No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada,
ni corazón tan de veras.
Qué gran torero en la plaza,
qué gran serrano en la sierra,
qué blando con las espigas,
qué duro con las espuelas,
qué tierno con el rocío, qué deslumbrante en la feria,
qué tremendo con las últimas
banderillas de tinieblas.
Federico García Lorca