sin riesgo, es indispensable que las personas encargadas de dar su Vº Bº a las reses dispuestas para la lidia, se cercioren bien si son éstas a propósito, porque a nadie se oculta que un toro añejado o joven y endeble para la faena que se le destina, con defectos físicos ó toreado ya, no reúne las condiciones precisas, pues por estar pasados, aquéllos se hacen reservones, y los otros, por falta de facultades o porque saben ya más de lo que conviene, los últimos buscan la manera de defenderse, perdiendo la nobleza que precisa la res para facilitar el éxito de las suertes. El toro de lidia ha de tener bravura, si que también nobleza y pujanza para no acobardarse; siendo cobarde no distrae, reduce a la nulidad los lances; el arte de lidiar toros es impracticable, y, por tanto, se desluce el diestro, que suele ser cogido con más presteza, que por el toro vigoroso hasta sus últimos momentos, el cual acude siempre al engaño sin buscar la defensa a que tiene que apelar el novillo por no hallarse en la plenitud de sus facultades, y, una vez acobardado, bien sea por falta de sangre, o aun teniéndola y de buena clase, su debilidad oblígale a entregarse.
«El toro a los cinco y el torero a los veinticinco» es un dicho antiguo y muy verdadero.
Con menos edad son inciertos, y más viejos tienen intención maliciosa; desprecian los engaños y cornean perfectamente, por lo que, al apoderarse del bulto, sacian en él su cólera y no sueltan con la premura que lo hace el toro noble en la plenitud de sus facultades. Generalmente causan disgusto en los espectadores, aprendiendo durante su permanencia en el ruedo á distinguir al diestro, y a él acuden sobre seguro y despreciando el engaño.
La casta ha de ser acreditada, pues hay más probabilidades de que resulten bravas las reses que dieron buena tienta y además sus padres y hermanos lo fueron, que no aquellas que se desconoce, o poco menos, su ascendencia; piaras de ganado que sus dueños no las traen con todo el esmero que requiere la crianza del toro de lidia, ni en ellas se practica la faena de tienta, y, por tanto, desconocen aquéllos lo que tienen.
La sanidad del cornúpeto es otra de las circunstancias que han de concurrir en el que se destina a la lidia. Claro que me refiero a los defectos físicos que están á la vista y no a las enfermedades que la res vacuna, como ser viviente, puede padecer y pasan desapercibidas para el hombre, una vez que no le es factible tomar el pulso a aquélla para ver si lo tiene alterado. Dase el caso, alguna vez, de que el toro de más confianza de una corrida, por el que el dueño se jugaría tranquilamente el importe de la misma —teniendo en cuenta el historial brillante de la res—, ésta no responde en la quimera, por el contrario, parece mansa, y si bien de ello a nadie puédesele hacer responsable, mucho podían evitar estos casos los Subdelegados de veterinaria, si al reconocer el ganado dispuesto para la corrida, rechazaran, no sólo aquellos que ostentan defectos físicos, si que también los «magantos» (pues el toro macilento, convaleciente, y, en general, los que tienen triste la mirada, sin el brío con que dirige la vista el toro que está sano, lógico es que no tenga ganas de pelear.
Los defectos en la vista, precisamente, perjudican para la lidia tanto o más que los que tienen las reses en los remos; aquéllos porque no viendo bien el engaño no pueden seguirle, siendo difíciles de lidiar, y éstos porque no pudiendo apoyar bien, esperan alargando el pescuezo y se procuran toda clase de alivios. Difícil, casi casual, es el darse cuenta así, al pronto, y sin que vayan persiguiendo a un objeto, aquellas reses que son burriciegas; pero los Subdelegados, que por costumbre suelen estar más de una hora ellos solitos en los corrales, podían, si en ello tuvieran interés, observarlo; medios hay para conocerlo sin necesidad de soliviantar a la res Los tuertos, aunque no implica lo sean para determinadas suertes, son perjudiciales para otras, por cuya causa ni aun en las novilladas debería estar permitida su lidia; como igualmente y con mayor razón todavía deben ser rechazados los novillos que fueron toreados en la tienta y que alguna vez suelen correrse por los desgraciados principiantes.
En recuerdo, admiración y respeto a Don Antonio Fernández de Heredia - Doctrinal Taurómaco de "Hache" - 1904