EL TOREO A LA JINETA
Fue el siglo de oro de nuestras letras y artes patrias la concreción del arte del toreo como fiesta de España. Con los Felipes III y IV los nobles españoles llevaron al mayor apogeo los ejercicios de bizarría y destreza, de caballerosa galantería, burlando en honor de sus reyes o sus damas la fiereza de un toro bravo y poderoso en los ágiles giros de los pujantes potros que montaran.
Fiestas de toros de esta edad florida, en que el ser noble equivalía a ser diestro y ser valiente, y en la que bajo el balcón del rey en la Plaza Mayor de nuestra villa y corte, llenos los barandales que lo circundan de rostros primorosos, enmarcados en la mantilla clásica, bandera del amor de la belleza hispana. Celada, Villamor, el Duque de Maqueda, el Conde de Villamediana y otros ilustres próceros de la rancia estirpe castellana, alanceaban toros bravos con sin igual destreza o se apeaban al empeño de a pie cuando la fiera res hería a un chulo o a un caballo o perdía el gallardo caballero un rejón, un estribo, el guante o el sombrero!
Fue en esta época en que España volvía a recobrar parte del esplendor que con Carlos V tuvo, cuando la fiesta de los toros se ennobleció y se hizo fiesta de magnates, cuando Gaspar de Bonifaz, caballerizo de S. M., dio sus lucidas Reglas del toreo, y un don Luis de Trejo, ilustre santiaguista, sus Obligaciones y duelo, del ejercicio a la jineta, y un don Juan de Valencia sus Advertencias para torear.
Fue cuando en Córdoba, y en Granada y en Castilla los nobles de la época daban realce al natalicio y bodas de los príncipes, no desdeñándose en alternar en estas fiestas del valor y de la gallardía, con los más del pueblo que en tropel desjarretaba toros y en cuadrilla de saltadores ejecutaban saltos y quiebros.
Fue cuando Rojas escribió:
En fin, discreto, valiente,
galán, airoso, bizarro,
diestro, animoso, poeta,
jinete, torero, franco...
Fernando Gillis «Claridades»