LA LIDIA Y SUS TERCIOS
LA LIDIA Y SUS TERCIOS
La lidia de un toro a caballo está estructurada, de forma similar a la lidia de un toro a pie, en tres partes o tercios:
- el primer tercio o tercio de salida, que es equivalente al tercio de varas
- el segundo tercio o de banderillas, que constituye la parte fundamental de la actuación del rejoneador
- el tercio final, en el que se da muerte al toro.
Primer tercio o de rejones de castigo
Es el tercio menos vistoso, pero tiene gran trascendencia, ya que, de lo que se haga en él dependerá, en gran medida, el resto de la lidia. Su finalidad principal es la de parar al toro y fijar su embestida en el caballo, además de restarle algo de fuerza mediante los rejones de castigo.
Dado que los toros suelen salir con muchos pies, es decir, con mucha fuerza y velocidad, lo primero que se hace es pararlos, es decir, reducir su velocidad y uniformarla, atemperarla para, a continuación, colocarles los rejones de castigo de la forma más airosa y artística posible.
A los toros se les para obligándoles a que persiga al caballo. Se pueden parar de dos formas: sin doblarse mucho, es decir, dejando que corran en grandes círculos alrededor del ruedo o bien, en corto, en círculos cada vez más pequeños. En ambos casos, los giros deben hacerse hacia la izquierda y el toro debe quedar parado en los medios.
Lo normal es que el rejoneador espere la salida del toro junto a la barrera y en el extremo opuesto a chiqueros y que la res, antes de fijarse en el jinete y la cabalgadura, deambule por el ruedo, aunque, a veces, el rejoneador lo espera situándose junto a la puerta de chiqueros, es decir, a porta gayola. El primero en recibir a los toros a porta gayola fue el portugués Fernando de Oliveira, a finales del siglo XIX, aunque quien la popularizó fue su compatriota Simao da Veiga que ponía la grupa del caballo justo en la misma puerta de toriles, llevando al toro hasta los medios. También la realizaba Antonio Cañero quien, cuando salía el toro, lo citaba y lo llevaba hasta el centro del ruedo y allí clavaba el rejón.
Hay una versión española o vaquera de la suerte a porta gayola, en la que el rejoneador lleva la garrocha y corre al toro con ella. El primero que lo hizo fue José “El Algabeño” con su caballo “Calonge” a finales de la década de 1920. Posteriormente, la popularizó Javier Buendía y, en la actualidad, la practica con asiduidad Álvaro Montes. Ángel y Rafael Peralta también la realizaron en alguna ocasión, con la particularidad de utilizar la garrocha al violín, es decir, llevando la garrocha con la mano derecha, pero cruzada sobre el cuello del caballo para citar al toro por el lado izquierdo.
En este primer momento de la lidia es cuando el rejoneador debe averiguar las características del toro para elegir los terrenos y la forma de ejecutar las suertes más adecuadas. Lo fundamental que hay que observar es: si el toro espera o se arranca cuando tiene cerca al caballo; si se pone por delante, es decir, si "se cruza" o "corta" el terreno y si lo hace por un lado o por los dos; si se para; si tiene alguna querencia y, entonces, intentar reducirla o aprovecharla para poner al toro en el sitio más adecuado para hacer la suerte; si "cabecea" cuando le clavan, si embiste a la "defensiva" o si muestra son y nobleza. El toro bueno siempre va "derecho", con "fijeza", acude cuando le llaman, embiste con la cara baja, no se va a tablas, ni se duele cuando lo hieren.
Tras parar y fijar al toro e intentar suavizar su embestida, el rejoneador clava entre uno y tres rejones de castigo6 para disminuir su poder, como en la suerte de varas de la lidia a pie, aunque menos traumáticos.
Al clavar el rejón, se despliega una banderola, con la que se puede torear al toro, obligarle a humillar para que, de esta manera, se desplace más lenta y - rítmicamente, más atemperadamente. Gracias a la libertad que tiene el rejoneador de poner el número de rejones que considere oportuno, puede amoldar la fuerza del toro a su toreo (1).
La forma más frecuente de colocar los rejones de castigo es al cuarteo. Aunque las suertes se deben ejecutar con limpieza y perfección y los rejones se deben clavar en lo alto, la velocidad y el poder del toro no permite, en muchos casos, demasiado ajuste en el embroque y la colocación del rejón.
A veces, incluso, el rejoneador tiene que clavar por sorpresa y a la media vuelta o pasar en falso (2).
