EL PASEO o PASEILLO (antigua usanza)
Verificado el despejo, que antiguamente solían hacer fuerzas montadas del ejército o institutos populares, tiene efecto la presentación de las cuadrillas que han de tomar parte en la fiesta, haciéndolo en perfecta formación y cruzando el redondel hasta el sitio ocupado por la presidencia.
El orden de esta presentación a que la gente aficionada da el nombre de paseo, y es uno de los actos más lucidos de la fiesta por lo vistoso del conjunto y la expectación que produce, es el siguiente:
Abriendo la marcha van los alguaciles o personal que haya efectuado el despejo.
A continuación, y guardando una distancia prudencial, ocupan la primera fila los espadas: el más antiguo en el lugar de la derecha; el que le sigue en categoría en el de la izquierda, y en el centro el o los de alternativas más recientes.
Detrás de estos, solo, el lidiador que en los carteles figure como sobresaliente.
Detrás, y en dos filas, los banderilleros por orden de antigüedad de las cuadrillas, los puntilleros y los chulos encargados de abrir la puerta de los toriles y dar las banderillas a los peones.
A continuación, y también por rigoroso orden de antigüedad, los picadores, y detrás de ellos los mozos del servicio de plaza, cerrando la comitiva los tiros de mulillas, engalanadas convenientemente y guiadas por sus respectivos ramaleros y zagales.
Una vez hecho el saludo a la presidencia, los picadores de tanda y los llamados de entra y sal se proveen de las garrochas reconocidas y marcadas de antemano, y todos los lidiadores ocupan los sitios de plaza que la experiencia ha señalado como más convenientes y son o deben ser por lo menos:
El de los picadores, cerca de las tablas, a la izquierda de los toriles, y a una distancia aproximada de diez u once metros, el más moderno, y a catorce o quince el otro, ambos en disposición de picar, toda vez que es lo natural y casi seguro, que ellos sean el blanco más fácil que encuentre el toro en su primer ímpetu.
Entre uno y otro picador se situarán, bien el espada que ocupe el último turno, ya el sobresaliente o el peón que designe el jefe del redondel, para estar á la defensa del picador.
El que tenga esta obligación podrá estar en el estribo o entre barreras, a igual distancia de los dos picadores.
Frente a la puerta de salida habrá un par de peones con los capotes prevenidos, para llamar en caso de necesidad la atención de la res y acudir con prontitud a la menor eventualidad que suceda.
Los espadas se situarán convenientemente, y donde consideren que es más necesaria su presencia, para seguir las peripecias de la lidia o abrirse de capa ante el toro que les corresponda, caso de que éste saliera abanto y con muchas facultades, a fin de cohibirle éstas y llamarle la atención para que se fije en los objetos.
Los peones a quienes corresponda estar entre barreras procurarán situarse en lugar distante de los toriles, y por el callejón no circularán sino los operarios y dependientes que sean precisos, debiendo evitarse asimismo y con toda energía que en la parte de barrera que corresponde á la derecha de los chiqueros y más especialmente al exterior, se sitúe persona alguna con objeto de llamar la atención de los toros en el momento de su salida, para que modifiquen el viaje que naturalmente emprendieron.
En recuerdo, admiración y respeto a D. Leopoldo Vázquez y Rodríguez, Luís Gandullo y D. Leopoldo López de Saá - La Tauromaquia - 1895