CABALLEROS EN PLAZA
Llamábanse caballeros en plaza los que rejoneaban, y el rejoncillo era una pequeña lanza como de cinco a seis palmos, que el caballero empuñaba con la punta para abajo y a manera de puñal: a estos caballeros acompañaban pajes a pie, unos que le proveían de rejoncillos, y otros con capas, dispuestos a quitarle el bicho de encima. Claro es que la lidia a caballo requiere como auxiliar al lidiador de a pie, que por medio de su capa saque al bicho de la suerte, y le corra y le lleve a otra suerte nueva.
El caballero se iba, al toro a caballo levantado, escarceaba alrededor del bicho, una capa llamaba a la res, el caballero cambiaba al jaco sobre la arremetida del toro y clavaba a éste el rejoncillo lo más cerca posible de la cerviz, si no en la cerviz misma; y la gala era quebrar bien el rejoncillo después de haberle profundamente clavado.
La manera de lidiar los toros a caballo, con rejoncillo y con el auxilio de pajes de capa, nos la trajeron los árabes; y contentémonos con saber de una manera indudable que el espectáculo taurómaco se lo debemos a los árabes, de donde lo tomaron los españoles cristianos. Pero esta era una noble diversión, exclusiva de magnates y caballeros.
Las gentes del pueblo se contentaban con capotearlos y tumbarlos, y no se tiene noticia alguna de que los matasen en lidia.
Con admiración y respeto a D. Manuel Fernández y González - Las Glorias del Toreo - Madrid, 1879.