(1) La existencia de diversos reglamentos taurinos autonómicos ha introducido, en relación con el número de rejones de castigo, cierta heterogeneidad ya que hay Comunidades donde se limita a un máximo de dos y otras a tres.
(2) En Portugal el primer tercio se hace con las farpas o rejones de arpón. Con este rejón no se le castiga tanto al toro, por lo que el animal se queda más crudo. Además, por su fragilidad y poco peso, es más fácil hacer puntería, y posibilita ponerlo más ortodoxamente, lo que es más difícil de hacer con el rejón de castigo por el peso.
Tradicionalmente, algunos rejoneadores han planteado este tercio como si no interesara y han colocado los rejones de castigo deprisa, como para salir del paso. Sin embargo, hoy día más rejoneadores tienden a torear de salida, clavando un solo rejón para después torear con la banderola o el sombrero, lo que supone plantear el primer tercio no como un mero trámite, ni tampoco con única finalidad de infligir un castigo severo a los astados.
Los hierros pueden parar los pies del toro, pero no hacerle embestir y al toro hay que dejarlo con una embestida templada, alegre, con fuerza y emoción para el tercio de banderillas y el rejón de muerte. A veces, como consecuencia de los rejones de castigo, los toros quedan malheridos y se paran, lo que muchos achacan equivocadamente a la falta de casta.
Cuando se lidia a dúo, de acuerdo con los reglamentos taurinos en vigor, sólo uno de los rejoneadores va armado, mientras que el otro debe ir provisto sólo con el palo del rejón y la banderola.
Segundo tercio o de banderillas
Es el tercio más importante y el de mayor lucimiento de los tres. Constituye la verdadera faena del rejoneador, en la que, además de banderillear al toro, más se prodigan los adornos y los alardes de doma.
Colocar banderillas es más difícil ya que su tamaño es menor que el de los rejones de castigo y, por lo tanto, hay que llegar más cerca del toro. Además, en este tercio es "casi preceptivo" clavar muy reunido.
Las banderillas deben llevarse a la altura del ala del sombrero y clavarse con verticalidad.
Respecto al número de banderillas a colocar, el Reglamento Nacional de Espectáculos Taurinos señala que no podrán clavarse más de tres farpas o pares de banderillas, mientras que el que rige en Andalucía eleva este número a cuatro pares.
La primera vez que reglamentariamente se fija esta norma es en el Reglamento Taurino de 1930, manteniéndose esta redacción en todos los reglamentos posteriores. Se trata de una normativa confusa al menos por dos razones:
1º.- Se habla de colocar 3 o 4 pares de banderillas, como si se colocaran por pares como en el toreo a pie, cuando lo habitual es clavarlas de una en una.
2º.- Se equiparan las banderillas con las farpas, cuando éstas son hierros que se utilizan en las corridas a la portuguesa durante el primer tercio. Son, por tanto, equivalentes a los rejones de castigo y no a las banderillas, que también se colocan en el país vecino.
Curiosamente, todos los reglamentos de los países americanos copian literalmente estos preceptos, excepto el de México que señala que "cada rejoneador podrá clavar hasta en tres ocasiones banderillas, pudiendo usar en la suerte un par, una banderilla sola o una farpa".
Normalmente, los rejoneadores colocan más banderillas de las preceptivas para lo que solicitan el correspondiente permiso al Presidente del festejo, que habitualmente accede a la petición.
Durante el tercio de banderillas, los adornos previos y los remates de las suertes alcanzan las cotas más altas. Entre los adornos destacan:
- el dar vueltas con las banderillas en la mano,
- la corveta
- la levada
- el jambette, etc.
El tercio de banderillas se hace normalmente con dos o tres caballos. El último caballo también se suele usar para clavar el rejón de muerte.
La suerte de banderillas a caballo es muy variada: se puede banderillear de frente, al cuarteo, al sesgo, al quiebro, yendo al pitón contrario o al violín, a una o a dos manos, y colocar banderillas normales, cortas o las rosas. Una de las variantes para clavar las banderillas cortas o las rosas es el caracoleo.
Par de banderillas a dos manos
Es un par muy vistoso y vibrante y de difícil ejecución ya que requiere una gran coordinación entre caballo y rejoneador, porque el caballo no se dirige con las manos, sino que el jinete sujeta las riendas a su cintura y maneja la cabalgadura con las piernas y el cuerpo, llevando una banderilla en cada mano.
