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1932 - Valencia - La Libertad 22 marzo - Por el maestro: Rafael

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AÑO

1932 - Valencia

Fecha

22 de Marzo de 1932

Referencia

LA LIBERTAD - Por el maestro: RAFAEL

Hechos

Corrida de Toros. Tercera y última corrida de las fallas, fiesta típica ya de renombre universal, celebrada el día 20 de Marzo de 1932 en la Plaza de Toros de Valencia.

Diestros: Marcial Lalanda, Vicente Barrera y Luís Gómez (El Estudiante).

Ganadería: Dª Carmen de Federico (Murube)

Resúmen

La alternativa es para un torero el paso definitivo en su carrera. Del resultado de su labor en esa tarde dependen tantas cosas, tantas ilusiones, que no es extraño que todos cuantos lleguen a ese momento se vean dominados por la "paura", que, como a tantos buenos cantantes, les hizo fracasar en el momento de su presentación. De ello que no consideremos como circunstancia que pudiera modificar nuestro fallo el hecho de que El Estudiante, a fuerza de querer arrimarse y buscar aplausos, estuviera en algunos momentos atropellado y expuesto a un percance serio, que sólo puede aceptarse como probable en el momento de torear y cuando se ejecuta alguna suerte a conciencia y con seguridad.

Y ya que hemos echado por delante el único "pero" que se podría oponer a la brillante actuación que tuvo El Estudiante en su alternativa, vamos a comentar, aunque sea un poco a la ligera, la personalidad del nuevo diestro. Yo no le había visto torear hasta este momento de la alternativa, pues la única corrida en que llegué a verle en el ruedo no le vi torear más que de capa, y sólo dos o tres lances, que ante un torillo joven y pequeño no tenían una importancia decisiva.

Pero hoy, cuando le vi repetir esos lances, y aun mejorados en tercio y quinto, con un toro grande, gordo, con mucha bravura y mucho genio; cuando le vi varias veces adelantar el capote hasta encontrar el momento de la arrancada del toro, y entonces adelantar la pierna contraria y, cargando la suerte, pasarse al bruto muy toreado y muy templado, una y otra vez, a cada momento más cerca del pecho; cuando le vi ligar un lance con otro lance y en cada uno ganarle un paso al toro hasta rematar en el centro, casi del ruedo con media verónica ceñidísima; cuando le vi, repito, torear con esa suavidad y ese dominio a un toro que por ser muy bravo era muy difícil, hube de rendirme a la evidencia de que aquello no era una casualidad, sino que era un estilo.

Y luego en la muleta admiré el mismo valor, el mismo dominio, el mismo personalismo estilo que imprime a cada lance y a cada pase un sello propio, un sabor inconfundible, y cuando después de muerto el toro de una buena estocada el nuevo matador recorría el ruedo en triunfo, llevando en la mano derecha las orejas y el rabo de aquel bravo ejemplar murubeño, y el público de Valencia le tributaba una de las mayores ovaciones que he escuchado, me parecía que aun no habían terminado aquellos pases preparados de pecho y aquellos naturales tan largos y tan lentos que sería imposible superarlos.

Actuó de padrino Marcial Lalanda, que, a pesar de tocarle los dos peores toros de la corrida, dos toros mansurrones, quedados, de mal estilo y hasta peligrosos, como lo fué su segundo, que embestía bronco y tiraba cornadas, o precisamente por tocarle dos toros de esas condiciones, tuvo una ocasión más para demostrar su valentía.

Para torear, como para gobernar, hay que emplear las dos manos: la derecha para castigar, cuando hay peligro en el enemigo, y la izquierda para torear cuando se ha dominado y se ha vencido. Y véase cómo la gente protestaba del castigo cuando creía que era desproporcinado a las intenciones y a las energías del bruto, y cómo aplaudía cuando con la izquierda toreaba el maestro. En la izquierda está el arte de torear y el secreto de los grandes toreros. La derecha solo puede considerarse como un complemento.

En fin, Marcial, que tuvo una tarde gris en conjunto, tuvo diversos momentos en que dió la nota brillante y destacada, como en un gran quite que hizo con tres verónicas y un recorte arrodillado, y en los tres pares de banderillas que clavó al cuarto toro, de los cuales uno, el segundo, fué admirable de valor, de maestría y de emoción.

También Vicente Barrera alcanzó un señaladísimo triunfo en esta corrida. Le correspondió en primer término un toro bravo y dócil, con el cual hizo el valenciano una de sus grandes faenas de muleta, que empezó con seis pases seguidos sentado en el estribo, seis pases que pusieron al público en pie y que arrancaron una ovación indescriptible. Luego, y amenizada por la música, siguió la faena con pases de todas las marcas y adornos de todo género entre el entusiasmo del público, que en ningún momento cesó de ovacionarle. Mató de un pinchazo y una corta en lo alto y fué aclamado, hubo concesión de orejas y paseo triunfal por el ruedo, devolviendo sombreros y prendas de vestir.

En el quinto, mansurrón, bronco y con mal estilo, hizo una faena de las que acreditan a un gran muletero. Sin perderle la cara ni una vez, sin quitarle la muleta de los hocicos, aguantó las violentas arrancadas del bruto, al que hizo doblar en varios pases ayudados quitándole la fuerza que tenía y dejándole entregado a su dominio. La faena, que fué ovacionada y que debió serlo más aún, fué de las que dejan a un torero plenamente satisfecho, aunque mucha parte del público no llegue a apreciarla.

Al dar el primer capotazo al primer toro resbaló Rubichi en la pintura blanca con que señalan la raya a los picadores y cayó ante la cara del toro, que en el suelo le tiró una cornada que le hirió en la región inguinal derecha. El excelente peón fué asistido por el doctor Serra, que le apreció una herida de varios centímetros de extensión y tres de profundidad, que dejaba al descubierto la femoral, pero sin interesarla. Después de curado y convenientemente acondicionado se le traslado a Madrid en el expreso.

Fuente documental

Fotografía: http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2008_08_01_archive.html