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1932 - Madrid - La Libertad 12 agosto - Por el maestro: Recorte

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AÑO

1932 - Madrid

Fecha

12 de Agosto de 1932

Referencia

LA LIBERTAD - Por el maestro: RECORTE

Hechos

Corrida de novillos, celebrada en la Plaza de Toros de Madrid el día 11 de Agosto de 1932.

Diestros: Manuel Lobeto (Niño de la Puerta Real), Dionisio Rodríguez (Toreri) y Fernando Domínguez.

Ganadería: D. Argimiro Pérez Tabernero

Resúmen

La novillada de ayer tarde ha servido para decirnos que han llegado al campo de la lucha por el doctorado dos muchachos que, si raras contingencias no se cruzan en su camino, serán dos buenos matadores de toros. Estos dos novilleros son Manuel Lobeto (Niño de la Puerta Real) y Fernando Domínguez. El tercero está más verde. Se llama Dionisio Rodríguez (Toreri). Nació el primero en Sevilla, el segundo en Valladolid, y en Carabanchel el ùltimo.

Quieran sus hados protectores que las aludidas contingencias y esas modernas y absurdas precipitaciones no malogren su carrera.

Tarde de calor de Agosto. El graderío está lleno casi hasta el total. El éxito logrado por el Niño de la Puerta Real y la buena impresión que dejó Toreri en los días de sus respectivas presentaciones, y los dos triunfos de Fernando Domínguez en la Plaza de Tetuán, han despertado el interés de la afición, que, digan lo que quieran, acude a la plaza cuando se le ofrece algo interesante.

Contábamos divertirnos mucho si las reses del ganadero salmantino D. Argimiro Pérez Tabernero embestían. Nuestro deseo no se logró en absoluto, porque los cornúpetos de Salamanca no ofrecieron las condiciones debidas para el lucimiento, y tal cual de ellos fué de condición tan difícil que le hubiera venido ancho a más de un matador de toros.

Dos hora y cuarto duró la corrida, y no puede decirse que nos aburriéramos. Tuvo momentos de pesadez y momentos brillantes. Fueron pesados los minutos aquellos en que, como sucedió durante la lidia del segundo animal, que estaba ciego, y al presidente se le puso entre ceja y ceja el no retirarlo, pese a la gran bronca y expresivos piropos que el público le dedicó, los de D. Argimiro no se prestaban a florituras. Y fueron brillantes aquellos otros en que los espadas pusieron todo su valor y voluntad en entretenernos cuando los bichitos ofrecían alguna claridad. Quiere decirse que este cardo y cardo hubo flores.

En el día de su "début" el Niño de la Puerta Real nos dió la sensación de buen torero. Ayer tarde nos demostró, además, que está enterado. Y esto, que por sí solo no es nada, es lo que nos induce a decir que Manuel Lobeto es un torerito entendido, fino y completo. Su primer novillo, también primero de la tarde, era difícil. El muchacho le sacó unos buenos lances a la verónica, aprovechando la fuerza de salida, y con la muleta le dió pases estimables, que le aplaudieron en justicia. Para substituir a Domínguez tomó los trastos en el tercero y dió tres naturales, dos muy buenos, y algunos otros pases de marca, poniendo remate al trance con un vilapié excelente en el propio hoyo de las agujas, que le valió una ovación. En el cuarto toreó con el capote con alegría y facilidad, y prendió dos pares de banderillas, que la concurrencia aprobó con abundantes palmas. En la faena de muleta demostró suficientemente que conoce el toreo y se adornó en algunos pases. De no haber caído en las manos que cayó el animalito hubieran ocurrido cosas serias, porque estaba difícil de verdad por lo avisado que llegó. Dos pinchazos y dos medias estocadas dieron fin a la vida del bichejo, y el de la Puerta Real volvió a ser aplaudido, como lo había sido por un quite a cuerpo limpio que hizo a un subalterno que salió perseguido y fué alcanzado bajo el estribo del 1.

A Toreri le correspondió en primer lugar el novillo ciego, y en segundo, un mogón del izquierdo, que además de difícil tenía un pitón derecho verdaderamente imponente, que manejaba con extraordinario peligro y facilidad. El de los Carabancheles, que precisa, a lo que se vió el otro día, un enemigo más claro, no pudo hacer nada. Tuvo momentos lucidos y siempre demostró decisión más en verdad, no respondió a la expectación que había producido. Se aprecia en él que cuando tropiece con un novillo que acuda franco al engaño toreara con la misma belleza de estilo que le vimos apuntar el día de su presentación, y que los compañeros que le habían visto en Carabanchel nos dicen ha prodigado en aquella plaza.  

El vallisoletano fué el héroe de la tarde. De salida tomó a su primer toro con el capote, y apenas le hubo tanteado se estiró en unas excelentísimas verónicas, avanzando un paso a cada una de ellas, ganándole siempre el terreno al astado y cinéndose de veras. Pero si estos lances fueron primorosos, más lo fueron la media verónica con que remató el tiempo y aquellos otros de frente por detrás que empleó para hacer el quite. Entendemos impreciso decir cómo el público afradeció a Domínguez estos instantes de gran belleza. El novillo era muy bueno, pero se agotó pronto y llegó en tal estado a la muleta. El de Valladolid comenzó con el pase de la muerte y siguió por altos y de pecho, sacando siempre la muleta por el rabo. La faena iba cuajándose en perfecta, cuando el artista tuvo la desgracia de caer ante la cara del novillo, que le metió la cabeza y nos dió un susto grande. Se vió que no le había encarnado; pero Domínguez quedó en el suelo sin sentido y pasó a la enfermería. Cualquier torerito de los administrados al uso moderno, o lo que es lo mismo, cualquier torero que no tenga la conciencia profesional y la seguridad en sí mismo que tiene éste, encontrándose en pleno éxito, hubiera empleado las argucias a su alcance para no salir de la enfermería. Domínguez demostró que no es de ésos volviendo al ruedo. 
El público le recibió con una ovación. 
En el que cerró plaza, que tenía poder y nervio, volvió a torear muy bien con el capote, y con el trapo rojo le hizo la faena adecuada. Primero se dobló con él en unos muletazos ayudados por bajo, castigando bien y patentizando que conoce lo que se trae entre manos, para después estirarse en otros por alto y de pecho, que se aplaudieron, para terminar con un estoconazo en todo lo alto, que mató sin puntilla.

Este fué el resultado de la novillada extraordinaria de ayer. Se descibrió que Niño de la Puerta Real y Fernando Domínguez son dos muchachos que llegarán a matadores de toros en fecha próxima. No quiero decir que lo sepan todo, pero sí que tienen valor, voluntad y los suficientes conocimientos para cuajarse y alcanzar triunfos brillantes.

De los subalternos de a pie destacaron Morato, que bregó muy bien y sólo lo preciso; Calabia y Nili, que banderilleó muy bien. De los de a caballo, Manzano, Pepe Díaz, Poli, Camerillo y Sevillanito. Sólo con la colaboración de picadores como éstos es posible acabar con una corrida de novillos del tamaño y temperamento de la que envió D. Argimiro.

Fuente documental

Fotografía: J. Laurent  Copia a la albúminaBiblioteca Nacional de España