Se puede clavar el par a dos manos reuniendo las banderillas en el mismo momento de clavar o antes de que el rejoneador llegue a la jurisdicción del toro.
Las primeras referencias que existen de esta suerte se remontan a 1790. Hay datos de que el 18 de octubre de ese año la realizó en Madrid el matador de toros Francisco Herrera. El cartel anunciador del festejo, en el que se lidiaron 18 toros, decía entre otras cosas que: "para darle más variedad al espectáculo, en el último toro pondrá a caballo banderillas de fuego Francisco Herrera."· La suerte debió ser del agrado de los espectadores puesto que se repitió posteriormente en varias ocasiones.
En México, a lo largo del siglo XIX, el par de banderillas a dos manos fue la suerte de más aceptación entre el público. Posteriormente, en 1923, el cavaleiro portugués Joao Branco Nuncio colocó un par a dos manos en la plaza de Lisboa, siendo el primer rejoneador de la era moderna que lo hizo, quedando desde entonces incorporado al elenco de las suertes del rejoneo.
Suerte al violín
En la modalidad al violín, las banderillas se clavan con la mano derecha, pero por el lado izquierdo: el jinete va hacia al toro y en el momento del embroque, que se produce por el pitón izquierdo del animal levanta el brazo derecho por encima del hombro izquierdo y clava la banderilla. Aunque se puede realizar de diversas formas, tiene más mérito si se hace de frente. Esta espectacular suerte fue creada por Bernardino Landete como un recurso para poner banderillas a los toros con dificultades por el pitón derecho y la puso de moda Ginés Cartagena en la década de los ochenta.
Una variedad de la suerte al violín es “la santina”. Se realiza poniendo una banderilla corta por el pitón izquierdo como al violín, con la diferencia de que, en esta suerte, el rejoneador se acuesta sobre el anca de su caballo, colocando la banderilla por la espalda. La inventó el mexicano Gastón Santos para colocar banderillas, aunque algún rejoneador hispanoamericano la ha utilizado para clavar rejones de castigo.
Banderillas cortas
Debido a la menor longitud que tiene el palo, resulta más difícil clavarlas, ya que obliga a acercarse mucho más al toro. Por ello, la suerte se suele ejecutar casi siempre a la media vuelta, ya que es el mejor procedimiento para llegar al enemigo con menor riesgo, aunque lo más ortodoxo y arriesgado es, lógicamente, ponerlas de frente y despacio. Esta suerte se prodiga mucho, sobre todo en los dúos, poniendo cada rejoneador sucesivamente y de forma sincronizada una banderilla.
También, en algunas ocasiones, se colocan pares de banderillas cortas a dos manos, lo que entraña un gran riesgo y dificultad. El clavar banderillas cortas tiene la consideración de complemento, de adorno a la faena, por lo que se suelen colocar al final del tercio de banderillas.
El cavaleiro portugués José Bento fue el primero en poner banderillas cortas, a principios del siglo XX. A éste le siguieron Simao da Veiga y Álvaro Domecq Díez y, posteriormente, todos los demás.
Suerte del caracoleo o de la rosa
Al igual que las banderillas cortas, el clavar rosas es un adorno y pueden colocarse como los rejones o las banderillas, aunque lo normal es colocar dos o tres seguidas, girando sucesivamente el rejoneador alrededor del toro, en lo que se ha dado en denominar suerte del caracoleo. Para hacer esta suerte el rejoneador tiene que, tener una cintura muy elástica, ya que tiene que echarse literalmente encima del toro para poderlas colocar. Fue creada por Ángel Peralta en un intento de buscar mayor variedad.
El último tercio
El último tercio o tercio de muerte se corresponde con la "suerte suprema" del toreo a pie. Aunque no posee la vistosidad de los otros tercios, es fundamental que se realice de forma eficaz y rápida para conseguir trofeos.
Cuando el Presidente ordena el cambio de tercio, el rejoneador toma el rejón de muerte para realizar la suerte de matar, lo que resulta muy difícil ya que se trata de acertar en un blanco semimóvil desde la movilidad del caballo. Debido a ello, con bastante frecuencia el rejón cae defectuoso o se pincha. Esta dificultad explica la posibilidad que tiene el rejoneador de matar al toro a pie o la presencia de un espada "sobresaliente", que interviene para estoquear o descabellar al toro cuando el jinete no lo consigue desde el caballo y no lo hace a pie. Muchos rejoneadores no son partidarios de la presencia de los espadas "sobresalientes" y defienden la completa profesionalidad de los rejoneadores con todas sus consecuencias.
