Resúmen |
Las corrientes del entusiasmo popular taurino madrileño derivaron el domingo hacia Sevilla, buscando el cauce del caudaloso Guadalquivir, Pilín, el incipiente torero sevillano, fué quien hizo que tal sucediera. No me extraña el hecho, por cuanto el joven lidiador vecino de la Corta de Tablada ha presenciado la magnífica obra derivadora del importante rio.
Hasta la tarde del domingo no tenía de Pilín otra referencia que la que al presentármelo un medio día otoñal del año pasado, hiciera un paisano y compañero suyo; el bravo matador de toros Paco Perlacia.
- !Cuando logre debutar en Madrid-dijo simplemente ese muchacho moreno y modesto-, procuraré agradar a ese público inteligente, poniendo de mi parte voluntad y valor!
Y cuando salió el tercer novillo del domingo, un murube negro, terciado y bravo, me sentí de pronto transportado al ventorro de Pilín en la Corta de Tablada. Recordaba a otro diminuto Pilín que allí, a la orilla del río, cerca del antiguo prado donde la Empresa sevillana exibía los toros que habían de lidiarse en las corridas de feria, lejos el sonido de las sirenas de los buques surtos en el puerto y el ronquido de la draga, presa de gran afición, lanceaba suave, templado, gracioso y convencido de su arte a un toro imaginario...
!Un torero para el Porvenir! pensé.
Pero no pense así de aquel muchacho silencioso que sonreía a la par nuestra las habilidades del pequeñuelo, y que en este momento de que hablo ejecutaba de igual manera ante un novillo bravo en la plaza de Madrid, sin azorarse por el momento y el lugar, atento sólo a servir a su afición y a su propósito.
El tableteo formidable que se oía muy continuado me sacó del marasmo. No se trataba del sonar de la cremallera de la draga, ni la del puente giratorio, ni el murmullo era el de las tres hélices del aeroplano -correo aéreo- de las cinco y media. Era el restallido de las palmas que arrancó Pilín con su magnífica manera de torear con el capote-ceñido, suave y con mando-y el rumoreo de los comentarios aprobando lo que se acababa de ver. Una vez, dos y tres sucedió así.
Y de pronto Pilín quedó convertido en héroe.
Vino después la faena de muleta, que brindó a un amigo, y otra vez los oles y los murmullos invadieron los ámbitos de la plaza ante el valor y la voluntad del joven que cumplía su propósito, expreso hace algunos meses. Efectivamente, puso Pilín valor y voluntad, y arte y gracia. Toreó con la mano izquierda con voluntad y con la derecha con arte, siempre con valor, metido en el terreno del enemigo.
Un pinchazo y un espadazo con decisión en el ataque, y miles de pañuelos flamearon en el garderío pidiendo la oreja, que le fué otorgada.
Pero aun cuando a estas horas ya lo saben de sobra, lo repito yo desde aquí: Pilín obtuvo un gran éxito en Madrid el día de su "debut". Cortó la oreja de su primer novillo y fué sacado en hombros.
Hasta el primer tercio del tercer novillo Félix Rodríguez II mantuvo fija en él la atención del público. A partir de este momento, cuando Pilín se manifestó como buen torero con el capote, las cosas cambiaron un tanto y la expectación derivó más por estimular al zamorano que por molestarle.
Era cosa definida que la elegancia, el arte, la sapiencia taurina de Félix no se tropieza en nada con el arte del debutante. Son dos estilos distintos. El del sevillano, el domingo al menos, llega más al público; pero el del zamorano es más sólido, más firme, más concienzudo, más científico, más artísticamente taurino.
Los lances a la verónica de Félix Rodríguez ii, sobre todo los del lado izquierdo son insuperables. Así, como lo digo insuperables. No es posible una mayor suavidad, dominio y mando. Son tan majestuosos, tan sublimes que cautivan hasta al más profano en la materia. Se percibe esa sensación de seguridad y belleza que transmite el arte cuando lo es verdadero, cuando es arte puro.
Con las banderillas también es un gran artista.
De la misma manera le ocurre con la muleta. Adelanta el engaño, embebe al enemigo, tira de él, corre la mano con suavidad, mantiene la belleza del conjunto y manda al bruto con gallardía. Domina porque torea con el engaño y con la cabeza.
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