Resúmen |
La novillada del domingo tenía como atractivos la reaparición de Zurito, que ha renunciado a su alternativa de matador de toros, y la de Luciano Contreras, el elegante torero mejicano, que desde el primer día cuenta con numerosos partidarios entre la afición madrileña.
A Zurito la ha sucedido lo que apuntábamos hace unos días, y que ha de ocurrirle también en breve a otros matadores de toros, porque el toreo está hoy en poder de cuatro o seis espadas, que son los que privan y no dejan paso a nadie. Sucede ahora, y con ello no pretendemos aludir al valiente estoqueador cordobés, que la moderna administración taurina precipita las alternativas, casi siempre por falta de seguridad y competencia en los administrados.
Pues Zurito conserva la misma voluntad, la misma afición e idéntico valor que siempre tuvo, y el público le ovacionó con el mismo entusiasmo que lo hacía en aquellos días triunfales de su época novilleril y de matador de toros.
Veroniqueó al primero ceñido y templado, por lo que le aplaudieron calurosamente. La faena de muleta fué también muy valiente y torera, y en ella destacamos algunos muletazos excelentes. A la hora de matar, Zurito, que empleó tres ataques para terminar con la vida del cornúpeto, atacó siempre con ese estilo tan clásico que le ha colocado en la categoria de estoqueador de primera fila. Cada ataque le valió una ovación, y al doblar el animal dió la vuelta al ruedo para recoger una más entusiasta todavía.
En suma: que Zurito fué el torero pundonoroso, clásico y concienzudo estoqueador que fué siempre. En su nueva categoria le va a caber la satisfacción de que tengan que contar con él en casi todas las combinaciones, porque además de cumplir con su deber y con su fama, actúa de verdadera Providencia, porque su colocación en el ruedo hace que sus intervenciones sean siempre oportunas.
Contreras tropezó en primer término con un novillo difícil, y que se deshizo de él sin cosas dignas de encomio ni de censura; es decir, que cumplió. En cambio, en el quinto realizó la faena más completa que le hemos visto en la plaza de Madrid.
No faltará quien diga que el novillo era una cosa excelente. Yo discrepo de esta opinión. No puedo decir en justicia que el bicho fuera malo; pero tampoco puede decirse que era de los llamados de "bandera". Con el capote toreó Luciano muy templado y elegante, con esa forma suya que da a sus lances un especial colorido. Luego en el quite mejoró las verónicas, y ambas veces le ovacionaron.
Tomó las banderillas, en cuyo trance tiene gran dominio el artista, y sólo pudo prender medio par, porque el animal no se arrancaba con la fuerza y la franqueza necesarias para que este lance resulte adornado.
Previos dos pases ayudados por alto, excelentes en los que los vuelos de la muleta barrieron perfectamente los lomos del novillo, tomó el trapo rojo en la mano izquierda e intentó torear al natural. La tentativa no tuvo éxito, porque el bicho no seguía el engaño. Sobre la derecha muleteó por altos, de la firma y contrarios, todos ellos magníficos , y cuando hubo logrado que el astado se aficionase al trapo rojo, volvió a tomarlo con la izquierda, y dió una serie de naturales, de los que resultó magnífico el segundo. Más pases artísticos sobre la derecha, siempre coreados por oles entusiastas, y en seguida otras dos series de tres naturales perfectos, cada una de ellas seguida del de pecho, extraordinariamente bueno uno de ellos, por lo bien que cargó la suerte y mandó, sacando la muleta por la penca del rabo.
Igualó el animal, y entrando más derecho y decidido que lo que tiene por costumbre el mejicano, algo así como si hubiera querido demostrar que también sabe matar bien, hundió el acero casi por completo en lo alto del morrillo, que fué suficiente para que el novillo doblase. Miles de pañuelos pidieron la oreja, que el presidente concedió, y, Luciano dió la vuelta al ruedo devolviendo prendas de vestir y sombreros. Cuando terminó la corrida los entusiastas le tomaron en hombros, y de esta manera le llevaron por la avenida hasta la confluencia con la calle Alcalá, donde la intervención de los guardias hizo que la manifestación no continuase.
El debutante Parrao, aun cuando tuvo la suerte de tropezar con un buen novillo, el que salió en sexto lugar, no hizo nada notable. Sólo ello le servió para demostrarnos que todavía le queda bastante que aprender. Desde luego, lució algún lance y tal cual muletazo; pero todo ello suelto, sin ligar, desconyuntado.
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