Lo más correcto es clavar arriba, en las agujas del toro, aunque no siempre se consigue. La suerte de matar a caballo tiene grandes problemas y si se acierta con una muerte rápida, se debe ser algo benevolente. Los rejones bajos son los más eficaces para matar fulminantemente. También los traseros y contrarios son muy efectivos.
El rejón de muerte se suele clavar de frente o a la media vuelta, y sobre todo, entrando por adentro, es decir, entre la barrera y el toro ya que, a la hora de matar, el rejoneador encuentra más dificultades pues los toros, en sus últimas arrancadas, no suelen obedecer, ni tienen impulso para ayudar a que se introduzca el rejón. Además, tienden a echar la cara arriba y se tapan, lo que dificulta el momento de clavar.
El rejón debe cogerse vertical y clavarse, levantando mucho el brazo, de arriba abajo. Si se clava en diagonal no suele herir.
Cuando el rejoneador percibe que el toro está herido de muerte suele descabalgar. A veces, cuando el toro está prácticamente muerto, cambia de cabalgadura y saca otro caballo que realice ejercicios espectaculares que le ayuden a conseguir trofeos. Estas acciones al margen del rejoneo, deberían censurarse por el público en lugar de aplaudirlas, ya que convierten el rejoneo en un espectáculo circense.
En ocasiones, el rejoneador descuerda al toro, que queda caído e inmovilizado. A pesar de que la situación puede resultar desagradable, el descordar un toro con el rejón no es consecuencia de una acción incorrecta, sino de un rejón puesto en todo lo alto que, por seccionar la médula espinal, inmoviliza las patas, cayendo el toro que debe ser apuntillado. Esta clase de muerte no debe desmerecer la faena que haya realizado el rejoneador.
Aunque esta suerte se hace habitualmente con rejón, alguna vez, se realiza con la espada. Esto entraña una gran dificultad ya que desde el caballo el rejón se clava de arriba a abajo y para estoquear debe hacerse de delante hacia atrás. Han estoqueado a caballo, entre otros, Joao Branco Nuncio, Antonio Cañero, Álvaro Domecq y Díez, y Álvaro Domecq Romero; y en la actualidad Pablo Hermoso de Mendoza.
Desde 1962, los sucesivos. reglamentos de espectáculos taurinos de ámbito nacional obligan al rejoneador a poner al menos dos rejones de muerte antes de poder echar pie a tierra para estoquear o descabellar al toro. Se trata de una disposición que ha sido polémica desde su inicio y de la que discrepan la mayoría de los rejoneadores, ya que, a veces, después de clavar el primer rejón, el toro se acula en tablas o queda casi muerto, resultando imposible ponerle otro rejón. Parece que esta norma procede de cuando el matador de toros mexicano Carlos Arruza rejoneaba. Éste tenía la costumbre de echar pie a tierra después de poner un rejón de muerte y hacer una medio faena de muleta antes de estoquear al toro. Un rejoneador poco dado a matar con la espada, aduciendo que había matadores de toros que rejoneaban con el propósito de torear toros despuntados, convenció a las autoridades de la época para que incluyeran la polémica disposición. En el Reglamento Taurino de Andalucía se ha suprimido esta obligatoriedad, siendo preceptivo clavar sólo un rejón para poder echar pie a tierra.
Respecto al número de rejones de muerte que pueden clavarse, el reglamento nacional fija un máximo de tres, mientras que el reglamento andaluz no establece ningún máximo, lo que parece una disposición más lógica.
A diferencia de lo que ocurre en los tercios anteriores, el rejoneador dispone de un tiempo limitado para matar al toro. Si a los cinco minutos de iniciado este tercio no ha muerto la res, el Presidente le da el primer aviso y dos minutos después el segundo, en cuyo momento el rejoneador debe echar pie a tierra para matar al toro o intervenir el "sobresaliente".
En ambos casos, se dispone de otros cinco minutos, transcurridos los cuales se dará el tercer aviso y la res será devuelta a los corrales.
Fuente Documental: Cuadernos de Aula Taurina: El Rejoneo - Autor: don José Mª Martínez Parras
Junta de Andalucía – Consejería de Gobernación – Dirección General de Espectáculos Públicos y Juego – Sevilla, 2006